De "Lecturalia" |
Con el aspecto de un niño otoñal había llegado a punto de la cincuentena con demasiadas nostalgias vivas..
En busca de un delirio imposible, se había perdido en el laberinto de un cenagal de concupiscencia y derroches etílicos, despertares brumosos y agendas imprecisas.
Esa mañana, en su despertar de un hotel del que no recordaba ni cómo había llegado, una luz intensa le llamó desde la rendija vertical de unas cortinas mal cerradas.
La voz era la de ella, inconfundible a pesar de los años. Su profesora de inglés. Miss Peggy Sue le llamaba con la voz que siempre resonaba en sus oídos entre brazos anónimos. Su destino estaba nítido, porque era el suyo. Esta vez no había dudas posibles. Ese destino extraviado entre los recovecos de las huidas correlativas e incontables, nunca lo había sentido tan real como en ese instante.
Vestido de blanca alegría entre las manchas de su alma, abrió las cortinas para alcanzar, en la luz, a la única mujer que había alcanzado a amar.
Al leer sus microrrelatos me encuentro con pequeños momentos que la vida va dejando olvidados en alguna esquina o en algún cuarto a oscuras. Me dejan la sensación de ser un espía de la vida cotidiana. Como por una ventana indiscreta se cuelan tus historias por mis pupilas.
ResponderEliminarMe encanta tu comentario. Me recuerda el motivo por el que escribo: Provocar emociones.
EliminarNo utilizo la escritura para auto-psicoanálisis. No importa lo que yo sienta al imaginar escenario o personaje, sino lo que la lectura de estas pequeñas fotos puedan provocar en el lector.
Y es de los comentarios que más me pueden ayudar a seguir en esta aventura de afición que no puedo evitar.
GRACIAS. Un saludo.
Me gusta, Albada, este relato crepuscular pleno de derrota y redención final de amor y luz (que viene a ser lo mismo). Un abrazo
ResponderEliminarGracias. Es otoñal por completo. Hasta en la búsqueda de la mujer siempre pospuesta. Mujer irreal por el paso del tiempo pero viva en el corazón.
EliminarUn abrazo.