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jueves, 30 de septiembre de 2021

El verano que se va, en jueves

 


Siguiendo la propuesta de Molí del Canyer sobre el verano que se nos hace corto, mi participación es la siguiente

Este verano se acaba. Me lo dicen las hojas de los árboles, me lo indica el atardecer más temprano, y hasta mi cuerpo me va avisando. Será la época perfecta para ver La Granja de San Ildefonso, por ejemplo, y que visité en julio, con sus fuentes sin espectáculo alguno. Será el tiempo de ver caer castañas en el suelo, y ver gozosas nubes en el horizonte. De bajar los edredones y subir los ventiladores al altillo de los armarios. De tener a mano rebecas y chubasqueros, calcetines y piezas de abrigo.

Dejaré atrás escapadas, o no, y sandalias.  Atrás los shorts y las camisetas de tirantes, el protector solar en el recibidor, y tal vez las mascarillas. Dejaré atrás días de un sol que me alegraba, y un mar que me mecía, excursiones de cercanía, horchatas y melones. Atrás la luz del verano en tus pestañas, el soplo de caricia de tus manos bajo mi falda. Dejaré atrás la urgencia por encontrarte cuando te encontré. Atrás el despertar de un perro que se propuso destrozar todo mueble de mi casa.

Atrás quedan días de tibias madrugadas bajo la luz de tu voz, pero retomaré el aliento del verano exactamente…mañana  

 Palabras: 200


jueves, 23 de septiembre de 2021

Mentiras para un jueves

 


Siguiendola la iniciativa de Mag, en su Trastienda del pecado, mi aportación es la que sigue

Virtudes había ideado un plan de comunicación con Quique. El más primitivo y analógico. Tendía su colada en el tendedero de su fachada, como el resto de vecinos. Él acababa el trabajo a las cinco, y para llegar a su casa había de pasar por delante del bloque de pisos de ella. Veía su ropa tendida y leía lo que ella decía: Camiseta, tejano y bragas quería decir que podía visitarla.

La relación empezó de la manera más tonta, como suelen suceder estas cosas. Ella vendía su coche, y él buscaba un chollo con ruedas. Al contactar se percataron de que vivían cerca, lo que favoreció que se vieran más de una vez. Al tercer encuentro les sorprendió un chaparrón, y por la cercanía a la casa de él, y esas miradas de días previos, subieron. Un aroma a café recién hecho, y el cuerpo mojado de ella dibujando sus formas esculturales pusieron el ambiente. También influyó ese pelo de Quique, indisciplinado, que le daba un aire bohemio y soñador. Pasó lo que podía pasar. Ni ella dijo estar casada con un policía municipal, ni él reveló que, a semanas alternas, se hacía cargo de una niña en edad escolar. Más tarde sí se comentaron   las verdades entre ellos, pero no al marido ni a la hija.

La hermana de Virtudes llegó de visita, con su vehemencia y continuo ajetreo. Con su risa de primavera y su desenfado perpetuo. Lavó unas cosillas en el lavabo y tendió la ropa. Quique leyó bien el mensaje, así que se plantó ante la puerta con su sonrisa de domingo. Cristóbal, el policía, le abrió la puerta. Quique improvisó una mentira como excusa, pero tan mal trabada, que fueron precisas muchas explicaciones y carantoñas por parte de Virtudes para convencerle de que nada ocurría entre el tipo de rizos negros y ella.

Nunca entendí esa la mentira, aunque les perdí la pista. Puede que la historia se haya acabado, o quién sabe, igual ella pidió le divorcio y recibe clases de hacer de madre impostada.

domingo, 19 de septiembre de 2021

Sólo aire



Después se extinguían silenciosamente
. Era la consigna. Antes de nada, la jefa había sido muy clara.

─Formaos, volad, alegrad el aire y haced sonreír a cuanto niño veías, pero después tenéis que extinguiros, silenciosamente.

Eva abrió el bote amarillo, metió el palo con aro en su interior y sopló. El desfile de burbujas hizo su aparición. Volaron todas. Algunas se elevaron un metro, otras fueronal suelo con vocación suicida, y algunas otras se estrellaban contra los dedos infantiles.

