Salou a fines de Septiembre. Paseo con fuente y agua |
He leído un relato, muy corto. En un blog al que llegué por no sé qué caminos, en estos viajes por Internet en los que coges un trayecto, y en las paradas te vas bajando, para tomar un ramal, que te lleva a otra parada, donde te paras de nuevo para coger otro. En esas excursiones por una maraña de hilos de una red infinita.
Es un blog, por lo que he visto, de reflexiones, o pensamientos, donde he leído un fragmento que me ha hecho recordar lo que me ha pasado hoy.
Quienes quieran lograr el éxito deben ayudar a que sus vecinos también tengan éxito. Quienes decidan vivir bien, deben ayudar a que los demás vivan bien. La vida vale por las vidas que alienta, y quienes optan por ser felices, deben ayudar a que otros encuentren la felicidad.
relatos muy cortos, casi parábolas
Pues bien. Hoy he visto a una chica pidiendo. Yo también tengo una costumbre, que he adoptado con la edad, como habíamos comentado respecto a otras, como poner primero el pie derecho :-), costumbre que yo no tengo.
Tengo otra, y les explico. No doy limosna. Vea el cartelito que vea, no la doy. Si dejo monedas en un recipiente, es porque vea a alguien ofreciendo música o alguna habilidad. Y no lo considero limosna, sino contraprestación, por lo que me han ofrecido y que yo he aceptado, según yo lo entiendo.
En cambio, sí que doy algunas monedas, o lo que sea, si se me pide de forma directa. Creo que debo tener cara de simple, porque me piden con frecuencia...desde una dirección, hasta un cigarrillo, comida o dinero. Escucho qué me dicen. Y en función de ello actúo.
Bien. Hoy había, en un lugar por el que paso alguna vez, una muchacha, de unos dieciocho años o poco más, tocando una guitarra con más fe que condiciones. Por el lugar, por el estado de su instrumento, y por los ruidos y sonidos de la zona a esas horas creí escuchar talento. Sin más. El recipiente era una caja roja de bombones, vacía, de las pequeñas, con un cartel que descubrí delante de unas manoletinas azules. Mal íbamos. Me negué a sacar las gafas, pero estaba claro que era un cartelito digno. Nada de churretes de rotulador por ahí, sino un mensaje mecanografiado en un cartón blanco.
Imaginé, ya ven, una necesidad para seguir estudios de solfeo en academia privada o algo relacionado con su talento, para mí innegable, y que no le bastaba para conseguir sus objetivos. Imaginé una situación de poca familia, menos recursos y grandes ganas de avanzar en la música. Miré en le monedero, pero el billete de veinte me pareció excesivo, y las monedillas se me hicieron infames, así entré en un supermercado para que me cambiaran. Como imaginan, hube de caminar un poco. Lo más cercano a esa plaza con fuente es una churrería, que estaba cerrada.
Era el día de la tercera edad o eso me pareció, porque los usuarios, los que yo vi en las dos cajas habilitadas, eran muy mayores. Ancianos, no nos engañemos. Tardé bastante, por lo que comprobé luego, en tener dos billetes de cinco y uno de diez, pero con todo el cariño fui en busca de mi guitarrista en ciernes.
Ella ya no estaba, pero el cartel sí. En letra Arial, y de tamaño treinta, pude leer en el cartoncillo que yacía en la papelera:
Necesito ayuda.
Fui a un concurso de talentos de la televisión, pero no pasé la primera prueba. En cambio sí me enamoré de un chico que vive en Málaga. Mi familia no lo entiende. No puedo pagarme el viaje. Por favor, ayúdeme.
Gracias.
Me que quedado con varias dudas:
ResponderEliminarLa primera es si la chica tenía (como me ha parecido al final) o no tenía (como me ha parecido al principio) talento.
La segunda (que no me puedes responder) es si el malagueño estaba haciendo algo también para poder llegar a encontrarse con ella.
La tercera (que es más curiosidad) es saber si una vez leído el letrero le hubieras dado igualmente el dinero.
Un abrazo.
