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jueves, 30 de mayo de 2019

Bodas con sangre en jueves

De Neogéminis


Siguiendo una iniciativa de  Neo para este jueves, y con la elección de Un personaje: Una bailarina. Un lugar: Una pequeña aldea almeriense. Un conflicto: Descubrimiento de una mentira, mi aportación está basada en una obra de Lorca, jugando con ficciones, y no tanto.

Se llamaba Paquita, y había ido a la capital a una academia de baile, por eso la llamaban La bailarina. Una muchacha joven y de buena dote que aceptó casarse con Raúl, en una boda de conveniencia.

Corría el año 1928 y Raúl esperaba en vano a una mujer que no aparecería. Estalló la tragedia en esos campos de una aldea almeriense. Paquita se había fugado con un primo suyo, cuya relación habían sabido disimular ambos, ya que desde chavalines habían  jugado al amor. Se supo que Raúl Pérez era amigo de Leonardo Montes y que lo invitó a la boda. Cuando éste llegó al Cortijo del Fraile se encontró a Paquita, quien seguramente aludió que se casaba sin estar enamorada. El primo, en un momento de ardor amoroso, le propuso la fuga y ella asintió, subiéndose a su caballo y desapareciendo en la oscuridad de la noche.

Una pareja se topó con ellos, cuando iba camino a la boda. Eran José y Carmen, hermano el primero del novio, y hermana, su mujer, de la novia. El hombre. viendo que su hermano había sido burlado, echó mano a un revólver “Smith” del calibre 9 que llevaba, efectuando tres disparos contra Leonardo, matándole. Carmen la emprendió con la novia, quien iba engalanada con atavío nupcial, y casi la estrangula con una de sus prendas. Mientras “Paquita la bailarina” quedaba tendida en el suelo, herida y magullada, el asesino y su mujer huían del lugar. Mientras, en el Cortijo, nadie se hacía cargo de la situación. El novio mosqueado y ya habiendo bebido bastantes rebujitos, porque hacía calor, trató de perseguir a la novia fugada, sin conseguir nada pues tropezó aparatosamente antes de subirse al caballo,  porque se cayó del otro lado, dando casi más pena que la propia situación. Mientras los invitados se iban yendo, los criados, por primer vez, degustaban unos manjares regios, y no las sobras. La tía Lola fue la única que se marchaba del escenario mirando de reojo la mesa tan bien equipada para el enlace. Horas más tarde, hallado el cadáver de Leonardo, y el cuerpo magullado de Paquita, la guardia civil detuvo al asesino. Sólo se atrevió a comentar el viejo tío Pepe, que ya venía diciendo que la niña no era mozuela, pero nadie le había prestado atención, porque con los tontos pasa como los con relojes, que hasta uno parado, dos veces por día aciertan la hora. Los tres balazos fueron confundidos, en primera instancia, por cohetes tirados antes de tiempo, pero pronto se hizo evidente la verdadera naturaleza de los sonidos

En el drama teatral Bodas de sangre la novia acusó a quien tendría que haber sido su cuñado, y en la realidad también. Condenado por homicidio a una pena de ocho años, un mes y un día de arresto mayor en prisión, a los tres años fue puesto en libertad gracias a los indultos promovidos tras el 14 de abril de 1931, advenimiento de la II República.
 
Imagen de Amazon. es
Paquita de fue a vivir a un cortijo de Almería también, con dos sobrinas. Es verdad que vistió de negro, pero ya con ropa de alivio de luto, pasados unos años, conoció y se casó con un señorito, bailarín de una cueva del Sacromonte granadino  en sus horas libres. Nicolás, el segundo marido, tenía una amante que mantuvo toda la vida, una bailaora de flamenco espectacular, pero Paquita jamás se enteró, o no quiso saber.

martes, 28 de mayo de 2019

Torbellino loco

De mi paso por Meet Vincent Van Gogh

Me llamo Gastón y ese día veintisiete de Julio  de 1890 estaba veraneando con mi hermano, en los campos, con trigo, de Auvers - sur – Oise. Mi familia ocultó el incidente con  Van Gogh, como no podía ser de otra forma. Mi hermano René, de dieciséis años andaba con el revólver de otros veranos, como tantos otros días, disparando a todo lo que se movía. Yo quería a Vincent. Me caía muy bien, y como me gustaba más el arte que la caza o la pesca, charlaba con él muy feliz por haberle conocido y por comprobar la fuerza de sus pinceles, pero mi hermano era muy joven y demasiado atolondrado. Solía burlarse del loco de pelo rojo, aunque en su mundo y sus pupilas nada le importaba a Vincent menos pintar, captar, aprehender el fuego de los amarillos, la luz de los colores.

