Tomado de Google |
Siguiendo una iniciativa de El TRABAJO, UNA MALDICIÓN BÍBLICA
Mi padre era barbero y mi abuelo también lo fue. Desde pequeño he vivido en la barbería del barrio. Mi casa estaba justo encima de ella. Conserva el cartel giratorio rojo y blanco anclado en la pared. Aunque me he deshecho de muchas cosas, sigo conservando ese cilindro bicolor que era mi guía cuando regresaba a casa, y el sillón para niños que tanto esfuerzo le costó encontrar a mi padre. Cuando lo trajeron, yo tenía unos cinco años. Tiene forma de caballito de carrusel. Es negro, musculado, brioso y altivo, y sigue hipnotizando a los niños, cuando conseguimos que se monten en su grupa. Me es útil para poder cortarles el pelo sin que se muevan demasiado. Está deteriorado por los flancos, por espuelas invisibles, pero sigue imponiendo su perfil desde el rincón.
Cuando unos meses después de una tentación ante un cliente, que requería un afeitado apurado y que me dejó un aroma a pecado, llegó otro joven, rubio, me regaló un rato impagable. Me sorprendió que solicitara afeitado y corte de pelo, por esa barba no compactada aún, por la falta de mayor madurez, y por ese color tan claro, inusual..
Era bellísimo. Su perfil contra la claridad de la ventana era perfecto. La nariz recta, en ese rostro joven y sano era impensable en mi barrio. No pude demorarme más en el corte de pelo, porque empezó a mirar el reloj, que marcaba la una, hora que suelo cerrar para comer, y me explicó que había de tomar un avión a las cinco. Cuando le puse la toalla caliente, tapando con ella sus ojos, y su nariz, y su barbilla perfectas, me senté sobre el caballo negro. Por mirarle. Desde la grupa de mi alazán de la infancia le contemplé. Ante el impulso de acercarme me contuve lo que pude, y sólo cuando no podía evitarlo más, me acerqué, con la navaja en mi mano, que brillaba con destellos ante un sol que orillaba la ventana. Estaba con las cortinas abiertas, y podía ver la calle, con sus mil ruidos, y movimientos de regreso a casa de los niños del colegio cercano. Tomé su carnet y apunté sus datos. No sabría decir por qué. Lo cierto es que guardo en el bolsillo de mi bata un papel doblado.
Ante la tentación de acercarme con la navaja a su cuello, la tiré contra la pared, con tan mala fortuna que impactó en la esquina del mueble de los afeites y lociones, rebotando luego hasta la grupa del caballo de cartón piedra, produciendo un áspero sonido a madera carcomida. Con el golpe, el joven se incorporó, quitándose la toalla de la cara bruscamente, y saliendo de mi barbería, amenazando con ir a la policía.
Me asomé a la calle, y pude ver que hacía gestos a un taxi que pasaba a unos metros. No llegó a mirar atrás en ningún momento. Seguramente fue directo al aeropuerto, pero, aunque se fue sin pagar el mejor corte de pelo que jamás volverá a tener sobre sus facciones de príncipe al galope, no sabrá nunca que yo sé dónde vive. Yo haré porque no sepa jamás quién le despertará un día, con una navaja en el cuello mientras le contempla dormir.
Anda que....
ResponderEliminarSuerte que los pakis a 5 euros el servicio habrán acabado con este descerebrado...
Volverán a estar de moda los barberos Toro. Por muchas maquinillas desechables que se vendan, era un arte eso de afeitar a navaja, y los rituales. Este loco debería ingresar con tu protagonista del psiquiátrico, pero ojo, no le hiciera la competencia :-)
EliminarUn beso
Yo creo que no me dejaría afeitar, un descuido lo tiene cualquiera, hasta los médicos lo tienen...pero este descuidado no era, menudo final, que yuyu...
ResponderEliminarBesos Albada
Hay que tener confianza en cirujano y barbero. Tienen en sus manos herramientas de cuidado.
EliminarEse final es así, expresamente :-). Un abrazo
Desde pequeño he vivido entre clientes y pelos. Mi madre era peluquera como mi padre y yo, por estudios académicos, también lo soy...
