Hoy en Macondo andan de luto. Muchos
de sus habitantes llevan rosa amarillas en los ojales, ante un revolotear de
mariposas de la luz persiguiendo a un espíritu fresco y orgulloso en busca perpetua
de la savia de Meme. El dentista de gránulos
homeopáticos pudo escuchar las campanas a muerto, pero preguntando por la calle de los turcos nadie le pudo
confirmar quién era el tal Gabo, o por quien doblaban a duelo, en manos de un
anciano que a base de chocolate conseguía levitar.
Melquíades lo había anunciado, en
su caligrafía de arañitas en tendederos de ropa, pero el Coronel Aureliano
Buendía, José Arcadio y Rebeca no han
querido volver al pueblo tras enterarse
de la infausta noticia. Remedios, esa descastada sin
leche familiar, consiguió fugarse del convento, al tener el presentimiento de
la muerte de alguien importante, y ha acudido a las exequias. La superiora del
convento de la ciudad de las mil iglesias y sus palmones de Semana Santa, no
pudo disuadirla de que la caída del cántaro de agua, ni la bajada a la tierra entre
sábanas, de Remedios la bella, eran meras coincidencias.
Hoy Macondo está más triste que
en la epidemia del insomnio, y menos húmedo que en los años de la lluvia inmisericorde. Aunque
han llovido pajarillos, que andaban desorientados, a nadie le importó, porque una Úrsula del
tamaño de un bebé, con sus 158 años, regresó nuevamente del camino que
siguieron los gitanos del circo, con unos gritos de foquita acatarrada, pregonando
que al fin, los pergaminos no reflejaban el final de una estirpe, sino el
nacimiento de otra. Minúscula y activa, se aferró al cadáver caliente de un
Melquíades reencarnado en un anciano normal, con voz de poeta, vestido con
guayabera, y sin tufo a plomo, atanores ni piedra filosofal.
Ahora, que ambos sabían el camino
del más acá, porque las tumbas figuraban en los mapas de la muerte, volvían a
ser uno. El alter ego del sabio circense y mago, se adentraba en silencio bajo
la piel de un tal Gabo, que le dotó de la puerta del otro lado del espejo.
Descansa Gabo. Te sigo viendo desde los Ojos de perro azul de mi mirada.
En esta “Crónica de una muerte anunciada’, mientras los acontecimientos cotidianos nos remiten a desenterrar ‘El amor en los tiempos del cólera’, todos nos unimos para escribir, huyendo de la desidia. ‘El coronel no tiene quien le escriba’ queda descartado, porque “Vivir para contarlo” nos lleva de la mano a temas atemporales, ‘Del amor y otros demonios’.
Hemos asistido al “El otoño del patriarca’, entre vientos de “La hojarasca”, donde los “Funerales de Mamá grande”, quedarán chicos, entre un “Relato de un naufragio”, y esas “Memorias de mis putas tristes”. Al final, este “Vivir para contarlo”, es la suma de “Doce cuentos peregrinos”, que nos acompañaron, a través de las palabras y del universo que creó, por la senda de una literatura de cabecera. Permitiendo conjugar la realidad latinoamericana, en compás de fantasía, con la imaginación osada y la forma descriptiva de un mago de las palabras, armado, simplemente, de la varita mágica de una pluma irisada de pavo real. Descansa Gabo. Lloraremos tu partida ante un buen café aparcado mil veces cerca de un tomo desgastado, del cuatro libro que ha pasado por mis manos, de tu “Cien años de soledad”
La última entrevista, para La vanguardia He dejado de escribir, 2006
La última entrevista, para La vanguardia He dejado de escribir, 2006
Descanse el paz el maestro, porque su huella se queda con nosotros para siempre.
ResponderEliminarUn abrazo.
Quiero pensar, que haciendo eco de su sentir, le hayan dejado partir sin más floripondios de ciencia. Paliativos para no irse sufriendo, porque nadie merece sufrir, pero él, menos que nadie, por la alegría de vivir que entre líneas, nos dejó en herencia, acompañando su mejor prosa y su mirada de periodista.
EliminarUn abrazo.
Precioso homenaje al gran Gabo. Una pena que hombres como él nos abandonen. He sentido su marcha y solo me queda la esperanza de que siga escribiendo en el cielo.
ResponderEliminarUn besazo amiga y gracias por esta entrada. Coincido contigo en lo del sufrimiento.
Seguirá mirando divertido, cómo, al leerle se nos cambia la cara tras las gafas de ver de cerca.
