Intentó poner a salvo del naufragio de la memoria
ese sonido único del rumor de las rosas al abrirse. Ensopado por la lluvia
interior de las goteras de recuerdos, quedó pendiente de la deriva de unos
sueños ajenos.
Pasaron los años, los líquenes de la ausencia
trenzaron densos espinos sobre el tronco de su corazón dormido, y cuando un estruendo de tormenta contenida desoló la
periferia de su atalaya, el espejo le devolvió la imagen de un rosal pletórico
de unas luces encendidas, que ni las más negras nubes habían conseguido apagar.
Un texto muy poético, que permite una lectura diferenciada, según los sentimientos de cada lector. Los cuales no quedan ajenos a esta brillante sensibilidad.
ResponderEliminarUn abrazo,
Gracias Alfred. Las luces que quedan encendidas, porque siempre lo estuvieron, tal vez son imposibles de anegar.
EliminarUn abrazo.
el germen de lo dormido que despierta con la fuerza de un millon de primaveras
ResponderEliminarcontra eso nadie puede luchar
solo la muerte y quizas no
Lo dormido, como primavera enclipsada entre páramos de tiempo no logra morir, creo.
EliminarUn cordial saludo.