ResponderEliminarMi padre siempre estaba enfadado con el mundo porque ser peluquero no era vocación y claro, tenía que tratar bien a la gente porque de otra manera se quedaba sin slientela. Mi madre sí tenía vocación de peluquera además de ser alcahueta y criticona, cosa que agradecían las clientas al ser informadas de fulanito o menganita...
El oficio de peluquero trae muchas espinas me decía mi padre. Los pelos son puas que se clavan por todas partes como si fueran higos chumbos y mi padre, siempre mal humorado, decía que tenía espinas del pueblo entero...se maldecía contínuamente y a todo le pinía pegas y mi madre, siempre cotilla de lengua de vívora le hablaba de comidillas...
Así pasaban los años y yo fuí también peluquero. Antes de entrar en la academia estuve de aprendiz en la barbería de mi padre. El sabía bien como tratar a la gente para que se sintieran biçen, incluso parecía feliz por reirle las gracias, entonces aprendí de la falsedad y la hipocresía de un pueblo...
Cumplí mis años de academia y me hice barbero. Alfinal de un año de cortes de pelo y afeitados, una odea poblaba mi mente ya fuera en barbería o en la calle...Estudiaba el cuello de cada cual. Los había de todas formas pero me daban asco los que renían berruguillas...había cuellos blancos, morenos, sin apenas pelo de ese que viene del pecho o sucios de trabajadores. Siempre desee cortarle el cuello a alguien hasta que esta idea se hizo una obsesión en mi cabeza. Tenía deseos hasta de mi mismo cuando me afeitaba por ver un caño de sangre que saldría a borbotones...
Mis sueños nocturnos y mas placenteros eran de cortar cuellos. A veces me hería y provaba mi sangre como si fuera un vampiro. Me casé y quería cortarle en cuello a mi mujer, a mis hijos, a mis suegros; ver un caño de sangre purificadora.
Mas nunca tuve la determinación de hacerlo. Lss personas del pueblo me tienen por un hombre que se ocupa de su familia y trabajo. Ahora ya estoy jubilado y jamás a nadie le he contado esta idea obsesiva. He perdido la vida pensando cosas crudas y crueles y voy a morir con la vida interior de un desgraciado que no supo vivir la vida...nada más.
Ha nacido en tu blog
EliminarUf. Más inquietante que tener el sueños de llevar a la realidad el deseo de rebanar un cuello. El tuyo ha dejado de vivir su anhelo. Pero que no desespere, quién sabe si un día, un forastero no solicite los servicios de un barbero retirado y tenga la oportunidad perfecta de hacer su sueño realidad :-)
EliminarYa veo que la idea inspiradora daba para mucho. Un abrazo
¡Qué buen relato!
EliminarQué lástima que no pusiste el original, no es largo y creaste un clima que en el actual no es tan impactante debido a los cortes (a los tuyos, no a los del barbero... jeje).
ResponderEliminarImagino la tentación que tendrán al afeitar cuando pasan la navaja por el cuello del cliente. Sobre todo si es antipático y les cae mal...
¡Muy bueno, Albada!
Besos.
Las amputaciones casi nunca salen bien. Creaba un personaje barbero mucho más psicópata, más lejos de la realidad, pero me pareció muy largo. Sí, eso de tener a un tipo hablando bajo una toalla húmeda y caliente que te caiga fatal, para darte paso luego a una navaja cerca de su nuez, es todo un acto vocacional. :-)
EliminarMe alegra te gustase. Un abrazo, Mireilla
Donde yo vivo hay una barbería como la que describes, con sillón infantil incluido, se llama "Barberia moderna".
ResponderEliminarNo se me ha hecho largo, un personaje para un psicólogo y para interesar al lector. Un abrazo
Ese nombre al establecimiento es muy bueno. Lo moderno puede ser lo antiguo, vestido para el hoy. Hace poco regresé a la calle de la barbería que me inspiró el texto, por recordar un aroma que sólo existe en estos lugares. No existía, por supuesto, pero me engañé en pos de ese cilindro de espiral, porque era una lavandería autoservicio, que había mantenido el artefacto.
