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De nuevo, por enésima vez, Pablo se vio
embaucado por unos cantos de sirena. Decidió embarcarse, sin rumbo, como otras
veces, hacia espirales de viejos mares, de aciagos recuerdos, además. En la realidad de los navegantes, a veces se oyen sonidos armónicos que les atraen o embaucan, sí, pero los marinos
expertos atienden a los sones de la realidad que suenan dentro de ellos y sólo
a esos sones.
Los aventureros, sin embargo, visten los cantos que escuchan con una pátina
de realidad, para añadir un poco de sal y pimienta a su navegar sin rumbo.
Buscan en el océano la metáfora de la línea del horizonte, siempre por alcanzar, y en los latidos de su corazón, los tiempos de sus alientos. Ponen viento
en popa hacia el punto donde, sin mirar atrás, y sin fiar en vigía alguno,
surcan los surcos que el mar les traza en cada momento.
Cuando al fin un día llegue a
divisar tierra, Pablo enfilará la proa hacia el puerto de ese pueblito y echará el
ancla lo más cerca que la quilla del velero le permita. Nadará hasta la playa,
donde dejará que la arena seque sus pies, y que se le empapen los oídos de nuevos cantos, esa vez mucho más terrenales y
prosaicos, para sentarse a esperar que nazcan nuevas sendas, repletas de
armonía, donde antes sólo había desesperanza, desamor y cantos de sirena sin
mar.
Una prosa poética muy bella y bien lograda.
ResponderEliminarLos aventureros pueden dar por terminadas sus aventuras tocando tierra firma y clavando en el fondo marino su ancla espiritual, para comenzar una nueva vida en una nueva tierra fértil en sentimientos y amores.
Un abrazo.
Hay que ser aventurero, en ocasiones, a pesar de los mares pasados y los naufragios previos. Dejarse llevar por cantos de sirena puede ser hasta recomendable, pero es verdad que, como Pablo, un día has de echar el anclar, y esperar que la nueva tierra, fértil, nos regale nuevos brotes de esperanza.
EliminarMuchas gracias por tu lectura Josep Mª. Un abrazo
Tu prosa es especial y sentida porque la poesía fluye en ella con la naturalidad de aquello que no es rebuscado ni forzado.
ResponderEliminarMe gusta leer tus entradas, porque además de esa bella prosa, por dentro siempre está la almendra de una buena idea.
No dejes de acompañarnos con tus cantos de sirena, aunque la realidad a veces nos descentre.
Besos.
Muchas gracias. A veces tiro ala basura textos a vuelapluma que no me acaban de hacer latir. En el fondo es sólo eso, escribo como late mi corazón, con sístoles, extrasístoles y diástoles, dejando que las palabras se coloquen en hilera, como hormiguitas al sol
EliminarDe nuevo gracias. Supongo que no dejaré de publicar por este rinconcillo. Un abrazo agradecido
Esos aventureros que lucen mientras se secan al sol.
ResponderEliminarUn beso.
Hay que quitarse el sombrero ante los aventureros, sí señor
EliminarUn beso
Precioso y poético tu relato. Está lleno de magia.
ResponderEliminarUn beso grande.
Muchas gracias. En la vida hay quien siempre es marinero de aventuras y quien es marino de tierra firme
EliminarBesos, Sakkarah y feliz día
Esperemos que este soldadito marinero que tenga más suerte , que el marinero de fito y fitipaldi cantante , besos y feliz noche , besos de flor.
ResponderEliminarSEguro que sí. Tiene en la mochila muchos naufragios ya. Le toca tener suerte,
EliminarUn abrazote, Flor
Viniste navegando en la deriva a merced de las corrientes marinas; de allá en la lejanía que se pierde en lo más profundo del mar azul. El atardecer, te depositó en la playa gracias a una ola que después de dejarte regresaba otra vez a la inmensidad como un espumoso adiós que acariciaba la arena. El sol jugaba en el horizonte ardiendo en medio de unas nubes candentes. Era una tarde de finales de Enero donde sólo estaba yo en aquel lugar. Me acerqué a tí mientras temblabas entre el miedo y la impotencia de no poder hacer nada. Tus ojos eran verdes como el agua más pura; tan profunda como tu mar Mediterráneo y...pasados unos minutos, el sol nos dejó a la luz de una luna de primavera de invierno. Las aguas del mar brillaban infestadas de reflejos plateados y un barquito cruzaba aquella estela. Te pregunte si necesitabas algo, si tenías frío después de aquel naufragio y tu, conocedora de la profundidad del alma, levantaste tu mano para tocar la mía...solo eso. Acaricie la palma de tu mano abierta como quién se abre al mundo y, en aquel momento entendí tu idioma...tan universal como el del corazón. Naciste en medio del océano y sólo entendías de libertad. Llegaste a esta playa y no era lo mismo. Quieres regresar al mar pero allí encuentras la soledad porque de tu especie solo quedas tú...ves a otro corazón y a el te das aún sin saber de lo falso que puede ser el hombre. Lloré al ver tu pureza y me abracé a tí como nunca lo hice con una mujer. Te arrastré por la arena y te devolví al mar que te vio nacer y justo al amanecer, cuando el sol inundó de llamaradas el horizonte de un nuevo día, desperté en medio de aquella playa con el sabor en mis labios de un beso del mar...Gracias a ti escribí este relato y gracias a mí, sentí lo que siento...
