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lunes, 28 de mayo de 2012

Las pequeñas cosas





El castell se cargó con levísimos instantes de incertidumbre. El aixeneta levantó la mano y emprendió la bajada, mientras la estructura de la torre se empezaba a agitar en las piernas de cada componente de la colla castellera.

Frotándose la cabeza por el coscorrón, acabó encarando que las pequeñas cosas no pueden obviarse.

El registro dejaba en evidencia que no se cuidaron los detalles.
Los  vacilantes pasos que llegaron a dar por el filo de la navaja, estaban sentenciados a no llegar a su destino.

Desde un plano de visión sólo unos centímetros más lejos, se observa que yacían agazapadas, pero prestas a salir a escena, las débiles puntadas  de las costuras mal hilvanadas.


Al contemplar una ejecución cuasi perfecta, es cuando entendemos la enorme importancia de las pequeñas cosas.

sábado, 26 de mayo de 2012

Primavera por abrir





Bajo tierra, en su cobijo, el tiempo había dado paso a la primavera.

El sonido del viento agitando las copas de los árboles le despertó con mil sonidos, casi todos naturales.

Algún trueno tropezó con los sueños. Una salamandra despistada le tocó la nariz, haciéndola mover agitadamente por su curiosidad infantil, y salió con su madre hace pocos días por primera vez. Es tierno y ágil y está seguro de que sus fuerzas.

Ya descubrió un aire  por reconocer.  
Aprendió a leer olores y a recopilar signos de amenazas posibles. Sujetó con pinzas en su memoria los consejos que le dieron y guardó como pudo los datos que alcanzó a  recoger.

Se aventura ahora a un primer paseo. Quiere comer un poco de trébol.

Adelanta un paso entre los matojos, sonríe  a una mariposa, concentra la vista, levantando las orejas y entre bolitas pequeñas que cubren su vista de blanco…de la nariz y los pulmones le llega un picor insoportable, que sube, le ahoga la garganta, le trastoca la alegría, le sube a los ojos y oye asombrado

...Attchisss!!

miércoles, 23 de mayo de 2012

Avatar de naipes y amapolas.



Un proyecto de escalera. Esboza a duras penas en su mente, un posible castillo con almenas.

Primer movimiento: Cae una pieza. Sus aplicados dedos se esfuerzan en reconstruir el tramo que cayó por el agitado viento de la vida ya arrebatada, la soledad impuesta, la amarga realidad que le aprisiona. 

Se desmorona la estructura si es de aire y empeño ciego. Trastabillan los puntos de referencia. Se difuminan las líneas. Se descompone la maquinaria de los relojes.

Nadie estará allí si el frío arremete.
Nada verá la caída de las cartas en la mesa.

Nadie. 
Nada. 
Nadie.


El castillo de naipes descansaba esparcido sobre las teclas de un pc,  en la mesa de una sala de estar, que no existía.

Suenan unos ecos entrecortados, en vuelo rasante por los circuitos de la placa base.


domingo, 20 de mayo de 2012

Cuaderno de prácticas



Miro por la ventana que invita a tarde con sol y chiribitas. 
Cada persona ha ido dejando una historia, un proyecto, un desafío o una simple aseveración con la cabeza. Cada interacción es única, por definición sin diccionario, porque somos en cada instante lo que somos, y lo que nos acompaña en la mochila que llevamos. 
Tener a un estudiante en prácticas cada curso, te enfrenta  a variopintas sensaciones, y sin querer o queriendo, a inevitables reflexiones.

Te aposentan en la edad del almanaque. No hay manual para debutantes de la vida, que sacie  la reconocible ansiedad de tener hambre. Inevitablemente recuerdas tus propias prácticas. Por eso lo sabes.

Te invitan nuevamente a actualizarte en parámetros, conocimientos, procedimientos y guías clínicas. 
Buscan en su ipod información.Consultan notas de exámenes, con la frescura de los anhelos incipientes de una titulación prometida. Han ido avanzando en una costura entre vocación y escucha de sus deseos.