EliminarEs una partida anunciada, pero todos nos sentimos algo huérfanos sin él.
Un abrazo
Que hermoso homenaje. Macondo y el mundo entero esta de luto...
ResponderEliminarmuy buen Albada2.
abrazos
carlos
El luto en los corazones, creo que Gabo no lo deseaba pra nadie, y menos para sus lectores. Porque no dejó quintales de párrafos donde seguir habitando bajo el paraguas de su obra.
EliminarUn abrazo.
Albada, sentido homenaje a este genio de la literatura. Me uno con todo sentimiento a lo expresado. La vida es así: puede dejarnos sin el hombre, pero no puede quitarnos su pensamiento, su obra, su grandeza de espíritu...
ResponderEliminarCuando se padece una enfermedad grave, "la muerte está anunciada", pero eso no nos consuela; solo saber que otras generaciones seguirán disfrutando de sus novelas, nos hace sentir que aún está vivo.
Un abrazo.
Este coronel tendrá quien le escriba. Todos los que bebimos de su pozo infinito de agua pura que ir sacando, con cubos o dedales, fracciones de ese agua siempre fresca.
EliminarUn abrazo.
D.E.P. Nunca se irá del todo, porque su recuerdo permanecerá siempre con nosotros.
ResponderEliminarUn beso.
El recuerdo de su risa perdurará menos que la esencia de sus palabras, tejidas en hilos de la realidad más fantástica que nos alimentó nuestra propia voz.
EliminarDescansa en paz, Donde nos esperan los grandes maestros, para seguir enseñándonos los límites imprecisos del realismo mágico.
Un beso, María.
Albada, con tu escrito reafirmas a un hombre virtuoso y bueno en el fondo de sus personajes, nos lo recuerdas para no apartarnos de ellos ni olvidar su sentir.
ResponderEliminarGracias por el privilegio de leerte.
Reafirmo su influencia desde la ficción, de esa forma de abordar la realidad, Sí, hablo de un hombre bueno, de un hombre sabio, de un simple hombre dotado de un talento del que algunos quisimos aprehender.
EliminarEs irrepetible, como siempre sucede con los verdaderos genios. Duele su partida, aún anunciada, pero nos queda su voz, inmortal.
Gracias a ti, por la amable lectura . Un abrazo.
Le estaré eternamente agradecido.
ResponderEliminarBesos.
La deuda con él es impagable. Por él jugaba, con su herencia :
EliminarEn la década prodigiosa de los sesenta, el siglo de las luces se acomodó sobre la ciudad y los perros.
La muerte de Artemio Cruz jugaba con tres tristes tigres, y la fantasía sorteaba los cuadrados pintados de una rayuela, durante los cien años de soledad, que devendría en crisol de una tendencia.
Me desperezo entre líneas de letras enhebradas en mi cintura, y dejo que el aroma de la magia me inunde de una realidad mágica que libere mi piel de terciopelos. Entre la mesilla de noche ... loa puntos de libro, y mis sueños.
Un beso
Bello texto, Albada. Creo que don Gabo debe estar satisfecho, sonriendo, con su bigote torcido y pensando: las letras unen, las letras nos permiten soñar, las letras nos hacen libres. Un beso para tí.
ResponderEliminarGracias. Yo creo en el más acá con más intensidad que en un más allá. Pero si no era consciente de hasta qué punto sus letras, todas las letras, permiten ser libres, ahora, con el tsumani de afecto y recuerdo de tantos lectores, no le quedaría duda.
EliminarUn beso,
Gracias por tu participación en LA SALSA MADRE nos estamos conociendo.Una satisfacción leer lo tuyo, mas enraizado aún en el auténtico GABO y con una gran frescura de acontecimientos. Muy FELICES PASCUAS, Albada2 !!
ResponderEliminarEstos espacios personales, abiertos, cómo no, son lugares donde uno deja aflorar las ideas, en forma de textos, que por falta de espacio no podemos en otros lugares.
EliminarBienvenida a este rincón. Feliz domingo de resurrección. Un cordial saludo.
Excelente homenaje a un maestro de las letras, que se nos fue hace un tiempo, pero lo despedimos ahora.
ResponderEliminarUn abrazo.
Se nos fue yendo de a poquito a poco, difuminando su lucidez en la maraña de pasos entre líneas de una prosa al galope, y una poesía a media voz.
EliminarNos fue diciendo adiós despacito, como nos entraban sus libros por la ventana de nuestros ojos ante la lectura de su mágica pluma.
Un abrazo.