EliminarLa vida, siempre un tango de ida y vuelta. Un abrazo y buen jueves
Qué mal rollo ese barbero. Menos mal que yo me afeito en casa
ResponderEliminarUn beso
Un psicópata de ingreso :-). Mi padre se afeitaba en casa, con ese ritual de jaboncillo en brocha y una maquinilla con hoja recambiable. Sólo iba los sábados al barbero, y regresaba con un apurado mucho mejor y un aroma a after shave que se llamaba loción, claro. Ese aroma sigue en mi pituitaria. :-)
EliminarUn abrazo
Muy interesante relato. Oigo un sonido afilado de suspenso, en el final, que no me puedo quitas de la cabeza....¡uy!!! Un fuerte abrazo
ResponderEliminarEl barbero tal vez no llegue a cumplir su sueño de ver a este tipo bello dormir, para rebanarle el cuello luego, pero con su locura, capaz es.
EliminarUn abrazo grande
Debo confesar que en mi vida me he puesto en manos de un barbero, de "barba", aunque sí en manos de bastantes peluqueros.
ResponderEliminarNo me gusta poner mi yugular al alcance de un señor con navaja.
Te he leído y he recordado a Hitchcock.
Besos.
El original creo que sí creaba una atmósfera visual muy de Hitchcok , pero aún con tala salvaje, algo ha perdurado.
EliminarBesos, y feliz jueves
Un relato genial sobre un barbero un tanto "peculiar". He visto esa barbería en mi imaginación y recuerdo muy bien ese cilindro giratorio cual pirulí bicolor. Has descrito muy bien las tendencias malsanas de un barbero muy profesional pero al que es mejor tener lejos, jeje.
ResponderEliminarHe leído la versión original y debo decirte que la prefiero. No resulta excesivamete larga y es mucho más rica en matices y ahonda más en la personalidad del protagonista.
Un abrazo.
Seguro que la original, porque toda tala puede ser salvaje al final, sí guarda perfectamente la atmósfera que quería crear con ese personaje tan peculiar. Casi nunca segundas partes son buenas :-9
EliminarGracias por tu lectura, Josep Mª. Un fuerte abrazo
Pues el original estaba la mar de bien. :)
ResponderEliminarLa sensación angustiosa sigue. ¿Alguien ha mirado en el sótano de la susodicha barbería?
Un beso.
Sólo tú y yo lo sabemos. Hay tres cadáveres bajo el hormigón del sótano. Con las lluvias de este Noviembre, inundando todo el barrio, apareció una grite de el suelo. Por mucho que el barbero se oponía, los peritos del ayuntamiento acabaron por dar la orden de abrir el suelo. La primera calavera que apareció era de un varón joven, la tibia era de un varçon de mediana edad y los brazos parecían de adolescente. No han encontrado esqueletos enteros, pero todo apunta a que ha cocinado guisos de aromas peculiares durante más de una década. :-)
EliminarUn beso
El caballo negro, sonríe desde ese día en que excavadoras y peones, con un comisario de la científica, andan recavando pruebas sobre gente desaparecida.
EliminarAlfred, es que eres de lo que no hay :-). Ahora retomaría el texto y pasaría a ser novela negra pura. Un beso
Ya sabes que tú y yo haríamos maravillas puras.
EliminarUn beso.
jaja. No serán maravillas tal vez, pero nos hemos divertido mucho, así que con tus palabras, llamas a las mías, y ahí se enreda el ovillo.
EliminarUn beso, Alfred
No leí el anterior o no recuerdo haberlo hecho pero fíjate que he pensado más en una barbera que en un barbero y ese inquietante caballo negro que parece el muñeco del diablo... como si fuera poseído por un entre que traslada sus oscuros pensares... Es como una casa de los horrores, creo, pero con una barra en espiral roja y azul en la puerta.
ResponderEliminarMe ha encantado tanto que tenía prisa porque acabase para saber qué pasaba.
Un beso.
Eran lugares que a ojos infantiles producían cierta inquietud. A mí me fascinaba el cartel bicolor en espiral, pero también el olor que tenían. El sillón elevable me resultaba un misterio, y si había caballo para niños entonces podía imaginar escenas truculentas. No sé por qué, pero me atraían y me asustaban a partes iguales.
EliminarEl previo, que enlazo al final, es más largo, y la atmósfera de enfermedad mental se perfila mejor. Un beso y feliz tarde
Pensaba que el final iba a ser otro.
