Tarta de chocolate. De Google |
He regresado a un edificio peculiar. A tiempo para el pastel sin velitas que soplar, pero sí
para que el chocolate se derrita en el paladar, con la dulce sensación de soñar despierto.
Ahora
lo habitan inquilinos nuevos, pero sigue Carlos, el portero, con un perro
labrador, vigilando el hall de entrada. Con la misma estatua blanca, de nieve
por estrenar, ante la que sigue pasando, cada noche, la mujer de luz lunar.
Cuando la dama de caracolas ,cierra tras de sí la puerta principal, los interruptores siguen
en apnea, esperando que irradie, en su subida hacia el ático, esa luminiscencia de arrope. Dulce como el arroz con leche, y suave, como la piel de un melocotón
en flor.
Sube
hasta la primera planta, donde tras las puertas velan los sueños, todavía, el
músico dragón de las ocarinas en la noche, y el mismo abogado incisivo de los
pobres y las locuras. Asciende hasta la segunda planta luego,
con pasos leves, donde pernoctan los sueños de un futuro más noble, y las
mandarinas que huelen a primavera y albahaca.
En el
tercer piso permanece, aunque con cambios en su vestuario, la mujer de azul y
risas. La que se interesa por los moradores de esta Rue del Percebe. También
sigue el peluche, la mujer de pétreas convicciones... y algunos nuevos moradores.
Cuando
llega a su puerta, el olor a hierbabuena impregna de vida la escalera, y la
mujer sonríe, sabiéndose a salvo de la
noche y del hielo de la ciudad de los asfaltos. A resguardo de presentes y
futuros sobresaltos.
En su
piso, el amor de los suyos la envuelve bajo las estrellas y la luna.
Permitiendo que se deje mimar por los ojos de luz de un satélite que emana
poesía, para renacer de nuevo, al día siguiente, con nuevos sueños por desenvolver en cada desayuno.
Singular edificio sin duda y muy acogedor. Es una de esas casas a las que uno siempre vuelve con gusto o cuando pasa por su lado entra sin mayor preocupación, pues está hecha con los ladrillos del cariño, aunque siempre haya alguna que otra disputa. Hay chocolate para endulzarlas y las risas que nacen del afecto para mitigarlas. Gracias por contarlo y ser nuestro gran y maravilloso bardo. Un beso enorme paula.
ResponderEliminarHay edificios acogedores. Depende más de quienes los habitan que de quienes los construyen, y es por eso, que ante algunos de ellos, una sonrisa siempre asoma, al balcón de los afectos.
EliminarUn beso de dulces ratos de complicidad.
Una gota de agua se depositó en el lago, traía una mandarina con un mensaje de frutas escogidas: Las mandarinas van mudando a fresas como demanda la estación, y que para cuando vuelva la cereza ya hará tiempo que habrá florecido el naranjo......
ResponderEliminar...entre manzanas jugosas que huelen a macedonia de risas con toques de azahar,
ResponderEliminarLas temporadas de floración se van rotando, pero permanecen los ciclos de la vida, porque ésta habita en los edificios que se construyen con afectos imperecederos.
Un abrazo. El aroma a crucigramas..que sea de la tinta de una Montblanc. :-)
Hay sitio?
ResponderEliminarMe mudo ahora mismo.
Besos.
Toro, para ti siempre hay sitio. Vente, que te esperan y esperamos, los hijos de la noche lunar, y las colinas con locos, por conquistar.
EliminarUn beso.