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Gabriel residió en la
Ciudad Condal desde 1967 hasta 1975, y muchos, entre ellos yo, muy jovencita, descubríamos
“Cien años de soledad”. Vivía entonces en la calle Caponata, del barrio de
Sarria y prefería el ron con coca-cola y no ese que hacíamos aquí con ginebra.
Comentó alguna ocasión, que había conocido a un
librero catalán, Ramón Vinyes, a quien incorporaría a Cien años, como el
“sabio catalán”, y que prefería Barcelona a Paris para vivir. En la ciudad de
la luz había pasado hambre y penalidades, y en Barcelona se encontraba como pez
en el agua, cuando ese boom artístico había sembrado la ciudad de escritores,
fotógrafos, diseñadores y sobre todo buenos editores. Cuesta vivir de la
literatura, y como había pasado con Vargas Llosa, fue la editora
Balcells quien propició que ambos pudieran vivir de su tal vez único y gran
talento: la escritura.
Vargas
Llosa llegaba a Barcelona en 1970 por el empeño y tutoría de la gran Mamá Grande, y vivía en la esquina de la calle
Caponata con calle Osio, así que acudían ambos a menudo a la pastelería Foix, en plaza Sarriá. Tan diferentes, tan alejados… uno con pinta de galán y el otro bajito
y desaliñado compartían amistades en Barcelona, con reuniones en una u otra
casa. Al extremo de que habían de colaborar en una obra común, que por
supuesto, con el alejamiento entre ambos, quedó frustrada.
El
pacto de silencio tras el puñetazo de
Mario a Gabo en 1976 debe respetarse, pero Mercedes Barcha, la esposa de
Gabo, hizo un comentario muy elocuente:
"es que Mario es un celoso estúpido". Parece ser que tras una
ausencia de Mario, su esposa Patricia, se refugió en la amistad con el
matrimonio de Gabriel y Mercedes. Recordemos que los hijos de ambos autores
jugaban juntos como una verdadera familia, pero tal vez Mario creyó que su
amigo fue más allá del apoyo amistoso. La foto famosa se la hizo un amigo y fue
testigo de esa agresión de un doce de febrero, Elena Poniatowska, escritora y
periodista. Lo que menos importa es ese incidente, que pudo reducirse a un
simple lío de faldas, sino el ambiente bohemio que desprendía Barcelona.
En
el verano de 1975 la familia se iría de Barcelona. No regresarían a vivir en la ciudad
de los prodigios de un boom latinoamericano, en las postrimeras de un
franquismo, que fue eje de la literatura en español. La distancia ideológica se
fue incrementando con los años, pero la admiración de Mario hacia Gabo no
decayó. El premio Nobel les vuelve a unir en un barrio de laureles y promesas,
constatando que son dos grandes, y no olvido que Gabo nos espera en su Macondo,
desde su partida en 2014.
Quiero
creer que en estos tiempos, lejos de ya de las utopías de la estrenada democracia
de esas fechas, se esté gestando un nuevo boom de talento literario, de
mestizaje de cuna y universalidad de miras, que en poco tiempo veamos una nueva constelación de gente con brillo interior que nos deslumbre, y nos deje
atrapados a estilos literarios que nos lleguen al alma, para sacudirla.
Hoy me ha apetecido escribir sobre el
incidente del ojo morado de Gabriel GM, para curiosos que aún no lo conozcan, que imagino que serán pocos. El puñetazo de Mario a Gabo
Una buena excusa, la anécdota del puñetazo, para trasladarnos con tu escrito a esos tiempos, para algunas -como yo- de niñez, y sobre todo, para recordar al siempre presente García Márquez.
ResponderEliminarUn abrazo.