Acabada la fiesta, el bote quedó en una papelera, con proyectos inconclusos de aire irisado en su interior.

jueves, 16 de septiembre de 2021

Improvisando, en jueves

Siguiendo la propuesta de Noegéminis, sobre eso de improvisar, mi aportación es la que sigue

Llamaste contento. Esa zona desértica de Argelia siempre con problema de cobertura ya la tenía más que conocida. Improvisabas una escapada a París. La línea telefónica iba y venía, quedando muda poco después. Yo aplaudí en silencio, tampoco me podrías escuchar, según confirmé.

Nos lo merecíamos. Nos lo habíamos ganado a pulso. Poder dejar atrás mi trabajo estresante, y tus entrenamientos, ya tan cercana la fecha del próximo Paris Dakar.  Miré el armario, no era cosa de dejarnos prendas de abrigo. Busqué en Google cómo disfrutar de algunos museos, el Louvre en primer lugar, el Orsay, por supuesto, y cómo no, el palacio de Versalles. Pedí cita en peluqueía y depilación. Actualicé mi ropa interior, todo deprisa y corriendo, pero era nuestro décimo aniversario de boda, que no llevamos a cabo, pero siempre nos dio igual, y bien valía renovar armario, y votos, ya puestos. Teníamos un día escaso para plantarnos en el aeropuerto.

Imaginé que habías apalabrado algún hotel bonito, tal vez en Montparnasse. Me llegó un SMS de tu escudería. Llegabas en la noche, y allí estaría yo, esperándote en el Prat.

Te abracé, ceñidamente, y te besé con ruido y ganas en tu cara, mientras me colgada de tu cuello, agradecida, amantísima, y hasta excitada, (no reconocerlo sería absurdo). Me sorprendió tu semblante, entre divertido y curioso.

¿Pudiste preparar mi maleta? preguntaste

Serán dos minutos, la mía ya la tengo lista.

¿Y dónde vas?

A Paris, ¿no?

Al ver su cara comprendí que, en la llamada, había datos que no entendí, o no escuché, así que disimulé un poquito.

Aprovecharé que tú vas por trabajo y yo iré a hacer turismo.

Fantástico, dijiste algún día podemos comer o cenar juntos

─ Será estupendo rematé yo.

En la noche estuvimos bien, aprovechando tu tiempo conmigo.

Yo improvisé un viaje relámpago con mi amiga Isabela, quien se apuntaba a un bombardero y así pasé el décimo aniversario de boda, cenando  en un romántico bote por el Sena, con un amiga.

Palabras: 334

 

domingo, 12 de septiembre de 2021

Los sueños, que sueños son

 

Imagen de Bic naranja

Eva Cercedilla se dejó caer por el tobogán de los sueños anegados una noche, en la que cambió como calcetín dado la vuelta. Había conquistado la esquina de los sueños de Raúl, quien, a veces, desde la marquesina de un paseo marítimo de Cadaqués, le enviaba besos en Arial o en Calibrí.

Eran besos viajeros, dejados caer como hojas de otoño, sin mayor intención que seguir el curso de lo natural de cada estación.  Los otros besos, los de verdad, los robados, o conquistados, los que le dejaban colgado de unos labios en flor, eran para Gisela Masip Villalegre, la chica que desde el instituto abrió la veda a las hormonas desmandadas de Raúl, y de algún muchacho más.

A mil quilómetros de distancia de ese pueblo con mar cuajado de veleros y chiribitas de luz de luna, ella escribía versos de un amor desaforado, sin más afán que dejar salir de su corazón de golosina los latidos enamorados en su taquicardia al galope cuando recibía algún mensaje del otro lado de la península. Raúl calculó mal el impacto, el peso, la puntería certera en el corazón de ella. Siguió esquivando comunicaciones con vídeo, posponiendo encuentros en un futuro que se elongaba como un chicle de fresa infantil. En un comienzo de la relación, el futuro se llamaba “cuando apruebe primero”, y hace poco, “tras la graduación y la entrega de tesina”.

Eva había rechazado a los moscones que atraía su cabezo rubio como un trigo por cosechar, y esos ojos que sabían ver más allá de la piel del otro. En su playa de A Coruña hacia planes de tomar un tren, y por años, quedaron en planes, pero hace días, sin avisar ni a su familia, se plantó en la estación, dispuesta a ver a Raúl, sí o sí.

