Los pasos dejaron huellas en la tarde.
Ella imaginaba luces más tenues,
sueños más grandes,
silencio más acogedor.
Dos chavales jugaban a la pelota.
La arena chispeante, algarabía en el aire…
Hasta un perro corría contento y libre,
y el mar relucía entre guiños de sol.
Entre sus brazos, el agua la dejó esperar,
a que sonara el recuerdo de una música,
que la hiciera permanecer en la quimera,
de una ciudad, abriéndose al mar.
Ella imaginaba luces más tenues,
sueños más grandes,
silencio más acogedor.
Dos chavales jugaban a la pelota.
La arena chispeante, algarabía en el aire…
Hasta un perro corría contento y libre,
y el mar relucía entre guiños de sol.
Entre sus brazos, el agua la dejó esperar,
a que sonara el recuerdo de una música,
que la hiciera permanecer en la quimera,
de una ciudad, abriéndose al mar.
Un mar que se escucha desde esta canción de verbos y sílabas, el crujir de las olas, las huellas del tiempo en la arena, y la ciudad corriendo hacia el mar.
ResponderEliminarUn beso.
La ciudad dormía bajo un sol de justicia.
EliminarLa solana a la espera de un mar por abrazar.
La mujer añora una canción de tierra seca,
desde la playa de luz, atardeciendo en el mar.
Un abrazo, María. Pasado por mar y sal.
Un mar imaginario que llena la ciudad de sentidos, aromas y deseos, para adentrarse en un viaje aventurero, con un amante perdido y mucha luz para encontrarlo.
ResponderEliminarUn saludo.
No sé yo tanto, Alfred.
EliminarGracias por tu lectura, siempre un punto más allá. El saludo lo recibo con agrado, pero te mando un abrazo.
¿porqué me trajiste padre a la ciudad?.... cuando no hay mar en la ciudad no nos queda sino conformarnos y levantar la mirada al cielo e imaginar en el viento el sonido de las olas
ResponderEliminarTe traje, cariño mío
Eliminarpor alejarte de Neptuno,
que te miraba cetrino,
para secuestrar tu mirar.
Y ahora, con él dormido
entre oleajes de sirenas,
te acerco hasta su vereda
para enseñarte a nadar.
Un abrazo.