Se llama Rosser de Casamatjor y vivo con ella. Oigo cada noche cómo se queja en sueños, cómo
levantarse a hacer un pipí es una
maratón de angustias de esquinas y de picaportes, porque el presupuesto
nuestro hace inviable hacer reformas en el viejo piso de la calle Alcolea. Tan
viejo como mal aprovechado. Tan húmedo en invierno como asolado en verano.
Ella, con sus noventa y seis años, la que
sobrevivió a los bombardeos de una Barcelona sitiada. La misma que fue a robar
fruta a los huertos del Prat ante los disparos de los payeses que les
gritaban…”que us doni de menjar la Generalitat, roixos de merda”. Esa mujer de
veinte años que en la España Industrial
se reventó la espalda en telares que ni un hombre de cuarenta años podía
manejar, se niega a recibir mi ayuda.
La oigo encender la luz, quejarse en cada movimiento en la
cama matrimonial que se niega a cambiar por una articulada que nos prestan en
una ortopedia de Sants. Yo me levanto, cada noche, le ofrezco mi brazo, que
rechaza. Luego le acerco el caminador con sillita incorporada, pero me dice…
- - ”qué
bleda ets filla meua, ja sé anar al wáter jo soleta”. Y me manda a mi cuarto,
colindante al suyo, por supuesto.
Me niego a volver a mi casa de Nou Barris hasta que la vea
más repuesta de la operación de prótesis de cadera, pero ¿qué esperar de una
mujer que ha bregado con la muerte?, con el hambre de comer tortitas de salvado
y agua?, con el estraperlo, con el afeitado de cabeza y el aceite de ricino por
hablar catalán?
¿Cómo enseñarle a pedir ayuda, si cuando, quedándose viuda, fue
ella quien giró en la cama a su marido, que se desangraba por una ulcera de estómago?. Ella llamó al médico de toda la vida.
- “ Soc la Rossser, afanyis, que en Joan es
desagna, com un gorrí decapitat”.
Hoy, como cada noche desde el alta por la operación, me quedo
sentada en mi cama, escuchando sus pasos tambaleantes, luego la cadena del
wáter, y por fin su regreso a esa cama que es un rosario de gruñidos y espasmos. Y
cuando al fin siento que se volvió a dormir, me pregunto si he sacado la
fortaleza de mi madre.
Y ahora, echando la vista atrás de mi propia vida, sé que sí.
PD, lamento mi catalán horrible
Esas mujeres que vivieron la guerra y lo que vino después tienen más arrestos que los hombres. Son las principales "culpables" de que las familias salieran adelante. Se lo echaban todo a sus espaldas sin rechistar.
ResponderEliminarP. D. No me digas que tu catalán es horrible, porque me había quedado tan contento por haberlo entendido.
Son las nonagenarias que ahora se niegan a rendirse, si te fijas. Un ejemplo de mujeres, muchas viudas por la guerra civil, que sacaron adelante a sus familias arrimando el hombro como padres de familia.
EliminarAhora, con eso de los divorcios, la mujer de familia monoparental se ve una heroina, y con razón, pero las ancianas se reirían comparando, hasta en electrodomésticos, sus vidas y las de ellas.
Mi catalán es malo, lamento desilusionarte :-). Un abrazo