Obra al óleo de Ramiro Ramirez |
Julio tenía una máxima:
una mujer para cada aspecto de la vida.
Así era, en
efecto. Cuando se instaló en la nueva ciudad que le acogía, conoció a una mujer
interesante, culta y con buen humor, cuya relación se basaba en los gustos comunes,
ya fuese el teatro, la arquitectura, o esa pasión por Gaudí casi enfermiza que ambos compartían Tuvieron la suerte de conocerse en pleno apogeo
de la vitalidad de Madrid y hablaban a menudo de la propuesta de Barcelona para el 92,
donde, por azares del destino, él acabó residiendo.
Ella dejaba claro desde el primer momento estar casada y ser feliz
en su matrimonio con un invidente adorable y tierno, que era su razón de ser. No se quitaba la alianza grabada con dos nombres separados por un punto.
Lucía era
consciente de su suerte al poder afirmar que ninguna persona, hombre o mujer, podría competir con la sensación de sus manos y su voz grave. Juan era ese marido que se mostraba siempre amante, siempre generoso, y
defensor a ultranza de que ella disfrutara de sus aficiones, que compartían sólo en parte.
Los amigos charlaban de
mil cosas, pasando tardes enteras hablando de todo y de nada, hasta que él recordaba la hora que era, la de ir a buscar a Juan, viendo cómo su mirada se llenaba de alegría al saberse cercana
a volver a los brazos del único amor que tenía y tendría.
Para la cama
le gustaban las mujeres bonitas, armoniosas y alejadas de la veintena, pues considera que a
esa edad andan aún perdidas en un campo de minas hormonal que a menudo
desencadena discusiones sobre cosas evidentes, o dejan de percibir el estorbo de
otras, así que no mezclaba la charla con la cama.
Sí, claro...cómo no, gustaba de la carne firme y de la pasión juvenil que no encuentra momento para
dejar los juegos amorosos, pero no se le pasaba por la cabeza mantener una relación
con jóvenes atractivas, más que la basada en premisas de química y química, sin física y sin
haber encontrado ninguna jovencita que valiera cambiar de opinión.
Para una
relación que pudiera llevar al matrimonio, aún era incapaz de imaginar, ni podía pensar en tipo alguno de mujer. No había tenido el gusto de haberla conocido, por lo que cuando se jactaba de seguir “soltero, pero no entero”,
como decía al presentarse, era totalmente sincero y honesto en su definición.
El tiempo diría
si había una mujer en algún lugar, que pudiera
combinar lo importante:que fuera posible la fusión entre aficiones compartidas y la belleza en la
cama de un ser de cuatro brazos aullando a la luna un amor con garantías.
Pecado original, de Modesto Trigo, díptico |
Ahora, con la perspectiva del tiempo pasado me doy cuenta de que eso del matrimonio es una gran trampa...
ResponderEliminarPero claro, a ninguno de los casados le gusta leerlo.
Besos.
Toro, que los que hay que compran un número de la lotería...y va y les sale el premio gordo. Hay quien compra muchos y nos le toca.
EliminarTanta literatura para el amor acaba por hacer ver que seguramente, ni existe, porque si no la ciencia ya habría biopsiado no?
Un beso.
Con o sin matrimonio, la buena relación en la pareja, es una cuestión de voluntades, la de ser y dejar ser, cada uno con su personalidad y juntos formando otra común, y funciona mientras queramos.
ResponderEliminarUn beso.
Creo que das en el clavo cuando dices mientras queramos. Yo la verdad es que creo que hay factor suerte, y otro de cutivo.
EliminarUn abrazo.
No te quepa la menor duda, las relaciones se van formando y conformando a través del tiempo, y de cómo las cultivemos.
EliminarUn abrazo.
Las parejas que cumplen las bodas de oro, que por motivos laborales me son familiares, afirman lo que tú apuntan, de cómo las cesiones alternas, y la busca de resolver conflictos desde el respeto nutren la relación.
EliminarLlegan a parecerse en las expresiones faciales y todo. Dime tú si el mimetismo no puede llegar lejos! Pero las hay que, seamos francas, son la gran estafa del llamado amor.
Un abrazo.
Hola observadora
ResponderEliminarHoy me he atrevido a entrar en este espacio de pulcritud y recogimiento. He leído el relato.
También cabe la posibilidad de que todos los protagonistas de la historia sean felices, cada uno a su manera.
No me atrevo a entrar en el complicado y delicado mundo de las relaciones humanas y sus sentimientos, pero tengo una cosa clara. Tenemos la obligación de ser felices.
Cada cual debe elegir un camino y andar, siendo fieles a nosotros mismos y haciendo el mínimo daño posible. Caeremos, pero nos volveremos a levantar, es humano, incluso tropezaremos dos veces en la misma piedra, es humano, pero nos levantaremos y volveremos a andar. Y siempre andando, un día, encontraremos la felicidad y aquel día no la soltaremos. Conservar la felicidad, es un arte, pero también se aprende, forma parte del camino, siempre andando.
Espero no haber sido un rollo.
Un lujo recibirte en esta, tu casa. Yo no me atrevo a entrar tampoco en el laberinto de las relaciones. Lo que supongo que intento hacer son instantáneas de un estado, de una situación, o sensación entre seres humanos, aunque te advierto. Por este rinconcillo se encuentra de todo.
EliminarMe fascina que afirmes, como quien dijere: " la felicidad es la ausencia del dolor", que estamos obligados a serlo.
Porque opino que tenemos la obligación de intentarlo siempre, sobre todo cuando las cosas se ponen crudas y el miedo o le dolor nos atenaza.
Puedes ir en pantuflas por acá, mi rincón limpio donde dejo ir palomas de letras
Un cordial saludo y bienvenido. .