Retendría el poema entre mis dedos. Nació ligero e impecable entre el alicatado y el mandil, el aroma a orégano y a azul cielo.
Apagué el fuego, busqué en mi disco duro y confirmé, desolada, que lo que creí nacer en mí, era la radio del tercero A.
Los contornos de la musa se esfumaron entre el chup-chup de pasta burbujeante y la tenue levedad de unos acordes. Pasó tan veloz, que el cazamariposas no alcanzó a levantarse entre mis manos.
Con aromas de sofrito, boleros de penar sonando por el patio, y mariposas volando en el ambiente, para trasladar nuestros versos al cielo, las comidas se hacen más sabrosas, con el ritmo cadencioso y lento del hervor amoroso. Chispas de vida saltando entre cazuelas.
ResponderEliminarChispas, que, como pavesas de una hoguera en la playa, nos acercan, en el aire, a la brevedad del ser.
EliminarLos boleros en la radio, a la hora de la pitanza.
Gracias Alfred.
Nada que valga la pena es efímero, como esta entrada tuya, que además de permanecer escrita, permanecerá en mi de alguna forma. Porque aunque no sea capaz de memorizarla, ni lo pretendo, de alguna forma está dentro de mi.
ResponderEliminarMe gusta mucho ese hogar que planteas.
Un beso
Gracias de parte de la cocina alicatada de sonidos a vida y guisos. Sin olvidar las altas dosis de sustancias tangibles e intangibles.
EliminarUn fuerte abrazo.
Cada día y cada noche acuno con diez estrellas novas los clic clac de mi radio bajo la almohada.
ResponderEliminarCada 'Hablar por hablar' se arremolina soto voce, efímero.
Y entonces capto triunfal que vale la pena el sonsonete a medias adormilado, el silencio nocturno, la calma antes del alba, descanso sobre buen colchón, sin nada y ni nadie perturbador: La soledad placentera.
En un programa de elongada presencia, que se hizo llamar " hablar por hablar", la noche se llenaba de susurros de anónimas vidas que cobraban vida. Como un arrullo de sonidos, ejercía de tratamiento económico, sin efectos secundarios y sin receta médica alguna.
EliminarMe cuentan que el programa y su conductora vivían acunados de almohadas varias, que a su vez calzaban diversas y variopintas cabezas, solitarias o no, y que se despedían de cada una de ellas con un clic único a cada huella dactilar.
En el silencio de la madrugada, otros clics anunciaban otras vidas, otros abrazos al alba.
Un abrazo.