Te escuché en el aseo
cepillándote los dientes.
Confirmé llevar bien puesto
que estrenaba esa tarde
tal vez pensando en ti.
Saliste desabrochándote
la camisa de rayas negras.
Me miraste interrogando
con tu sonrisa de titubeo
y cierto aroma a menta
que parecía envolverte.
Sin decir palabra alguna
les di permiso a tus labios.
Y me besaste. Y te besé.
Mientras los botones de mi blusa
iban perdiendo la batalla
yo hallaba más cerramientos.
Mi voluntad era abrirlos,
penetrar, si me dejabas,
en tu tesoro escondido,
en tus cicatrices añejas
y tus desengaños previos.
Pero decidiste cerrarte aún más.
La luna nos encontró
en un revoltijo de miembros,
en un delirio de muertes,
pequeñas, casi encadenadas.
Dos náufragos cualesquiera
que se juntan por mero azar.
Maripau González. La Pineda 19 de enero 2023