Recorría de izquierda a derecha el espejismo de un plano con
la conciencia de que al fin era tridimensional. El horizonte estaba diseñado
para vencer la inercia de la quietud para desollar los nudillos contra un
vidrio. Siempre lo estuvo pero las urgencias del tiempo y la vida, habían
impedido esta visión.
Recordó con precisión la noche en que dos municipales le
hicieron parar el coche, le obligaron a abrir el maletero y metieron en una
bolsa las revistas del partido comunista.
Olió su miedo, revivió el agrio aroma del sudor de sus
axilas, del sudor en sus manos aquella esquina de su mente atiborrada de
células operativas, de alias sin nombres propios, de madrugadas con Che Guevara
y Ciclostil.
Su índice señalaba el instante del cacheo antes de entrar en
la galería de los presos políticos y revivió la impotencia negra del alma
contra la pared blanca tiznada de esperanza y sangre coagulada.
No quiso detenerse en las palizas para delatar a los
camaradas, de quienes jamás supo nombre o dirección.
Siguió avanzando con su dedo hasta llegar a un parte de
defunción donde una lágrima anunciaba la muerte de un dictador.
Los años de consecución de derechos fue dando esquinazo a la
esencia de la evolución por la dignidad.
Las décadas fueron tiñendo de velas tecnicolores el alma de
cada hombre que había dejado su piel en la conquista de unos derechos humanos,
porque la dictadura gris tenía la sombra alargada y no daba respiro al alma más
que para disfrazarla de libertad de ser, de libertad de elegir, de libertad a
expresarse.
Ahora, cuando las máscaras de los poderosos están cayendo
como el papel maché bajo la lluvia de abril, Pablo, en la playa de su madurez,
se desnudaba ante el espejo de plomo que les lleva a él y a toda su generación
al darse de bruces contra la realidad.
El gris tiene ahora otros datos. Los suicidios inducidos con
nombres y apellidos. Los horrores de la impotencia en personas sin ahorros
porque les han estafado. Los niños al límite de una nutrición dudosa y sin
planes de futuro por concretar. Esos jóvenes en busca de un futuro que conjugar
a la vida, huyendo cual éxodo de la mejor manera, intentando salvar un pozo sin
fondo el desapego a la ciencia. La huida del cinismo en conserva, sin respeto a
etiqueta alguna.
Las gaviotas, oscuras en el anochecer de los tiempos y como
ratas de mar que son, abordan los restos de un pescador de caña, que llegó a
estar las tres horas recordando con un dedo, el tiempo en que se luchó por algo
pero que sólo ahora entiende a quién alimentó esa, su sangre derramada.
Este texto se publicó en http://www.yumpu.com/es/document/view/19384195/lenka21mag-2013-08-21,
En la página 8, tras la entrevista que contesté en las páginas 6 y 7.
En la página 8, tras la entrevista que contesté en las páginas 6 y 7.
Albada2, texto durísimo el que hoy nos traes pero como relato genial. Te felicito y te agradezco que lo hayas compartido.
ResponderEliminarBesos
Nunca es dura la verdad...lo que no tiene es remedio. Joan M. Serrat.
EliminarGracias por tu lectura. Un abrazo María Pilar.
Testigo de muchas vivencias que permitieron a otros una vida más digna, contempla con estupor en que se han convertido, lemas y consignas.
ResponderEliminarLa cruda realidad, desnuda la ideología con el pragmatismo de quienes sólo buscan cómo situarse, por encima los ciudadanos .
Un abrazo Albada2.
Testigos que ahora se quedan pensando para quién acabaron luchando porque si bien han visto unas mejoras en calidad de vida, ahora, cuando uno se cerciora de qué o quienes están detrás, una cierta decepción sí agarra por la cintura.
EliminarLos de se sienten lejos y por encima de los ciudadanos son los que mueven los hilos. haciéndonos títeres de sus delirios de grandeza.
Un abrazo, Alfred