Hablan de novios, de aulas y de tutores. 
       Y tú sabes de lo que hablan. 
Ríen y sonríen a menudo. 
       Y tú haces recuento, y te sale un poco menos.
Se asustan y a veces lloran.
       Y tú ya difícilmente te impresionas.
Preguntan y escuchan. 
       Y tú te encuentras hablando, ayudando a que se contesten. 
Se dejan presentar, tocando un poco, sus identificaciones de la Facultad.
       Y tú perdiste varias y una lavadora centrifugó otra.
Estrenan bata, impoluta, 
       Y tu enésima bata delata las muchas horas de vida. 
Desayunos y meriendas, fiambreras y botellines de agua.
        Y tú compartes en la mesa lo que se tercie, de alimentos o de comentarios, ampliaciones de información u otras sustancias intangibles.
...


La juventud, los talentos emergentes, el ciclo de la vida en su imparable avance. 
Y me la quedo mirando, ensimismada y con su perfecta caligrafía, cómo escribe el resumen de la jornada de prácticas,  en su "cuaderno de campo".   
  



sábado, 19 de mayo de 2012

Evocación de flores ausentes


Este incendio provocado se me asoma a la ventanilla del coche, entre olor a humo y esqueletos de pinos espectrales.

Las nubes quieren regalar lluvia y vida, pero ni una flor estará esperando en estas hectáreas devastadas.

No habrá ramilletes para mí, ni guarida para insectos, ni pinaza para construir lechos imaginables que forrar con la manta de viaje.

El aire se ha cargado de silencio infantil en los asientos traseros.

Los kilómetros de devastación inútil, de pura enajenación de la razón, te deja encogido el corazón y un dolor extraño de fracaso .


viernes, 18 de mayo de 2012

Copa de vino

.


En el silencio del sótano, del celler más bello, hay una barrica con un distintivo. Sobre una mesa se dibuja  un decantador y una copa pequeña tapada con un pañuelo blanco, con ribete de encaje de bolillos. Pregunté la razón, ya que había otras copas boca abajo, descansando en una bandeja. El bodeguero me explicó la historia de la barrica, y sospecho que es verdad y no artificio, ya que esa barrica fue cedida a la cooperativa de la región por su propia familia.

Habló de un hombre especial, que, por azares del destino, encontró una cepa de cavernet sauvignon en su viaje a pie por las fincas cercanas. Con sus manos, y armado de paciencia , la sacó de su asiento pintado de sangre y fuego, y con esfuerzo la  transplantó hasta el viñedo familiar, previo consentimiento del propietario. 

Uno de tantos republicanos  de paso hacia el exilio, que conservaba la sabiduría, la razón y la certeza, de que podía ser su última oportunidad de dejar rastro de su paso en este mundo.
Durante su breve estancia en la masía, un niño agonizaba en ella. Los cuidados de ese caminante, con sus botas permanentemente embarradas, su templanza y sus conocimientos, fueron  esenciales en la recuperación del crío,

El invitado, como la legión de perdedores que buscaban llegar a Francia, cabizbajos, vencidos y humillados, siguió su camino hacia el norte. La cepa  alargó las raíces, entre nuevos terrones de barro. Aún puede verse tras un recodo. Sigue dando fruto.  Irradiando, bajo la luz de las tardes, aroma a serenidad.   

Me explicó que esa vid, está  cuidada con unos mimos insospechados. Es la consentida , la reina de la uvas de ese rincón del Penedés. Se recoge en el momento exacto de maduración,. Los racimos se cortan por manos expertas y amorosas. Sus frutos son prensados únicamente, por pies de los chavales de la familia, El mosto que produce, va a la barrica marcada, de cuyo silencio y reposo sacan, sólo de forma ocasional, alguna cata, que sirven en esa copa tapada por el pañuelo.

Hay que dejar que repose, quiere silencio.- Me dijo.

Y asentí. Por alguna razón me dio a probar una dosis, que resultó homeopática .

Olí la copa al acunarla entre mis dedos y parecía visible la oxigenación y el desprendimiento de cada aroma que exhalaba, en cada centímetro del cristal, la gota exacta de un río rojizo de vida diluída. Con los efluvios sentí una sensación de paz, la reconocible sensación de estreno y puerta abierta a la vez. Sabe a libertad y huele a viento azul, con un desliz de salitre. Como si algo te cosiera, a punto de vainica, al cuello de la vida que contiene. Para poder degustarla, despacito, a lentos sorbos. 

Como sommelier de pacotilla, apenas un diminuto sorbo trajo a mi paladar, la auténtica sensación de que los taninos podían renovar mis gastadas letras usadas.