ResponderEliminarHace años que escribí un relato a una sirena. Espero que te guste.
La sirena regresó al mar de los azules sueños, donde no hay marinos que se enfrenten a la arena de los pasados, ni gaviotas que luzcan con graznidos, sino sólo la inmensidad de las aletas para nadar, agua para ser libre y sol bajo el que cobijarse
EliminarSoñar más allá del horizonte es una aventura maravillosa, pero también llega un momento en el que uno desea enraizar su vida bajo sus pies…
ResponderEliminarPrecioso, querida amiga. Y el último párrafo me encanta; poético y esperanzador…
Un abrazo grande, y feliz noche 😘
Es verdad. A veces, hasta las sirenas quieren varar, que no naufragar, para enraizar sus aletas en una playa. Me alegro te gustase, Ginebra
EliminarUn abrazo grande, y feliz noche para ti
Se huele la sal en tu escrito.
ResponderEliminarQuiero pensar que sí. Porque los aromas permanecen mucho más que la imagen concreta que uno pueda imaginar :-)
EliminarMuchas gracias. Un abrazo, Marcos
Muy bueno el relato, la imagen que lo acompaña. Gracias a los aventureros que enriquecen la vida con nuevas experiencias.
ResponderEliminarSaludos 🌞
Sin aventureros no habríamos salido de la edad de hierro. Esos locos son necesarios, sin duda. La foto es de Salou, Costa Dorada, lugar que me queda a cinco minutos de coche y que visito a menudo.
EliminarUn abrazo
Un texto lleno de metáforas y una metáfora en si mismo. Así lo leo yo. Y elijo la que me lleva a la fortuna de vivir la vida que uno elige, a la libertad. Tal vez porque me gustan los cantos de sirena.
ResponderEliminarMuy bello
Un abrazo
Es un ametáforo en su conjunto, como has leído correctamente. Todos llevamos dentro un marino errante, y no siempre buscan otro objetivo que naufragar.
EliminarLos cantos de sirena, Ulises lo sabe, y tienen un canto tan bello que dejarse llevar por ellos sería el mayor ejercicio de valentía. Un abrazo
Me ha encantado ya que por fin la esperanza a llegado
ResponderEliminarabrazos van
Ha llegado, en efecto, porque naufragar mil veces no implica seguir naufragando. Hay personas que una y otra vez parecen perseguir imposibles, pero al final pueden llegar a buen puerto
EliminarUn abrazo
Llegar no es volver.Es encontrar el camino de ser.
EliminarSí, de hecho no seria llegar al mismo lugar, sino hallar otro camino. Buena matiz.
EliminarTodos hemos sido navegantes en pos de cantos de sirena. Casi estoy segura. Quien jamás se ha atrevido se ha perdido la ocasión de ser valiente.
ResponderEliminarUn abrazo, Julio David
Muy bello y aleccionadora prosa poética. Los cantos de sirena se oyen tanto en tierra como en el mar. Un abrazo.
ResponderEliminarmariarosa
Es así, se oyen por mar y por tierra. Luego es el personaje quien elige si hace caso a esos cantos
EliminarGracias por tu lectura. Un abrazo
Excelente prosa poética, desborda magia, y con metáforas bellas, me ha gustado.
ResponderEliminarUn placer leerte Albada.
Un beso y feliz domingo
Me alegra que te guste el estilo, porque cantos de siena, todos hemos escuchado, y seguido, alguna vez.
EliminarPor un domingo sin cantos de sirena, sino con delfines en el horizonte, instaurando la alegría dominical en este otoño. Un abrazo, Carmen