Se durmió pronto con el traqueteo propio del ferrocarril, y soñó en comida, de hecho eran vagones de comida,  y que al despertar tomó como presagio de que le esperaba el hombre que la llenaría.

Llegó a Cadaqués a las trece horas, y contactó enseguida con él, imaginando su sorpresa y dicha. La realidad es que estaba en Barcelona, con Gisela, en el piso que compartían durante el curso escolar. Y así se lo dijo, aseverando que nunca había soñado con poder estar por ella. Que había sido una estupenda conversadora, pero que nada más.

Eva tomó una habitación en el hotel costero y pasó toda la noche en vela, entre llantinas inconsolables y desaprendiendo ese amor que ella había inventado sin base sustentadora. Por la mañana, tras un desayuno con pescado, reconoció haber pasado de un amor desprendido (sin esperar nada), a un amor desaprendido. Y así, sin más dolor que un tiempo invertido en nada, coqueteó con un turista ante la escultura de Dalí, más provocadora de lo que nunca pensó ser.

miércoles, 8 de septiembre de 2021

La gratitud, en jueves

 



Siguiendo la propuesta de Dorotea, sobre la gratitud, esta es mi aportación

Paseamos por las callejuelas, batiendo récords de perderse. Sonreías, y yo intentaba mostraste parajes de otra visita previa. Ante mi vista los desconchados, las grapas enormes sustentando las plantas de casi todos los edificios, y que intentaba que no vieras, porque era tu primer viaje a la ciudad de las góndolas. Esa senectud tan poco elegante calándome en los huesos, me llevó a rememorar ese amor desprendido, sin necesitar ni esperar del otro. De alguna forma me sentí como una bola de árbol navideño sin sustento, un pajarillo mirando un nido que ya no está.

Me casaré y vendré de luna de miel aquí. Será mi condición para casarme soltaste a bocajarro ante San Marcos.

¿Y ya sabes con quién?

Me da igual dijiste pero vendré aquí con quien sea mi marido.

Me hizo gracias tu inocente alegría, me llenó de ternura esa ilusión al ver la ciudad de tus sueños.

Inmersas en esa iluminación tan pobre y escasa, que nos llevó más de tres veces a un canal sin puente, (con tantos que hay), la lluvia nos pilló tras unos truenos, desbaratando el romanticismo que tú querías llevarte.

El tipo que nos ofreció su paraguas, quedando él sin cobertura, nos recordó a Paul Belmondo de mayor. Nunca podré agradecer a nadie un gesto tan caballeroso con dos turistas perdidas, empapadas y con el Google maps averiado bajo la luvia. Consiguió que hasta la tormenta fuera hilvanada en el romanticismo que tú esperabas, y que yo sabía que se va a pique.


Palabras 243



domingo, 5 de septiembre de 2021

Saliendo a la avenida de la vida

 


Entre besos de Klimt y un blanco y negro de Casablanca, los vi desde mi guarida. Tras quedarme atrapada en un charco de alquitranada textura, sin más deseo que invernar tras ese verano cargado con balas de bellezas y recuerdos caducados, había encontrado una oquedad con vistas a la calle.

Perros y niños, flores y autobuses paseaban ante mi mirada, casi siempre perdida en nostalgias sin nombre. Mis ojos siguieron a dos niños con pelota, gritando consignas de un fútbol    que parecía presto a renacer junto a los colegios e institutos. Los perdí en la esquina del supermercado. Con la sonrisa levísima aún enfundada en mi boca, la pareja apareció de la nada.  Qué gozo de amor en vena, qué ilusiones en sus brazos, inexpertos tal vez los de la chica, qué belleza de química amorosa.

Ese beso de él me trajo a la memoria tardes de lluvia y caracolas, cuando la primavera seguía viva bajo mi falda y las ilusiones costaban una fracción de segundo. Cansada de rumiar lo perdido, me levanté y salí a la avenida, fresca de nuevo, degustando el aire de un domingo que se abría a mis ojos para ser vivido, y así, con esa fe en el presente, me puse a escribir.  


Me uno a Bic naranja, cuya imagen me motivó y caló. Esa astenia post-vacacional estaba queriendo atraparme, pero será que no :-) Ojalá todos hayamos tenido un tiempo de descanso reparador.