Desde ese día, cuando una copa concreta de mi anaquel, me saluda con su luz violácea, siento cómo regresa a mi lado el olor a barricadas. Las del " No pasarán", ecos que jamás antes había oído. Desde entonces, las palabras se me hilvanan con menos desaciertos. Noto el olor a barro de sus botas, que no eran de siete leguas, sino de tamaño normal, porque su destino era de muy largo recorrido.

Hay una cierta prisa que me ha abandonado, y que entorpecía mis manos ante el folio en  blanco,  y parecen llegar las palabras con más fluidez, como traídas por el viento a libertad que ese hombre trajo con él.

No se conoce el final .de su camino hacia el exilio. Creo, pero no lo divulguen, que parte de él quedó en esa vid. Sin final feliz o con él, cuando desayuno el bocadillo de jamón acompañado de una copa de tinto de esa cooperativa, no cambiaría mis desayunos ni por mil diamantes.

Los enológos sabrán de mil situaciones físicas sobre tipo de suelo, temperatura y otras circunstancias, Yo afirmo, que si fuera medible, con un aparato inventado, hallarían en la barrica, mezclada con el vino, un poso de sabiduría. 

La pena es que no se me contagió. Sólo alcanzo a poner una palabra tras otra en este momento. Precisamente cuando quería rendir homenaje a un gran ser humano , a un republicano sabio.

Cuando un rayo de sol acaricia mi copa y la hace cosquillas, su sabiduría  acompaña mi historia...

Su historia....,
La Historia.




jueves, 17 de mayo de 2012

Dia de Internet


Tomado de Google


Hoy es el día del presente.

Es el día de internet. Toca reivindicar cada minuto como si fuera el último que nos toca vivir. Aunque sólo sea por el inmenso temor a enfrentarnos a  una pérdida, y no haber gozado de lo que se puso al alcance de la mano y no se llegó a sentir.

Maldito el reloj y maldito el lugar, en el que no se supo, no se quiso, o no se  pudo,  decir lo que en cada sístole gritaba nuestro sabio corazón. 
Cuando se habla de amor la conjugación del verbo no admite pretérito futuro.

Hasta internet lo afirma existiendo, permitiendo el presente y no el futuro. Pueden hacerse estudios de cómo se articulará y desarrollará la comunicación, sobre las formas de envío de información y conocimientos; y elucubrar un sinfín de prospecciones e hipótesis, pero, porque detrás de este invento hay personas, de carne y hueso. Con miserias y glorias, errores y aciertos, llantos y risas.

Ese beso al hijo, que nunca estorba, ese guiño al compañero, que jamás agota, ese “ te quiero” a la madre, que no cotiza en bolsa, esa sonrisa al vecino que te ayuda, que nunca pesa en las bolsas de la compra…. eso dos mil gestos que dejamos de ofrecer…
...¿Por qué ahorrarlos hoy?. 


Derrochemos, en estos tiempos oscuros y malolientes, la simple alegría de vivir.

martes, 15 de mayo de 2012

Mira...


Foto tomada de Google


Sentada en el asiento derecho del  escarabajo restaurado, guarda en el regazo un buen manojo de cajitas cerradas.

Cada una de un tamaño y un material, pero cada  de ellas  cabe en un rincón de cualquier anaquel de vitrina.

Convivían entre figuras que guardaban una emoción y sin saber cómo ni por qué, una tarde de Abril se soliviantaron. Fueron sujetadas, de forma brusca,  y dejadas caer en una bolsa verde. Durante un rato, en una inquietud in crescendo, el traqueteo hizo que chocasen unas con otras  produciendo  un sonido similar a un castañear de dientes.
Al fin oyeron una cremallera y respiraron tranquilas, creyeron finalizado ese incómodo viaje. En mudanzas previas habían sido tratadas con más cuidados y mimos pero dieron por bien empleado el incómodo sistema de transporte.
Se descubriendo en el regazo de ella, sobre un pantalón vaquero y notando un viento cargado de promesas. Las manos que las acunaba estaban cálidas y secas.

Observo un coche parado. Una mujer elige algo. Seguramente es la primera que abre. Es de cristal, cuya tapa y unas pequeñas patas son de un metal dorado. La abre atentamente, la mira por todas partes y al cabo de unos poco minutos, la deja abierta en el suelo, sobre la grava. Se ponen en marcha de nuevo y el sonido de la primera marcha, revolucionando el silencio me llama la atención.