De hecho lo he añadido porque siendo una anécdota, para mí, intrascendente era la forma de ubicar a los dos grandes de la literatura contemporánea en un lugar irrepetible. Sé que faltaría CJ Cela pero él no tuvo nada que ver con el universo que se respiraba en Barcelona. No sé si hoy en día es posible la conjunción de astros en la ciudad. Desde mi punto de vista aquí si no tienes padrino no te bautizas. Es muy difícil que te valoren sin tener en cuenta su credo político o personas que te introduzca. No digo que te avalen. Hay que tener la mira amplia a la hora de apostar por el talento, y me temo que ahora, desde hace una década tal vez, Cataluña no está por la labor. Una pena
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
La acción del otro no justifica nada, tampoco la sombra negra del ojo que se posó en silencio sobre una hipotética falda en medio de la bohemia barcelonesa.
ResponderEliminarGracias por comentar un episodio garcíamarquiano.
En el caso de hoy, al hilo de su cumpleaños de hace poco, si viviera, me dio por rememorar la época barcelonesa, que creo fue inspiradora para él. El episodio en sí no me interesa, la verdad. Me gustaría que en Barcelona, que es ciudad abierta y cosmopolita, pudiera volver a respirarse la atmósfera de creatividad y eso se llama nostalgia. No se dará de nuevo, pero es echar atrás la mirada, hacia un tiempo fallido, a mi criterio.
EliminarUn abrazo
Una historia nunca aclarada del todo, pues sus protagonistas no quisieron ahondar en la misma, quedando solo las espulaciones de los posibles biógrafos. Casualmente como vivo cerca, en mis paseos por el barrio, aun respiro aroma de letras entrelazadas con reproches y silvidos de puñetazps disparados. ;)
ResponderEliminarUn beso.
Quién mejor que tú, que vives por esas calles de Sarriá, para intentar retener la mirada de ellos, de su geniales diálogos, imagino, y ese hálito de intelectualidad de esa ciudad en fechas pasadas
EliminarNo me interesaba la anécdota encuentro, sino la maravilla del ambiente literario v de talento en la ciudad de lso prodigios :-). Un beso
Había leído sobre ello.
ResponderEliminarAy los celos, las emociones....
Besos.
Ay ese saberse atractivo o atractiva, qué duro es, Toro. Barcelona era una fiesta, sin ellos. También
EliminarUn beso
Desconocía la anécdota del puñetazo. Muy interesante la entrada.
ResponderEliminarUn abrazo.
A veces la realidad supera a la ficción. Pero Barcelona era un escenario de gente intelectual, se destilaba cultura, iniciativas, progresismo. Eran los coletazos del franquismo y la antesala de la democracia, era la lucha de los universitarios, era el tiempo de agarrar los sueños y echarlos a volar.
EliminarLa anécdota es sólo eso. Un abrazo
Pocos posiblemente, pero siempre está bien recordarlo, las escaramuzas entre literatos me han gustado siempre. Un abrazo
ResponderEliminarImagino que entre grandes escritores los roces de egos son inevitables. Ahora pensaba en Lope de vega y Cervantes, cuya relación era de guerra permanente. Lo curioso, en este caso, es que el odio se inició por el azar. Lope iba tras la hija de Velazquez y en casa de éste se conocieron. Al principio fueron amigos, pero Lope, un ser especial y mujeriego escribía teatro de éxito, mientras Cervantes iba más lento en su fama.
EliminarPerla de Lope a Cervantes «De poetas, muchos están en ciernes para el año que viene; pero ninguno hay tan malo como el Cervantes ni tan necio que alabe a Don Quijote». De éste a Lope «Hermano Lope, bórrame el soné e versos de Ariosto y Garcila, y la Biblia no tomes en la ma, pues nunca de la Biblia dices le». En fin. Ambos inmensos tal vez la rivalidad produjo que se esforzaran al máximo por superar al otro.
Un abrazo
A mi también me gustaría creer que en estos tiempos se está gestando un nuevo boom de talento literario pero mucho me temo que no es así.
ResponderEliminarDesconocía la anécdota. Gracias por contarla.
Un abrazo
Entre unas cosas y otras, Barcelona, ciudad abierta, se esta volviendo pueblerina. No a nivel arquitectónico, sino de miras. Ojalá me equivoque.
EliminarUn abrazo