ResponderEliminarAbrazo con respeto. (Por si acaso)
jaja, persona más pacifista no encontrarás. El final tenía que ser un tanto truculento, si no, sería un barbero muy poco interesante :-)
EliminarUn abrazo
Pero bueno, de donde han salido las vocaciones de estos barberos que dan yu-yu, acavo de leer el barbeo sangriento de Buscador, y ahora este otro, Yo creo que los extraterrestres nos están invadiendo con este método refinado y depredador... Es un relato genial
ResponderEliminarUn abrazo con cariño.
Ángeles
Hay predadores humanos. En este caso, mi barbero es un enfermo mental de libro. Hoy en día hay pocos barberos como tal, y abundan peluquerías, pero esos locales de antaño tenía mucho encanto, y para mí, cierta inquietud. Escenario para un cuento de terror :-)
EliminarUn abrazo
Me parecía estar viviendo cada detalle descrito. Hay un momento que casi ni respiras…
ResponderEliminarMe ha encantado. Buena trama para desarrollar, y muy descriptivo. Aún me dura el susto, y esa amenaza que acecha…
Un placer leerte, querida amiga.
Un abrazo grande, y muy feliz noche 💙
Salió, en su momento, muy visual, en efecto. El tipo de verdad está enfermo y eso da pie a seguir elucubrando escenas, navaja en mano y una cara tapada por toalla blanca. Muy tentadora la imaginar asesinatos sin resolver :-)
EliminarGracias, me alegro te gustara. Un abrazo grande y un viernes de otoño confitado
Pues que lo he visto, pero vamos aquí frente a mi ,la escena magníficamente recreada. Me ha gustado mucho leerte.
ResponderEliminarBesos
Me alegra que te haya gustado. Es un oficio tal vez en vías de extinción, pero me ha dado mucho juego con este post.
EliminarGracias, San. Un abrazo
Que final...Es alucinante.
ResponderEliminarMuy bueno el relato.
Un beso grande.
Con Alfred casi que lo dejamos aún más inquietante :-)
EliminarUn abrazo y gracias
Yo también he pensando en una barbera, será por lo psicótico de su personalidad en sentirse atraído por el joven. Lo has retratado muy bien desde ese perfil, el observar, el guardar los datos, la obsesión en sus acciones y recuerdos.
ResponderEliminarUn beso dulce y dulce fin de semana.
Ahora qu me lo haces ver, nunca se me ocurrió una mujer barbera. Y no está mal pensado. Aquí, el loco rematado cuadra de maravilla con el escenario, pero tal vez una mujer habría dado un juego más impactante. :-)
EliminarUn beso, Dulce, y feliz viernes
La que has montado en poco rato.
ResponderEliminarBuen relato.
Un abrazo.
Es que la gracia de este mundo bloguero es provocar :-). ES broma. Crear una atmósfera concreta siempre es un desafío. Y aquí tuve la suerte de hacerlo. :-)
EliminarUn abrazo, Macondo, y feliz viernes
Escalofriante , con estilo de grandes plumas, me agrada el ambiente creado que trasmite ese temor a sentarse en la silla del barbero. Felicitaciones Un abrazo
ResponderEliminarAcabo de pasar por tu blog, que luce un poema de frases por día por ella y por un tú. Me alegra que te haya gustado la atmósfera de la barbería.
EliminarUn placer haberte leído. Un abrazo en la mañana, otoñal sin duda, con un sol que, de contrabando, se cuela entre las rendijas de mi corazón.
Pobre hombre tan guapo...
ResponderEliminarSi yo fuera hombre, iría con un barbero cada vez que pudiera. Afortunadamente, como no soy hombre, no me toparé con un barbero como el de este relato.
La maldición de ser tan guapo :-). Pudiera ser que mis recuerdos están tamizados por le tiempo, y hoy en día no me inspirasen para nada las barberías. No las pisaré, como tú, pero imaginé una atmósfera de insanía mental en una de ellas.
EliminarUn abrazo
Ahora se están poniendo de moda las antiguas barberías, en Fuengi, han puesto una en pleno centro y está tan bien decorada que me paro a contemplar la cantidad de detalles que tiene. Espero que nunca tenga que salir corriendo.
ResponderEliminarCon tanta moda de barbas largas, pero cuidadas, no me extraña que haya lugares dedicadas a ellas, las barbas.
EliminarTantos detalles ha de ser una gozada poder estar allí. Ya explicarás :-) Un abrazo
Siempre me ha aterrado ver al barbero a mis espaldas blandiendo la refulgente navaja. (Me venía siempre al pensamiento..., y si se resbala, y si le da un ataquito. Ahora con el sida y la higiene ya no es como antes; una guillete lo simplifica.