La segunda es de madera con tapa en forma de arcón, con un grabado de aves del paraíso  de bellísima policromía. Mira lo que contiene, la vuelve a tapar con precaución y paran de nuevo, para dejarla, tapada, en la cuneta también. A unos cinco quilómetros de la primera.

Sucesivamente va mirando y dejando pequeños bultos por un trazado de alquitrán mal conservado entre pinos, matorrales y agujas marrones que alfombran la tierra.

Cuando el coche circula en paralelo a la línea de la playa, en su regazo no queda cajita ninguna.
Detienen el coche y avanzan tomados de la mano hasta notar la arena húmeda y fría bajo sus pies. Con tantas paradas la tarde tuvo tiempo de ir recogiendo al sol.

Les he seguido por un motivo: estoy de vacaciones. Estoy hasta el gorro de soportar una serie de la tele que se empeñan en seguir mi mujer y su hermana. Salí a dar una vuelta con el coche porque hace calor y al menos con el climatizador en marcha puedo escuchar tranquilo la música que me apetece. Me gustan los Volkswagen Sedán y vi uno parado tras una curva, eso es todo. No creo que hayan notado que les seguía, pero en cualquier caso, no les he molestado en su reparto de cajitas.


Llego a contemplarles. Estáticos como estatuas. Saco la cámara de la guantera y justo cuando voy a fotografiar la puesta de sol con el contraluz que componen, él, con la mano de ella en su mano derecha, eleva su brazo, señala al sol y oigo que dice:

  -¡ Mira…..!!


No sé qué era tan extraño de mirar, pero la foto se fue a pique. Yo regresé al apartamento, con la tentación de recoger las cajitas que ella dejó por el camino. Pero estoy seguro de que encontrarán unas manos mejores que las mías para explicar su secreto, si lo tienen.

lunes, 14 de mayo de 2012

Un gorrión





Desde la energía oscura que reside dentro de él, en un ataque se subjetividad incontrolable, se elevó del suelo.

Fue un inicio teñido de incertidumbre, acompañado de un parpadeo intenso, de un cierto anquilosamiento y un  alto porcentaje de miedo, pero sus alas, se movieron.

El suelo, duro, frío le había dejado confuso, pero vivo.

Aturdidas, torpes y a trompicones,  desde el impulso de su instinto, las patas respondían, y las alas le elevaron.

Cuando  tropezó con una corriente cálida de aire descubrió asombrado, que podía planear. 

Desaparecieron entonces, lentamente, los resquicios del temor.

Reencontró, en ese instante, la tímida vibración de los espacios entre las plumas de sus alas.

sábado, 12 de mayo de 2012

Noche en vela


Composición tomada de Google



Ay noche insomne de amor.
                           Peinada con luna llena,
                                                gastamos  lluvia de estrellas,
                                                                                       sin desterrar el temor.


                                                                                      Por lo que nunca ocurrió:
                                                       eslabones de cadenas,
                               deshilachados de pena…
despiertos nos halló el sol.

jueves, 10 de mayo de 2012

Houston...tenemos un problema




Don Mariano, como en el minuto histórico de " Houston... tenemos un problema"...Tenemos un problema.

Observo con estupor, que la línea máxima de llenado, está a punto de alcanzarse. El contenedor de residuos  para decepciones y sueños rotos, empieza a  emitir un olor extraño y vibra levemente.

Estamos consultando, sin éxito, el protocolo de manejo de sustancias peligrosas.

Ignoramos si  el aumento exponencial de búsqueda en Google de “fabricación de bombas” tenga algo que ver, pero desde el CIS nos informan que desconocen el punto de ebullición del “chapapote”(como hemos venido en llamar la sustancia viscosa, oscura y pegajosa que observamos), de estos contendores amarillos.

Es evidente que algún equilibrio químico o físico se está rompiendo. Los enlaces atómicos, están perdiendo su estructura previa.

Avituallados con guantes, mascarillas y un rosario, esperamos instrucciones.

miércoles, 9 de mayo de 2012

El Alta de Lara




Estamos a la espera de la inminente Alta Médica de Lara, cuyo informe firmará el Dr Patricci. Haremos el seguimiento a través de consultas externas.

Phil (Philip) no parece haber sufrido más que un cuadro leve de estrés que,  presumiblemente,  no tendrá consecuencias para él.

Adjunto el manuscrito de Lara,  hallado en la contraportada de una revista.

