Paula ha iniciado su segundo
curso de Primaria hace unos días, y anda feliz por volver a juntarse con sus amigas.
Está conociendo a su nueva profesora, y a sus nuevos deberes. Y a sus nuevos
libros, y a sus nuevos dientes.
La hemos traído a la casa de la
playa y se ha dispuesto a guardar sus aperos veraniegos. Cuando ha llenado el
baúl con sus artilugios playeros me ha pedido una caja. Ante una de zapatos y
otra de galletas, metálica y con dibujos, se ha aferrado a la segunda, y, parapetada
tras ella, se ha encerrado en su cuarto.
A la noche, cuando le he
preguntado qué había guardado en ella me ha respondido que era un secreto. Cuando
el abuelo se ha puesto los auriculares de escuchar la radio, la nena se me ha acercado;
y poniendo su boca en mi oído me ha explicado los tesoros que no quiere perder
de este verano.
Ha ido recitando, con su mano
haciendo pantalla para proteger sus palabras, una retahíla de frases entre las
que tomaba aire, con cara de concentración. Creo que han sido estas: "Las
muecas que he hecho con el niño holandés, las cosquillas de una ola en mi
barriga, el frío de una gota de helado en mi pie, tus buenas noches con beso,
el abrocharme las sandalias del abuelo, las arrugas de mis dedos tras los
baños, la emoción de los castillos de arena perfectísimos, la luna escondida
tras las nubes, el olor a mar con viento, el mirar del gato de tres colores que
no se deja tocar, las carreras con el perro de los franceses y el sabor de la
horchata del bar Gloria".
Gracias por pasar por este blog. Lo mejor de los veranos casi siempre es intangible, difícil de mesurar en unidades métricas. Lo que deseo para las Paulas es que no pierdan su capacidad de atesorar lo importante.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz finde. Que tengas una entrada al otoño sensacional
Paula tiene un alma pura, una imaginación brillante y un corazón listo para llenarlo de preciosas sensaciones. Será dichosa si sus pertenencias importantes son espirituales. Un abrazo para ti y un beso soplado para ella
ResponderEliminarEsa Paula es muchas niñas, las que saben ver y sentir, que creo que son la mayoría. Imagino que la vida hará que alguna vez, para ellas, pesen más las posesiones externas que las sensaciones ricas internas, pero mi deseo es que no cambien. Que en cajas de galletas invisibles no pierdan la emoción de lo importante.
EliminarUn abrazo y feliz finde
Cuando he leído tu comentario en mi blog me he dado cuenta de que habías escrito un relato imaginado, pero habérmelo creído le ha dado calidad a tu relato. Abrazuco
EliminarSin duda es ponerse en la piel, en este caso de unos abuelos que tienen casa en la playa y con nieta con ellos a ratos.
EliminarEs la gracia, claro. Un abrazo grande
Lo mejor de los veranos, los recuerdos que atesoramos, son así de intangibles y preciosos, pero tienen la ventaja de caber en una caja de galletas.
ResponderEliminarUn beso.
Sin duda. Nos olvidamos de las sensaciones y guardamos fotos. Fotos que plasman lo que los ojos ven y difícilmente lo que nos sugiere ese paisaje, por eso mi canto a las cajas de galletas invisibles.
EliminarUn beso y feliz finde, Alfred
Yo creo que los veranos los llevamos indelebles tatuados en la piel del alma, no solo en los recuerdos de la mente y también en el corazón, eso es lo bonito del verano que no acaban nunca si uno no quiere y los trasladamos a la mente con el corazón cuando en invierno nos sentimos nostálgicos, esos recuerdos nos inyectan vida, luz y energía.
ResponderEliminarPrecioso tu relato, querida Albada.
Besos enormes en este primer día otoñal.
Como dices, es guardar la mirada y la piel, y todos los sentidos, para recrear esos ratos intensos y dulces, luminosos y felices del verano. Vaya por adelantado que a mí me fascina el otoño por la interminable paleta de ocres que nos ofrece, y porque permite dormir sin sudores, pero la luz de esta parte del mundo es un regalo que cada verano nos brinda una luz y unos aromas que nos duran todo el año.
EliminarMe alegra te gustase el micro, yo he disfrutado imaginando a la niña que aún llevo dentro. Un beso y feliz finde, y primero de un otoño por gozar.
Esos tesoros tienen incalculable valor.
ResponderEliminarY duran toda una vida.
Sin duda. Son tesoros, quizás acompañados con caracoles o piedras de cantos rodados. No se gastan, no se pierden, perviven.
EliminarUn beso
Hola Albada! Vengo desde el Blog de María Perlada, y acabo de leer tu entrevista.
ResponderEliminarMe gusta mucho como escribes! Este relato en particular me encantó, es tan simple,tanta pureza desprende. Muy hermoso! Te seguiré leyendo!
Muchas gracias por pasar y comentar. Suelo usar textos simples y cortos, pero intento que lleven sorpresas o ternura. Seguramente porque así desean ser escritos.
EliminarUn abrazo y nos leemos, claro
Hay recuerdos aparentemente intrascendentes que se agarran a la memoria para siempre.
ResponderEliminarUn abrazo.
Los hay que merecen preservarse del paso del tiempo. Pueden paracer incluso trascendentes, pero si calan dentro es que eran importantes.
EliminarUn abrazo
Los recuerdos veraniegos más felices. Los de mi infancia.
ResponderEliminarUn placer pasar por aquí.
Un abrazo. Yá te sigo.
Gracias por pasar por este blog. Sí, mi infancia fue feliz. Y los veranos llegaban cargados de esas risas y ese mojarse que siempre recordaré. Es una etapa en la que debería uno saber qué importante serán los recuerdos gratos que no se pueden palpar.
EliminarUn abrazo grande