ResponderEliminarLos tiempos han cambiado, para bien, en ese aspecto. Esa hoja brillando al sol la verdad es que impresiona, así en crudo. El escenario daba para ese personaje siniestro, y ahí entré a matar :-)
EliminarUn abrazo, Marcos, y feliz fin de semana.
Un texto que ya leí completo hace unos cuantos años y qué bueno que lo has traído al relato juevero.
ResponderEliminarJolines cualquiera se pone en manos de un barbero jajaja como para fiarse de ellos.
Un beso enorme.
He puesto el enlace, porque no quería hacer creer que era de hoy en día. Disfruté en ese momento, y en este, la verdad. Además, hoy se han unido Buscador y Alfred, arropando y extendiendo el texto. Lujazo.
EliminarUn beso, dulce María y finde de lujo para ti.
Una atmósfera inquietante la que consigues crear en tu historia de barbería. No sería yo el que pusiera mi cuello a disposición de semejante profesional, aspirante a asesino. Recuerdo esas antiguas barberías de barrio e incluso recuerdo un crimen real en la forma en que lo cuentas que ocurrió en mi ciudad para quedarse con la recaudación de un día de cobro. Este es el vínculo por si quieres leerlo.
ResponderEliminarhttps://www.diariocordoba.com/noticias/zoco/crimen-barbero_1060337.html
Gracias por sumarte a mi convocatoria.
Un abrazo.
He leído la crónica cordobesa, y me he quedado de piedra. La realidad supera a la ficción muchas veces, y aquí se observa claramente.Córdoba es una ciudad que aún o conozco, pero en el puente de diciembre cae:-)
EliminarMe ha encantado unirme a esa convocatoria, Pepe. Muchas gracias. Un abrazo grande
Uff!! Los pelos de punta me has puesto y a mi que me encanta que me corten el pelo a navaja...sera cosa de pensarselo. Es buenisimo, besos.
ResponderEliminarA mí me gusta también, porque esculpe, parcialmente y en buenas manos, un acabado perfecto. No sé si pondría mi laringe muy cerca del filo, pero no me lo planteo :-).
EliminarMe alegra te gustase. Un abrazo
Hola! Es la primera vez que te leo y créeme que he disfrutado. Todo un romántico de las letras, que sueltas como uno de los grandes. Te felicito por haber engendrado un texto tan bello.
ResponderEliminarSaludos
ESte texto pretendía provocar inquietud, pero eme alegro que te haya gustado. las letras se sustentan de sueños, si no, sería mensajes de wasap, me temo. :-)
EliminarNo sé si hoy en día se pueden escribir relatos con puros símbolos jocosos, pero quiero creer que no. Un abrazo grande, y gracias.
Un relato de lo más inquietante, empieza suave y poco a poco vas llegando a un climax espectacular. Un final de lo más delirante.
ResponderEliminarUn abrazo
Ese final es el resultado de un preámbulo, que tal vez se observa mucho mejor en el previo relato. Me alegra que te haya gustado.
EliminarUn abrazo, Carmen
Parece que ser tan guapo es peligroso ...
ResponderEliminarPor acá están de moda las barberías, que me las has recordado con tu relato.
Un abrazo
Ser tan bello, en ese tipo fue un inconveniente, sin duda. El barbero amaba la belleza, y sus sueños de coleccionista de sensaciones tenían más sentido ante un hombre joven de belleza griega. Tonto no era :-)
EliminarGracias por tu lectura. Un abrazo
Inquietante, tus letras afiladas como la navaja, dejando huella. Me encantó.
ResponderEliminarUn abrazo
Me alegra que te haya gustado. La inquietud no es mal recuerdo para un texto
EliminarMuchas gracias. Un abrazo
Imposible quedarme sin decir que el barbero tiene sobradas razones para querer degollar a aquel monumento de hombre. En otras palabras, son dos voluntades que se enfrentan por afiladas razones y que hacen del relato un contrapunto sombrío.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tú también imaginaste a un barbero más bien feo, me temo ;-). Me alegro que te haga gustado, Guillermo.
EliminarUn abrazo grande, desde este lado del mar. Feliz semana