Su mes de vacaciones sería perfecto para dejar atrás una
imagen tan vista como anodina. Se había cansado de pasar desapercibida en toda
reunión social. Su plan era simple: ponerse unas extensiones del mismo tono que
su color natural, y dejarse practicar un implante de mamas. Y qué mejor que
aprovechar este mes, dijo a su hermana, que es en el que ofrecían financiación
sin intereses. El centro médico se
anunciaba en muchas paradas de bus, en esos
rectángulos para propaganda por toda la ciudad. Y Lucía los veía
tanto a la ida como a la vuelta de su
trabajo como dependienta del Zara.
Le ofrecieron cita para una primera visita el día uno de
mes, y mientras esperaba turno, pudo ver las paredes llenas de diplomas y
asistencias a congresos de quien sería
su cirujano. No tenía miedo a la
anestesia, ni a la recuperación, porque ya se sabe..."que para presumir se
ha de sufrir"
Los vendajes dolieron una eternidad y resultó más incómodo de lo que
creía, pero al mes ya caminaba pudiendo mover los brazos sin dolor en las
axilas. En ese tiempo le había crecido el pelo lo justo para ponerse unas
extensiones. De cuarenta centímetros. Y de pelo natural. Carísimas, eso sí,
pero por algo había trabajado como una burra. Así que salió de la peluquería
saludando a una desconocida que le sonreía desde el espejo.
Hubo de comprarse sujetadores nuevos, y también unos
deportivos especiales, porque cuando intentó volver a hacer running, el
bamboleo de su delantera le producía
un dolor que nunca había conocido. También
hubo de comprar productos para el cuidado y mantenimiento de su nueva
cabellera. Artefactos, cremas,
mascarillas y rizadores que consiguieron que el
proceso de arreglarse para ir a trabajar pasara de cinco minutos a media
hora.
Tenía tantas ganas de enseñar su nuevo look, que deseaba
acabar sus vacaciones la última semana. Al fin llegó el primer día de su vuelta
al trabajo. En el bus notó ciertas miradas hambrientas de hombres, y de
envidias femeninas, y se sintió como en volandas de una revista de moda. Todas
las compañeras la felicitaron efusivamente, y alguna incluso miró su propio
pecho, como para comparar. Puede que contribuyesen las plataformas de sus
zapatos negros, en ese atuendo escogido para su reentré, pero su ego se elevó un palmo y medio, o más, al
confirmar que no pasaba desapercibida, sino que era admirada. ¡Y de qué forma,
por algunos ojos viriles!
Lástima que se le enganchó el pelo al ayudar a subir una
cremallera. Aquella prenda era dos tallas inferiores a las medidas de la
clienta, pero lo solucionó yendo al aseo, y en un periquete. Se recogió la
melena en un gracioso moño. Y así la siguió llevando en horarios laboral, para
no tener percances indeseados.
Lástima también que su amigo, el primer fin de semana tras
sus "vacaciones" le sugiriera hacerse una cola de caballo durante los
preliminares orales del amor. Y luego le pisó el pelo con el codo, tras un gran
polvo. Por supuesto, fue sin querer. Simplemente se giraba para mirar, bien
apoyado, a la mujer hermosa que yacía junto a él. Ya henchidos de amor con cama, a Lucía le dolían ambos pechos, y su
cabellera, una caricatura ahora, en el espejo, era un adelanto de lo que le
costaría volver a colocar sus mechones y recobrar el aspecto natural de su
melena de estreno.
Nunca se está contento con la propia imagen, hasta que vemos que es la mejor para nosotros.
ResponderEliminarUn beso.
Esa es la gracia. Al final, nariz, pechos y ojos nos acaban tocando los que nos sientan mejor...pero díselo a las adolescentes!
EliminarUn beso
Tonterías propias del género humano.
ResponderEliminarUn abrazo.
Necedades del primer mundo, sobre todo.
EliminarUn abrazo
Son cosas de juventud, cuando no se está agusto con la imagen, pero ya se darán cuenta que es más importante el valor humano que la fachada exterior, aunque también es importante estar agusto con uno mismo.
ResponderEliminarUn beso enorme, preciosa y feliz domingo ya.
Imagino que luego uno, as siempre "una", acaba por verse armoniosa y guapa ene le espejo. Cuanto menos hasta que la adultez de los sesenta o cincuenta nos llevan a volver a mirar, con ojo crítico, fladicedes, arrugas o barrigas
EliminarPero si uno no se acepta como él...quién le aceptará, no?
Un beso, dulce María