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domingo, 28 de enero de 2018

Por Carnaval

Obra de Odd Nerdurm. De una exposición en Barcelona

Este año hemos decidido que no iremos a ninguna fiesta de disfraces. Aquellas máscaras venecianas que guardábamos con celo, caducaron casi al instante en que dejamos de buscarnos. Tal vez hemos de olvidar el  carnaval de aquella primera vez, cuando, por caprichos del tiempo, las nubes se abrieron dejando paso a la primera carroza y nos vimos. También pudiera ser pudiera ser que tengamos que inaugurar nuevos disfraces. Éstos parecen haber adoptado uñas y recelos a parte iguales.

Los recuerdos nos remiten a aquella vez en la que, tras una carroza de pitufos, en un momento imprevisto e imprevisible, nos encontramos, nos amamos y nos despedimos, deseándonos lo mejor. Sin siquiera saber si nos volveríamos a ver, o si lo que acabábamos de vivir era real o fruto del delirio azulado y pitúfico que lo inundaba todo a nuestro alrededor. Aquellas tardes de carnaval fuimos uno, en realidad uno y sólo uno, en un abrazo fundido que derrumbó las cadenas que nos ataban a esta dimensión. Nos movimos en un Universo nuevo, creado a nuestra medida, en el que cabían, aparte de nuestros alientos fundidos y nuestro arrollador ímpetu, aquellos seres diminutos y azules tocados por barretinas blancas, y ese ambiente festivo y sin culpa que nos infundía ganas de vivir y de jugar.

Durante unas semanas dejamos que el azar dominase nuestros encuentros, y arrobados por el espíritu de Cortázar, jugamos con las paradas del Metro de Barcelona, hasta que la luna se desentendió de nuestros pasos y nos regresó al universo de nuestros sentidos más básicos y nos dejamos de cuentos, para quedar en lugares públicos donde podernos encontrar .

Recaímos una y otra vez en el arrebato de nuestros cuerpos el uno contra el otro.   Pero aquel tiempo de infancia reconquistada pasó, y hoy hemos mirado la foto del carnaval lejano, y nos hemos ido a la cama, pero a dormir.

En la piscina-cazuela de pitufolandia, nos hemos abrazado en el agua, sin dejar de sentirnos uno en el espacio acuático, donde poco a poco han ido llegando los habitantes de nuestro paraíso inventado y minúsculo. El gato Azrael nos miraba con envidia, porque con sus uñas no le permitimos unirse al corro de la patata improvisado. A las doce, bajo el reloj de la plaza, unas campanas oxidadas han empezado a sonar, hasta que el despertador ha resoplado a las cinco en punto de la tarde.

Me ha encontrado en la cama, donde la almohada ha borrado los restos del maquillaje azul inventado de mi sueño, y un vacío ocupa el espacio de tu cuerpo. Te has ido. Tal vez a comprar una única y nueva máscara que estrenar en el próximo carnaval.

viernes, 26 de enero de 2018

Casarse de por vida

Foto de la página escribefino
                           

Pilar rechazó casarse en las tres ocasiones en que compartió techo y alcoba. Había entendido, desde niña, que un papel no une o desata .

Sí tuvo la gran suerte de comprender que un compromiso de afectos dura lo que la vida haga que una unión perdure ( y es que el amor es eterno mientras dura, ya sea un día, una década o toda la vida)

Vuelve a mirar la escritura de su piso; hipoteca a treinta años. La contrajo a los cuarenta y dos. Su boda, de compromiso de permanencia fue con Caja Madrid. Esa que acabó como acabó, pero su deuda sigue, a pesar de ya no vive en España desde el dos mil diez. 

Ahora entiende por qué echa de menos un posible divorcio, que la pudiera liberar de la deuda de por vida. Suena  a cadena perpetua.

Inspirado en escribe fino

miércoles, 3 de enero de 2018

Esa Tarragona, tan querida



La luna se alza sobre el horizonte, tiñendo de blanco las losas y los anfiteatros, pintando de luces la playa y los arrozales, sembrando de sombras los trenes que no van a ninguna parte.

Se levantan las piedras milenarias para cantar a coro su vigencia. Se arman en la mente las batallas, los aperos de la lengua y los andares, los primeros romanos abriéndose camino en nuestras playas, cobijándose bajo nuestros pinos, se te antojan reales.

En esta ciudad de mil batallas, de tantos conquistadores conquistados, el sol se unió con el viento en estos días, para dejarte una muesca en tus recuerdos. Imborrables. Atardeceres de pinacoteca dándote el abrazo de otros tiempos, de otros modos, de estos mares de luz y sal, de fuego y de aves, de pinos y de olivares.

El año se despide de puntillas. Sigiloso, no sea que los artificiosos ruidos consigan despertarte.