Atte.
Profesor Fritz

Recuerdo mucho a Pablo. Le vi tumbado en el suelo, desnudo y quieto. Con una placidez  tranquila en el rostro. Me dicen que Pablo murió. Mi madre me ha traído una foto de su tumba. Desde que todo el mundo usa el Photoshop me fío poco yo de esas cosas.

Creo haber estado con él ayer, en este patio interior donde nos abren la puerta para entrar y nos vigilan desde el otro lado del cristal. Me habló de juegos no acabados, de aventuras no resueltas, de partidas  no comenzadas y apuestas de futuro sin ases en la manga. Yo hacía como que leía y quizá él hacía como que estaba allí ese rato, sentado a mi lado.

Me desperté anoche, medio grogui y llegué al ordenador y abrí mi correo, en un descuido de alguien., seguro. Y es que todas las páginas están bloqueadas en este puñetero ordenador de este estúpido centro donde no me dejan tener ni un peine. Un peine! por si me lesiono?? ¿con un peine?, o con el metal del cierre de mi reloj?. Me han dejado que tenga dos libros y tres revistas previo paso por censura. ¡Qué daño me puede hacer un libro!? Están locos. 

Conseguí echar un vistazo a mi correo. Vi  una propuesta de fin de semana romántico y un crucero de travelzoo y dos canciones que me enviaba Pablo.
Escuché, por decir algo, porque tenía en " mute" el ordenata, la primera. Se llama " Déjame vivir", de Chambao y el de Por un beso. La segunda creo que era "pokito a poco" pero no me dio tiempo a  escucharla. Oí movimientos y apagué la pantalla primero, y luego el historial de google. Regresé a la " celda" y aunque no quería dormir, me venció la medicación.

Hay una piedra extraña por ahí. De la que tal vez hable a la doctora Julia. Es la única que parece querer escucharme sin juzgar. Les pedí que me dejaran acceso a internet cuando me ofrecieron escribir. Encontraría tarde o temprano esa piedra que cupo en mi mano y que creo que tiene un poder que no se puede controlar, pero no sé qué ha pasado. En estos días me están dejando en paz o ya no les importo. Con un poco de suerte me dejan ir a casa. Tengo que pensar qué me conviene. Tal vez mejor no hablar de nada y hacer de niña buena sea mejor que hablar, y me acaben colgando el cartel de vete a saber qué enfermedad.

No quiero regresar a un punto de partida con él, sino seguir o que salga de mi vida. Seguir, como si esa tarde en su casa no hubiera sucedido. Solo dejar atrás el olor a incertidumbre difusa que asomaba en sus ojos, la sinfonía del miedo que sonaba en mis oídos a veces a su lado y que aún me ronda. O expatriarlo, si  llegué a ocupar un lugar en su corazón, de mi propio corazón.

Solo espero dejar atrás esa sensación sólida de trago de sangre coagulada que no acabas de poder deglutir, que me acompaña día y noche.

Ese vacío de referencias, que tanto me dolía, se ha ido llenando de un hueco llevadero, tolerable y manejable.
Cuando cae el sol,  hay todavía un instante en que revivo la música del primer silencio de la creación del Universo, ese aullido que una tarde desgranó a bocados mi corazón. Pero ya son nanosegundos. 

domingo, 6 de mayo de 2012

Escrito de Lara




Apreciado Dr. Josep Patricci.

Según lo hablado telefónicamente en la mañana de ayer, le adjunto para su estudio y posible diagnóstico el escrito que hemos permitido realizar a Lara. Agradeciendo de antemano su colaboración, esperamos que, con su ayuda, podamos mantener entrevistas clínicas con la paciente que puedan dar algún resultado, ya que , como le comuniqué, han sido estériles hasta la fecha.

Dejo que vuele libre mi mente, y tal vez, parte de todo este sinsentido adquirirá significado. Ahora que la medicación, que me siguen obligando a tomar, me permite pensar casi con claridad, me preguntó qué me atrajo de Pablo, si jamás me han interesado los hombres mayores. Nos conocimos en la sala de espera de Tesorería. Cuando en ese rato, que acabó demorándose hasta tres cuartos de hora, me sorprendí hablando con él de cosas íntimas, me asusté. Creo que fue su mirada atenta y su sentido del humor lo que hizo que le viera como un hermano mayor. Tengo por costumbre no dar mi número de móvil, o cambiar la última cifra, por si hacen que lo repita no entrar en contradicciones,  pero él apuntó el suyo en su número de atención del dispensador y yo el mío. Cuando sonó mi Nokia con un número desconocido creí que era de una ETT,  pero era Pablo.

