En el fondo del lago azul yacía la
pistola de don José. La fiambrera lanzada desde las Golondrinas de Barcelona,
había logrado flotar por el cierre hermético de tan alta calidad.
Cuando Julián, en su entrenamiento diario
para el baño de San Silvestre, chocó con el plástico, no pudo por menos que soltar un exabrupto pues
en su nadar sin objetivo, el golpe le dejó un dolor intenso en el meñique de su
mano derecha.
Vio el contenido y decidió llevarlo a la
Policía.
Al corriente de las medidas de seguridad
que la ciudad preparaba para la Olimpiadas, le pareció lo más ético, por lo que
regresó a la recién inaugurada playa reconquistada de la Barceloneta y,
cambiándose de ropa se dirigió a la Plaza de España, para entregarla a los
agentes de los Mossos de Esquadra, con el sentido cívico que siempre le
inculcaron.
En su Renault 18 iba pensando cómo
comentar el hallazgo, incluso calibraba mostrar el hematoma de su dedo, pero
cada cruce de calle se le iba haciendo más patente la dificultad de explicar. Mientras
crecía la duda de si hacerlo.
Aun en el supuesto, improbable, de que el revólver del 22 tuviera
aún alguna huella, por el cuidado en su forma de desprenderse de él, la verdad
es si no buscaban tal tipo de arma por ningún asesinato, sería una fuente de
conflicto su entrega a la autoridad.
Llegó a su casa, desayunó antes de ir a
trabajar y dejó el hallazgo en el congelador. El verano le trajo el lugar perfecto
para desprenderse definitivamente del estorbo de su nevera tres estrellas.
En un lago azul, un arma con pasado, con
un último episodio de la muerte accidental de un viejo dálmata, espera a que el
detective López, siguiendo un hilo de
pólvora de cocaína colombiana hace treinta años, pueda dar con él.
Entretanto, la paz del lago, está guardada por un cartel que pone ¡warning!, en un
símbolo amarillo, como la prensa rosa que huele a detective en alcanfor. El
detective López, tras el rastro de Escobar Do Santos, sigue el rastro de un revólver
de un calibre tan pequeño como para matar a John F. Kennedy desde un rifle tras
una mugrienta cortina de Dallas.
Vaya, vaya, vaya....
ResponderEliminarTu imaginación está que se sale.
:)
Besos.
Por mail te envío una apreciación.
Pensaba que estaba tu mail en el blog.
ResponderEliminarNo lo encuentro.
Da igual, te lo digo aquí, la apreciación es que antes de las Olimpiadas la policía que estaba en Barcelona era la policia nacional, creo que los mossos vinieron muchos años después, por eso lo del edificio de Plaza España de los mossos no cuadra.
Besos.
Estuve dudando, y no confirmé, porque la imagen de los grises a marrones la veo como que más rancia en su esquina contra el actual Centro Comercial de Las Arenas. Tienes razón, cómo no.
EliminarUn abrazo, y muuuchas gracias.
Bueno, es que no salgo de mi asombro, Albada ... esa manera que tienes de tejer frases con hilos de palabras escogidas con mimo, para dar al relato un aire contundente e incabado, siempre a la espera del próximo punto y seguido....Gracias por hacernos participes de tu don.
ResponderEliminarUn abrazo enorme.
No le des vueltas, en una horita de tren el tiempo se estira si se ha leído cosillas y si la historia quiere sacar la punta de la nariz. Pero esto no sigue a texto alguno. Es una excusa para usar una foto que me encanta.:-)
EliminarUn abrazo, casi tan grande como tu corazón.
Por supuesto, Anuar. Pasé por el tuyo. Se parecen todos tantos como las celdillas hexagonales de un panal prefabricado por apicultor con uniforme blanco.
ResponderEliminarUn saludo y bienvenido a este rincón.
Albada, tu imaginación no tiene límites, vas hilvanando tus letras hasta hacer renglones de imaginación para convertirlas en un interesante relato, te admiro, admiro la capacidad que tienes para volar, para crear, para engancharnos hasta el final.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias María. Es lo mejor que me ha pasado, no tener talento para nada en especial. Me permite simplemente dejarme ir, como cuando niña escuchaba los cuentos que un abuelo nos contaba. Me dejaba llevar por su voz, que a ratos hacía cabezaditas dejándonos con ojos como platos pidiéndole...sigue abuelo!
EliminarY aquí estoy. Un beso, sin carmín. ;-)
Interesante relato desbordante imaginación mezclada con realidades.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias por tu lectura. En este caso la realidad, que era la ubicación en Barcelona, hasta la confundí en el reloj de mis recuerdos. Pero tal vez el inconsciente obró bien al quitar la única pieza real del texto.:-)
EliminarUn saludo.
El lago azul, perdió su alegre color, para tornarse en un gris plomizo, por un exceso de plomo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ay si se pescase tanto plomo de sedales que no llegaron a pescar trucha alguna...Síntomas de saturnismo tendríamos al contemplar tanto plomo, de bala y de pesca que hay por tantos ríos y lagos.
EliminarEste lago era azul con pecado, por pescar. Un abrazo