Otra opción para escribefino |
Pepe se casó con María Constanza,
quien olía a primavera cargada de fruta. Quiso subir por el ascensor de sus
afectos, pero ella le cerraba su corazón de amianto, porque esperaba a un
jinete delicado que nadie enseñó a ser a Pepe. El hombre había de ser bravo en el amor y la mujer sumisa en la alcoba. Le hizo un hijo en la noche de bodas, que se murió bien
chico, y otro más tarde, que se olvidó de ambos en la ciudad.
El silencio fue inundando las
agujas con las que ella tejía unos jerseys para nadie, que luego destejía y volvía a ovillar. El silencio era el
aderezo de sus manos en la cocina. El silencio era la sábana que la tapaba en
las noches bajo las manos callosas de Pepe. Esa boca de fresa que él soñara con
sembrar de caracolas y espigas era un
muro ciego, un pozo sin fondo, una negra nube que no podía penetrar
Pasaron los años y él fue huyendo de su boca callada, y de sus
brazos cruzados, y de sus miradas hacia el horizonte. La taberna se convirtió en
el hogar donde él podía ser. Y escuchar, y comentar, y tal vez imaginar que su
hijo volverá a verles, por rescatarles de tanto silencio. De tanta duplicada
soledad
Cómo duele ese hijo que jamás volvió...
ResponderEliminarUffffff
Besos.
Es un posible. La mujer cerrada entre las murallas de su dolor. Náufrago en su isla insondable, ni el amor, rudo aunque sincero pudo penetrar.
EliminarLas ausencias, qué lastre. Un beso
He leído las dos entradas seguidas y he pensado que hay muchas María Constanza y muchos Pepe, la vida que se lo podría haber dado todo les negó las ganas. Un abrazo
ResponderEliminarEra común que las mujeres fuesen pasivas y los hombres tuvieran que demostrar que eran duros. Creo, como tú, que ambos acababan perdiendo las ganas de emocionarse por un presente equilibrado. Por suerte los tiempos han cambiado en España.
EliminarUn abrazo
Gracias. Es una imagen real de un viaje a la España prufunda de la autora. Y ese pueblo encalado me ha hecho pensar en las años cincuenta españoles, cargados, rebosantes de silencio
ResponderEliminarUn abrazo
No me extraña que el hijo no quiera volver.
ResponderEliminarUn beso.
No me extrañaría a mí tampoco, la verdad. Criarse entre el silencio en un pueblo perdido en mitad de la gran nada, ha de ser poco recomendable.
ResponderEliminarUn beso