Hallamos la manera de quedar en un local concurrido, para tomar un café, y sin saber cómo, algo en mí se transformó. Me transformé. Y él lo captó, no me cabe duda. Se mostró divertido, chispeante, rápido de reflejos y decididamente encantador. En esa semana mi intuición me sugería alejarme de él, pero mi obsesión me impedía dejar de pensar en él, y acabé tropezando. Tropezando conmigo, con él, con mi estima, con su ego, con el mío, con su pasado y hasta con la puerta de un armario.

Ahora, que quiero salir de este laberinto, hacia una salida de ese viaje por un museo de emociones, deseo, vaivenes y deshojar de margaritas, poco importa, pero llegamos a entrelazar los dedos más allá de la epidermis. A encadenar los sueños, las piernas y hasta a trenzar un camino por recorrer.

Me tiré del trampolín de los sueños hacia una balsa que no sabía si tenía agua. Y la realidad superó a la ficción.  Buscaba sus manos como un apoyo en un camino de anhelos de futuro, que él parecía querer compartir conmigo en su creación. Sentía cómo mi pelo dibujaba en el aire, al caminar, aromas de esperanza y líneas de definición de apego y respeto. Escribí una sintonía de música cómplice en las noches y ensueños de sabor a abrazos en el día.

Quería pintarle de azul, de los pies a la cabeza, desde el torso hasta la espalda y desde mi silencio a sus sueños. Como con gafas de vidrio azul. Veía el mundo azul como un cielo despejado, como un mar plácido, acogedor y en calma, como el sabor a hielo y como el color de mi sonrisa al pensar en él.

Un domingo de Abril, en su casa, me habló de una caja con cerradura que tenía en un armario del salón. Fui yo quien insistió en ver el contenido. El se negaba y aducía razones misteriosas, que no acababa de poder o de querer explicar. Acabó cediendo ante mi insistencia. Contenía una piedra grabada con forma de escarabajo, que yo tomé en mi mano. Me la arrebató alarmado y cuando la guardó de nuevo, le oí gritar. La marca de la llave en su mano se dibujada roja. Oí el agua fría correr sobre su brazo junto a  mis lamentos y disculpas.

No puedo explicar mucho más de esa tarde. Sentí la implosión del universo, la inexistencia del espacio, la ausencia de pasado y el principio del tiempo.
En la cama, él llevaba una venda en su mano izquierda y yo era LA MUJER, la primera célula con capacidad de reproducirse, la bacteria, la ameba, el pez, el reptil y el primer primate bípedo que, mirando el horizonte se aventuró a ser homínido. Me sentí Eva, Afrodita, Cleopatra.. Era la mujer, la única. Él era un instrumento para mi propia supervivencia. No sabría cómo explicar el poder que tenían mis muslos, mi vientre, mi sangre bombeando vida y sólo vida. Con su orgasmo cayó de la cama con un sonido metálico.

No sé cuánto tiempo después algo me impulsó a coger la llave, a conservarla para que nadie abriera jamás la caja. Con un cordón de seda de su mesita de noche me la colgué al cuelo y guardé en mi bolso, (que dicen que no lo llevaba cuando me encontraron), un foulard  que olía a él, y,  por un motivo que ignoro, un donut de la cocina.

No recuerdo cómo ni cuándo llegué a la calle donde un chico, Phil, me pareció que podía ayudarme a encontrar la razón. Porque lo único que quiero es olvidar que una tarde gané una sabiduría indefinible, pero perdí la paz.

sábado, 5 de mayo de 2012

Buscando a Lara






Me llamo Philip y estoy buscando a una chica que llevaba una llave pequeña y dorada al cuello y que ahora sé que no es suya. Llevo en España cinco años y estoy a punto de acabar, a finales de Mayo, mi residencia como especialista vía MIR.

