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miércoles, 27 de julio de 2011

El gato saliendo del mar

El gato llevaba cinco años en una situación de docilidad impuesta.Con sus rutinas de cajón de arena, su brazo de sillón preferido, su cuenco con pienso y mirando desde la ventana la vida que fluía por la callejuela angosta.

A veces no comía por desidia, aburrimiento o simple hastío y en esas ocasiones,  le compraban una tarrina de hígado de pollo y atún que, aunque muy gustosa, apenas conseguía acabar. Le acariciaban más  y jugaban un rato más con él. En esas ocasiones, porque por lo general, le acariciaba sólo el niño de la familia. Y le disfrazaba. Y le hablaba del colegio. Y lo abrazaba cuando se encontraba triste por algún revés con la madre.  

Lo castraron al día siguiente de maullar, por primera vez, toda una noche por una gata en celo que iba y venía por la callejuela, libre y altiva, sucia y preciosa. Era de tres colores deslucidos,  como saco de carbonero, por ir libre por las calles del pueblo costero, por no tener amo ni cojín, ni futuro, ni apegos. 

Se refregaba esa noche de luna nueva contra la cal de la casa, con un ronroneo pletórico que le estuvo volviendo loco. Literalmente loco. Su mente se concentró en la gata, y el olor que desprendía como promesa de felicidad. Y no podía hacer nada más que seguir su instinto. Probó de huir de la casa pero fue en vano.

Al despertar de la anestesia se lamió los puntos, y ya no hubo gata que le produjese el intenso deseo de escapar. Ni el deseo de salir a recorrer el callejón, a ver de cerca las piedras sobre las que se alzaba una pared encalada. Ni el deseo de correr como un poseso tras la luz del lásser del puntero del niño. Todo deseo se ralentizó, o disminuyó o se evaporó. 

Pasaron los años y a medida que iba engordando iba perdiendo pedazos de anhelo en cada estación. En cada invierno se internaba más en su cálido cojín. y dormía más horas sobre el edredón del niño mientras éste hacía los deberes escolares. Su vida era un dormitar vacío, sin objetivo ni emociones. Un estado parecido al estado vegetativo en el que ni las moscas o mariposas le provocaba algo más que curiosidad. Un día incluso, sin saber cómo, llegó a la casa un ratoncillo y lo miró sin más.

Una noche de verano la ventana quedó abierta, y vacilante y torpe se atrevió a salir a la calle. Sin saber cómo, llegó a la playa del pueblo. Olía a salitre y viento. Regresó a su memoria un tiempo en que se moría por una gata y recordó al veterinario amable que le rasuró una pata.
Hizo el gesto de desparasitarse con brío hasta herirse la piel. 

Entró en el mar azul negruzco de los derroches de luz y, perdiendo el miedo al agua de los gatos, entró al mar en calma, caminó por la orilla y miró la luna. Se internó sólo hasta confirmar que el oleaje suave mojaba sus patas y nada más. 

Siguió saboreando el olor a libertad, y a algas, y a conchas, y a aire. Pasaron los minutos o las horas y seguía siendo noche, y seguía habiendo calma. Cuando por fin salió del mar ya no era el gato castrado y triste que logró escapar. Salió rugiendo un gran león sacudiendo su melena. Con parsimonia. Con majestuosidad. Con una seguridad en él que ni creía que existiese. La vida  le pertenecía para siempre. 

Ya no había prisa ninguna, porque ya era él al fin.

El vaso rosa y las musas con parris.

Tomado de Google

Caminaba sin prisa y sin objetivo tras una niña de coletas marrones, con lazos azules, que iba de la mano de su abuela, con un vaso rosa de plástico pegado a la oreja izquierda.  Al acercarse a ellas, que caminaban más lentas,  le pareció que la niña hablaba al vaso un momento y luego volvía a pegarse el vaso al oído. Y se permitió dirigirse a ella.  
- "¿Qué escuchas en el vaso?".
- "Todo...Lo escucho todo".-dijo la nena.

Pasaron unos días de trabajo intenso, de gimnasio a estragos, de levantares precoces, de noches cargadas de ideas oníricas y de sueños reales.

Cuando se despierta un jueves, oye el mar arremolinarse entre los rizos de su pelo. Algo le susurra al oído -" El vaso rosa de la nena es una caracola de mar, de un islote de la polinesia, cuyo primer propietario se llamaba Kubutsoé, el rey.de la isla".

Esa mañana, con prisas para no perder la costumbre de llegar justa de tiempo, tropieza con la niña a la entrada del colegio. Entre la confusión de uniformes y coletas, entre los sonidos de la infancia y los coches en doble fila. Ambas se miran un instante y cuando se separan la niña le entrega el vaso rosa de plástico.

Confusa pero segura se lo lleva a la oreja izquierda.Sabe que la musa es de colores. Sabe que pertenece al océano y que vino a buscarla. Nació vaso de plástico rosa para ser la musa de Laia. 

