Elena había adoptado algunas costumbres a lo largo de los años. No por
creer en supercherías, sino porque le parecieron, a medida que se hacía mayor,
que tenían un cierto sentido de ser.
Trabajamos juntas unos meses, y en esos ratos de desayuno nos contamos
cosas. Hablamos. Son esas conversaciones banales, de desconectar de los
quehaceres. Sin pretensiones. Se habla de los gustos, o fobias…lo normal con
quien no se convive demasiado. Me explicó entre otras cosas, algunas manías.
Desde los treinta intentaba poner el pie derecho, en primer lugar, al
bajar de la cama. No, supersticiosa no era, pero como dormía en el lado
izquierdo de la cama, se incorporaba mirando hacia la ventana. Y ya que usaba
la mano derecha para abrir la persiana, era de lo más práctico apoyarse en esa
pierna al mismo tiempo, aunque no fuera lo más ergonómico.
La otra costumbre adoptada, sobre los cuarenta, según me dijo, era la de
mirar debajo de la cama todas las noches, antes de acostarse. No se conformaba
entonces con pasar el palo de una escoba como hasta entonces, ya que el tiempo
de agacharse hasta dejar su cara adosada al suelo, la dejaba más tranquila.
Parece ser que fue a raíz de la
noche en que, con el palo, se llevó un susto de muerte al tocar un bulto. Había
resultado ser una maleta olvidada la noche anterior tras llegar de un viaje,
pero el bulto en el trayecto, casi la mata. Ahora se agachaba, invariablemente,
justo antes de desmaquillarse en el lavabo. Tras esa ceremonia se extendía la
crema nocturna.
Nos despedimos hace unos meses, cuando su contrato la llevó a otro
centro. Ayer coincidimos en la cola de un supermercado. Elena me explicó que
duerme bajo la cama, y que le resulta muy cómodo para no pensar con qué pie se
levanta.
Una noche, hace unos meses, sorprendió a un hombre que se acomodaba,
buscando postura, y que no se inmutó al verla. Estaba bajo su lado de la cama, el lado bueno, para más abuso del
desconocido.
Le vio tan tranquilo buscando dormirse, que se limitó a dormir sobre el
polizón. En su lado, el de siempre. A sabiendas de que ese extraño lo hacía
bajo su colchón, como en una litera improvisada. Parece ser que por la mañana
puso su pie derecho sobre los azulejos fríos, sin recordar el episodio anterior.
Y, según me ha dicho, llegó la noche, y cuando volvió a ver al desconocido, le
pasó una cojín y una manta, que ese invitado sin invitar agradeció, y que le
permitió dormirse de manera instantánea.
Dice que no se ven, ni se hablan, ni conviven…simplemente que ella se ha
mudado a dormir bajo la cama. Eso sí, en el otro lado, el derecho, que ahora es
el lado bueno.
Elena es un hada buena.
ResponderEliminarCualquier día voy a dormir a su casa.
Te paso la dirección por si donde caben dos duermen tres!
EliminarUn beso.
Has vuelto con las pilar recargadas. Muy bien recargadas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Vamos a ir viendo...no te fíes... O fíate y no corras!
EliminarUn abrazo
Hola, Albada.
ResponderEliminarMe gusta este relato por la fantasía que tiene. No sé si cogeré la costumbre de mirar debajo de la cama, por lo pronto coincido con Helena en que cuando me levanto pongo el pie derecho primero.
Hasta el próximo relato.
Un abrazo
Uno puede ir cargando con costumbres, con rituales, pero si son poco molestos, pues están bien.
EliminarNos vemos Fanny. Un beso.
Hay costumbres y fobias algo extrañas, pero cada persona es un mundo y sus circunstancias.
ResponderEliminarMuy bonito tu relato.
Un beso.
Las hay curiosas, sin dudarlo. Yo lo mirar bajo la cama sí lo recuerdo de pequeñaja, cuando los miedos esos tan raros!.
EliminarUn beso.
Supongo que ahora Elena, antes de dormir, estira sus brazos sopesando el colchón, que es el nuevo suelo, no sea que note en su esfuerzo, el sobrepeso que le indicara que algo hay allí arriba.
ResponderEliminarUn besote a ras de suelo.
Eres el primero en advertir que ahora mi amiga duerme tranquila, pero no sin antes pasar la mano por el colchón de muelles, con su edredón que acaba de poner, por el cambio de temperatura!.
EliminarComo encuentre un bulto...ya te digo, otro susto que se llevaría!. Un beso grande.
Buenísimo tu cuento. Surrealista. Muy surrealista.
ResponderEliminarLo tomo como una alegoría
Besos y enhorabuena
Pues es alegoría de lo que nos atemoriza, o nos atemoriza cuanto menos, puede acabar siendo un algo natural.
EliminarGracias, mis cuentos parecen gustarte, Ana. Y me alegra. Un abrazo
Interesante alegoría de la vida.
ResponderEliminarUn beso grande
Es que quién sabe si tenemos un tipo bajo la cama, y no lo sabemos :-)
ResponderEliminarUn abrazo
Vuelvo a leer este cuento. Es misterioso, desde luego...
ResponderEliminarUn beso enorme
Un poco inquietante sí salió :-)
EliminarUn abrazo