Mis padres y amigos me animaron a elegir cualquier otra rama, pero la medicina forense me cautivó desde muy joven, y jamás he dudado de mi decisión. Hasta hace una semana. Hice la autopsia de un varón, de mediana edad hallado en el suelo de su vivienda, sin antecedentes de patología previa. Era el propietario de una empresa saneada,  y su hermana, que le encontró tras no tener noticias de él,  hizo uso de las llaves del chalet y avisó a la policía. Insistió en denunciar el robo de un joyero especial, que había pertenecido a la madre de ambos.
El cadáver presentaba una huella de quemadura con forma de  llave en su mano izquierda. La muerte había sucedido por causas naturales,  y las contusiones en el cráneo eran consecuencia del choque contra el filo de una cama de hierro colado. El acto amoroso, en ciertas ocasiones, puede ser el factor desencadenante de muerte súbita en varones- Hubiera olvidado el detalle de la quemadura a no ser porque  conocí a Lara la tarde siguiente.

¿Qué puedo decir de ella?, que sus ojos eran inmensos, su cuello alargado y adornado de un cordón de seda negro con una llave dorada, que me llamó poderosamente la atención, pero ella, toda ella me dejó en un estado similar a la abducción. Hablan de amor a primera vista, pero siempre he pensado, que ni existe ni puede existir, que era una forma de definir una pulsión sexual súbita e intensa. Pero ahora no estoy seguro. Sus tejanos y su blusa prometían buena salud, su melena marrón se movía con el viento, y su mirada auspiciaba un cielo al alcance de la mano.

Se paró el reloj de la farmacia y y el del Ayuntamiento, el de la vida y la muerte, el que regía nuestras sombras, que el sol iba trasladando por la Calle Mayor, aquella que cobijó nuestras primeras palabras. Comimos juntos, sin dejar de hablar. Las miradas subieron en intensidad, las manos se tocaron, las almas se acercaron y los labios de ambos luchaban por no caer en la tentación de unirse. Me resistí a preguntar por la llave dorada y la tarde se cubrió de nubarrones grises, olor a lluvia y anhelo de que no acabase la magia que iba poseyéndonos, como una manta. mientras nos alejamos del pueblo en mi viejo Ibiza, y nos adentramos por un camino en la zona boscosa de las Montañas de Prades.

¿Cómo me dejé arrastrar por sus susurros, por su mirada en llamas, por la aterciopelada piel de sus muslos? , pues no lo sé. Sé que no fingió cuando tembló como una hoja y que se estremeció en espasmos con la claridad del primer relámpago. Que me desmontó bruscamente la cintura y la razón, y que algo había emergido en sus recuerdos, que le transformaron los ojos en un terror difícil de explicar. Me pidió que la dejara sola, insistió en que la lluvia no la molestaba, y me pidió, casi obligó, a que me marchara hacia el coche, aparcado en la cuneta de la zigzagueante carretera comarcal.

La última vez que la vi, se sacaba del cuello la cinta y me decía: Phil, tranquilo, yo te encontraré.

He soñado con ella. Tenía un bisturí número 23 en mi mano derecha, que, al acercarlo a su abdomen, se transformaba en esa llave.
Puedo jurar que su aliento en mi cuello era real, tanto, que me despertó. Lo lamento, no puedo seguir escribiendo. He comenzado a llorar como nunca en mi vida creí que se pudiera, y las lágrimas están empapando esta llamada de auxilio. Porque ahora mismo sólo acierto a sentir que si no la encuentro, moriré, y algo me dice que ella ya no me sabrá encontrar.

la cafetera roja



La cafetera de cartuchos llegó en Navidad, gracias a un premio de importe simbólico pero que nos llenó de orgullo de equipo.
Compramos variados tipos de monodosis, con colores diferentes y que dejamos en un colgador diseñado a tal efecto, encima de la nevera minúscula de la sala de descanso, junto a una Melita antigua y una jarra eléctrica calentadora de agua.

El tercer o cuarto día de uso no pudimos encontrar el artilugio que, bajo una semiesfera, acogía el cartucho en cuestión. Llegamos a la conclusión de que se había ido a la basura por error, y optamos por tomar los cafés de la máquina de siempre, que por 40 céntimos te proporciona un brebaje pasable. Una compañera se encargó de comprar el pequeño aro negro tras recorrer unos cuantos establecimientos y, en pocos días, dispusimos del placer de saborear de nuevo unas bebidas de intenso sabor, aunque en ese intervalo de tiempo el número de cartuchos, de alegre colorido, habían menguado sin razón aparente.

Cuando volvimos a perder el artilugio sospechamos del encargado de la máquina expendedora. Las señoras de la limpieza hicieron las veces de detectives para intentar saber quién era el responsable, o el por qué del boicot, ya que hallaron el aro famoso bajo el mueble del fregadero.
Barajamos diversas hipótesis y buscamos escondite al artilugio. Una compañera había llevado, poco después de Reyes, un paquete de té con frutas del bosque y estábamos acostumbrándonos a tomar esa infusión entre pérdidas de aros, desapariciones de unidosis y sospechas varias.