Ese vaso, ha ido cambiando de color con el tiempo, de poco a poco, de tono a tono, de puntillas sobre las palabras, ha recorrido un camino de color hasta llegar a ser azul, como una rosa de invierno a la espera.

Como ésta, que acompaña estas palabras, tan cargada de rocío, que  parris me regaló. La que me acompaña en este instante. 

miércoles, 13 de julio de 2011

Albóndigas en el Simposium.Con C

Las albóndigas de "Cattering & Cia "hoy tenían un punto menos de acidez y un mejorado aspecto en el tomate con su romero.¿Se habrá jubilado el chef? ¿Su hija Rosa habrá tomado la decisión de medir las cantidades de materia prima? .Alvaro miró al comensal de al lado y…

..., sin dejar de masticar el manjar semiesférico que le había deparado el destino o el azar, descubrió en él un gesto oblicuo y contrariado. ¿Estaría pensando en algo parecido al aspecto,...
..O, simplemente ¿habría encontrado un pelo de origen indeterminado en mitad de ese amasijo de carne, pan rallado, perejil, ajo y huevos? Era un pelo oscuro y rizado lo que él mismo veía en la salsa. No. La chica empezaba a ponerse rojiza y abría la boca como pez sin agua
...Se había atragantado, sin duda. Miró a su alrededor y no vio a nadie dispuesto a ayudarla. Sin pensarlo, saltó sobre la mesa e, intentando recordar el cursillo acelerado de Primeros Auxilios al que asistió a regañadientes el año pasado, intentó, entre sudores y temblores,...
...agarrarla por la espalda y poner sus puños en el abdomen apretando fuerte. Ella tosía, Ël resbalaba en el charco de salsa de tomate y sin recordar el nombre de la maniobra de las narices empujó fuerte contra él y la chica al fin pudo expulsar...
...la causa de sus estertores, que no era una albóndiga, ni siquiera un trozo de patata. O, al menos, no se lo parecieron en ese momento. Aún entre espasmos, se dio la vuelta para conocer a su salvador, pero justo en ese momento, Álvaro...
...acabó resbalando del todo y se dio un coscorrón en la coronilla. justo ahora, que acababa de pagar 6.000 euros por el autotransplante capilar en dermoestética. Ella jadeaba, él lloraba del dolor pero aún así se dieron la mano para ayudarse a levantar y ...
...se levantaron, no sin esfuerzo ni sin las consecuentes manchas indelebles de tomate, entre las caras de estupefacción de sus jefes y de los miembros de la delegación de Ginebra, en viaje de confraternización, quienes no dudaron en inmortalizar el momento con sus...
...Ipods. Suerte que el delegado de Brontocelandia llamó al 112 para que pudieran hacer un reconocimiento de Álvaro y de la delegada portuguesa, porque en la ponencia de las 15 horas empezaron las carreras a los lavabos del hotel ...
…a causa de las albóndigas y su "extraño" sabor, y hubo que buscar soluciones de emergencia, como obviar el deplorable aspecto de la chaqueta de Álvaro y pedirle que preparase en escasos minutos un discurso sobre "Tractores de última generación y su influencia en el devenir de...
...la agricultura sostenible". Las colas para los aseos no respetaron sexos ni edades, religiones ni etnias y cuando "por motivos ajenos a la voluntad de este Simposium" dieron la jornada por acabada Álvaro y Rufina eran de los pocos que se encontraban bien. Cogidos de la mano
...enfilaron calle abajo, y nunca más se supo de ellos. Las malas lenguas dicen que se diluyeron en el espacio-tiempo en mitad de una espiral multicolor de folletos de tractores. Las buenas dejaron de existir ya hace demasiado tiempo, al menos en los simposios agrícolas.
Y dicen que comieron perdices y fueron felices alejados de la comida prefabricada. Gracias cronopio 36 por este rato, que tal y como está el mundo la sonrisa vale más que el barril de crudo. Un abrazo


domingo, 3 de julio de 2011

Cita a ciegas

Foto de Google


La cita a ciegas jamás le pareció buena idea. Su amigo había insistido tanto, que allí se vio, en el Set Portes ante una mujer que no estaba mal. No era su tipo, pero se dejó llevar sin prejuicios, por esta vez.



Olió su cuello leyendo juntos la carta.
Los entrantes no parecieron motivarles ni al uno ni al otro.
Los primeros le sugerían un primer botón de la blusa. Pidió gazpacho.
Los segundos le prometían carne o pescado, y pensó en su pecho blanco y firme. Pidió solomillo con romero y roquefort.
Él eligió el vino, y lo probó sugiriéndole sabores nuevos a su boca.



No pidieron postre alguno. Ambos preludiaron tan solo, que la noche podía burlar a la madrugada.

Ella fue prudente, tanto en la comida como en la bebida.
Un poco menos en sus palabras, y sus sonrisas.
Un poco arrojada en su risa, y en su forma de ladear la cabeza.



Calculó todas las opciones para no parecer en exceso liberal, pues hasta ese momento no fue con nadie antes de una tercera cita.

No obstante, consideró, por primera vez,  que toda norma permite una excepción.