Creo que el talento la acecha, pero ignoro si ella se dejará atrapar por él. No creo que el muchacho esté poniendo de su parte la misma intensidad en el deseo de volverse a ver. No me planteo mucho si hubiera hecho la movida para darle el billetillo de a cinco, pero me hizo gracia que decidiera esa opción de recoger un dinerillo. Eso sí, seguiré sin ponerme las gafas:-).
ResponderEliminarUn abrazo.
Me da por pensar que alguien se adelantó a tú intención. Alguien que llevara las gafas puestas o no las necesitara. Alguien, además, romántico y sensible. Alguien que, posiblemente, vivió una situación parecida. Quién no. Poco debía faltarle para ese billete al idilio. Pero ahora que lo pienso, y se evapora el efluvio del deseo de una historia de amor, puedo ver a sus padres encontrándola en la calle pidiendo para encontrarse con ese muerto de hambre de acento andaluz. Su guitarra está en "cashconverse" y ella encerrada en su cuarto. Llorando,claro. Aunque lo único cierto que conocemos, es que un cartel lleno de esperanzas está en una papelera. Por conseguirlas o no.
ResponderEliminarUn entonado abrazo en comic tamaño maxi
Es la gracia de no saber más ni menos. Que uno puede imaginar. Me quedo con que alguien, tal vez en la tesitura de poder ser padre, por edad, y comprensivo, por pasado, se me adelantó.
EliminarLe imagino felices en el sol sureño, con acento a cosquillas. Queriéndose mucho y convenciendo a los padres de ella.
Un abrazo desde el puentecillo. Igual nos mojamos, pero valdrá la pena!
A mí me parece una historia hermosa.
ResponderEliminarOjalá el del Málaga tenga tanto corazón como ella.
Besos.
La imagino como tú. Una hermosa historia con final feliz, por el valor, al menos, de la muchacha. Hoy regresé al puentecillo. Nadie interesante por allá.
EliminarPero vete a saber qué historia guarda un joven con los cordones de las zapatillas de colores tan dispares! Si me entero, os lo cuento!
Un beso, Toro. De colores dispares, ya puestos.
Hola, un poemita sacado de un Foro:
ResponderEliminarClink
En un fondo de ruido de motores,
vuelan los fragmentos de conversaciones apresuradas:
(...entonces me dijo...)
(...claro que iré...)
(...vamos atrasadas...)
(...mamá yo quiero...)
las palabras flotan en el aire por un instante,
antes de caer al suelo y ser esparcidas por el rumor
de la gente que pasa sin detenerse.
--¡Clink!--
--Que Dios se lo pague--
Dios tendrá que pagar cada vez menos
(con tantos corazones fríos)
en esta larga jornada de oscuridad eterna...
Odiseo
No sabemos qué historias se esconden bajo cada persona que acaba pidiendo en la calle. Ni qué enfría, o qué calienta a los corazones que pasan por delante.
EliminarMe gusta la imagen de las palabras o las monedas antes de caer.
Un cordial saluso
Es tan complicado eso de la limosna. Concuerdo contigo en que debe haber por lo menos el esfuerzo por hacer algo. Alguien intenta dar algo de música, otro ofrece flores de papel, entonces no cuesta tanto dar una moneda. Pero ¿y los que simplemente estiran la mano? Además está eso de que hay gente que pide porque está en una necesidad momentánea, pero hay otros que han convertido el estirar la mano en una profesión. Normalmente yo doy a los ciegos, porque una vez lo estuve y me pareció terrible, pero a los hombres jóvenes no, aunque me lleve su maldición, porque no justifico su no hacer nada, no buscar nada...
EliminarEs complejo. Ahora en España yo veo a más gente pidiendo. Hay una crisis tremenda y no puedo imaginar qué se siente al sentarse cerca de un supermercado a pedir. No quiero imaginar que´hay detrás. Seguro que hay quien en su vida habría pensado verse yendo a pedir comida a Cáritas, a al Banco de alimentos...pero hay quien puede hacer mucho más que alargar la mano. Me alegro que tu ceguera fuera transitoria, porque ha de ser tremendo.
EliminarLa inacción ya implica una pobreza...de alma, difícil de mejorar, ni con una moneda ni con un trabajo. Un cordial saludo, Jenofonte.