Los meses han ido pasando, el soporte de cartuchos duerme en un armario bajo la pica, la cafetera roja sigue sobre la nevera, y el artilugio negro sigue escondido en su escondite (bajo la falda de una muñeca, regalo de una paciente, y que es conocido por todos, pero que no hicimos extensivo al personal de la máquina). No se ha vuelto a perder, y lo usamos, cuando uno tiene el capricho de coger de su taquilla un cartucho a su gusto.

El té ahora nos espera en una tetera de vidrio, con su receptáculo de aluminio, todo de fácil limpieza. Cada día ponemos de un tipo de té, usando uno de rooibos algunas veces. Lo prepara el que baja primero, elige el tipo, y pone el calentador de agua en marcha. El aroma nos lleva por el pasillo hasta la mesa, donde reponemos ánimos, planificamos retoques de agenda y podemos ver cómo conviven sin problemas las tazas personales de té, con algún café de máquina, y, alguna vez, algún café intenso de la cafetera roja.

jueves, 3 de mayo de 2012

Bola 8 (pool)

Llevo en el bolsillo mis llaves. Ensartadas al llavero de bola de billar, negra y pulida, con su cifra en blanco impoluto y evocador de infinitos.  
A menudo, sobre todo algunas tardes, disfruto de su tacto entre mis dedos, viéndolo lucir al sol en la palma de mi mano o acariciando su textura sedosa. No sé si sirve para algo, pero con el llavero me regalo un tiempo acotado y exclusivo, de goce íntimo y, casi siempre solitario.
Especialmente me sucede cuando las pocas horas entre el café y  el paseo de la tarde son especialmente intensas. Llevarlo en el bolsillo es como tener a mano una caja flotante entre el oleaje,  que me permite recuperar el ritmo de mi respiración. Siento, de forma inmediata cómo me tranquiliza, me repara, me relaja. Me acompaña en las aguas agitadas, como la visión de un salvavidas de madera, de color blanco con rayas rojas, de esos que lucen todavía en las barandillas de Las Golondrinas. Pero éste es esférico y tiene un peso que le confiere consistencia.
Otras veces, sin embargo, anima las horas ese jugar con las manos como una invocación a entretener el tedio, poniendo orden en las cifras del reloj, como una batuta sobre el atril de una partitura recién abierta. Entonces, los reflejos de las ventanas y los sonidos de los despachos, los aparatos y los pasos, el aroma a café y silencio, todo y cada cosa, como instrumento afinado, cobra su espacio preciso en el universo de la tarde.
Mientras pongo el punto final de este texto, soy consciente de que el llavero que alguien me regaló, me espera. Y si me permitís, con él en la mano, deseo que halléis algún objeto pequeño y manejable, que podáis valorar como yo a este llavero.

martes, 1 de mayo de 2012

Dolor, puro dolor



El dolor que se había iniciado en su abdomen, había ido extendiéndose, primero a hombros y caderas, para proseguir su avance hacia las extremidades y el cráneo y acabar en la punta de sus dedos. Era un dolor seco y ardiente el que fue envolviéndole, mientras devoraba a su paso músculos y huesos, arterias y nervios, recuerdos y proyectos.

Descender al lado oscuro  le había llevado a un estado de intoxicación severa, de autoinmolación estéril. El dolor no menguaba de intensidad ni rango. Daba cuartel sólo unos instantes en los últimos días.

Desde la oscuridad sin fondo pudo hacer un pacto entre su herencia genética y las teorías conductistas. Ponderó después los datos de su propia historia y los resultados bioquímicos de su último análisis sanguíneo. Improvisó una hoguera en un bidón, donde fue arrojando, lentamente y de forma metódica, todos los mamotretos,  revistas científicas, la impresión del último TAC y de otros documentos médicos y, en definitiva, todo que se había ido acumulando en un montón informe en el extremo del escritorio, construyendo las irregulares piezas de un puzle por hacer encajar.

Podía sentir cómo, con el acre olor del humo espeso, se iban elevando  hacia el cielo azul, las cuentas de un collar que había conformado su coartada perfecta. Aquella  que le había costado urdir exactamente desde que tenía uso de razón.