Ese día Vincent  había salido con sus aparejos de pintura a pintar el trigo y como luego se vio, tenía en su casa material recién comprado porque no iba a suicidarse, es evidente. Pero estaba de Dios, su gran creencia, su fe ciega en él, que sin duda le confortó, que nos encontrásemos, y nos dispusiéramos a beber y charlar con el tipo raro, como otros días. No sé cómo, el arma de René se disparó, le dio en el pecho.  Sí, estaban discutiendo, pero fue un accidente.

Salimos huyendo, por eso el arma nunca se encontró. Me enteré que le veló el Dr Gachet, tras limpiarle la herida, por lo que no me sorprendió acabar por enterarme que, en sesenta días ,Vincent había firmado setenta pinturas y cincuenta dibujos, pues yo sí conocía la afición del médico y de su hijo por la pintura, en especial por el estilo postimpresionista de mi amigo, aunque, por supuesto, nunca volví a  la soleada ciudad. He soñado con el incidente durante décadas y si bien intenté no seguir  las andanzas de su cuñada, me enterraron con la carga de no haber contado esa historia, mi historia, y a eso voy.

La noche estrellada la vi siendo ya un nonagenario, cuando en una subasta se barajaban cifras  galácticas. Lo supe de manera instantánea. Fue la premonición que tuvo Vincent en el asilo de Arlés


Ese torbellino, ese remolino en la noche, había nacido en su infancia, cuando le pusieron el nombre de otro Vincent muerto. Se había ido incrementando, como una corriente que quiere ser ráfaga, por sus paisajes de religión y su castidad.  Se transformó en ventolera por su mente ante los comedores de patatas ,  para luego, como  oleada, acabar habitando su mente, como un vórtice. Su carácter turbulento alimentaba su locura, pero también su piedad, como  hacia Gabrielle cuando le entregó su oreja. Esa turbulencia entre estrellas, como un revuelo ante el paisaje y su ciprés, era la tolvanera de su propia muerte, el ciclón que alimentaba su vida para poder pintar y seguir pintando. Con un Gauguin huido, un Theo lejano, comprendió, como un arrebato místico, que pintaba su propia muerte. Él era el  huracán, la tromba, el ramalazo de Dios hecho carne, que le destruiría. 


viernes, 24 de mayo de 2019

Albahaca en jueves


Siguiendo una incitativa de   La trastienda del pecado , les dejo mi propuesta de nombre oculto


Huelo a cítricos, lo sé. Ya hablaban de mí  Plínio el Viejo  y también, por supuesto, otro griego menos ilustre pero más versado en la naturaleza, Dióscorices. Fui en el medievo una de las plantas para erradicar el mal de ojo, pero me habían usado antes egipcios, hindúes, griegos, romanos y árabes, por ejemplo, pero para usos menos tenebrosos.  

Mi vida está ligada al Mediterráneo, entre cuyas playas y asentamientos he ido creciendo en presencia, para condimentar y para el arte de la perfumería. Hoy en día el perfume Ô de Lancome, o el  Diorella de Cristian Dior, me utilizan en sus componentes, por mi aroma, que es fresco y sugiere a la par reflexión, frescura e infancia de sopas y cataplasmas. 

En la cocina me he vuelto casi imprescindible en la India y no digamos para la salsa al pesto que tanto aficionado reúne con su aroma alrededor de las mejores y las más humildes mesas. Mi nombre en latín es  muy rimbombante: Ocimum basilicum, pero nada como la sonora palabra albahaca, que según la leyenda, guió a Santa Elena,  madre del emperador Constantino hasta el lugar de la sagrada Cruz de Cristo, y nada como saber que, desde la India, he acabado por formar parte de todas la plantas aromáticas imprescindibles en la cocina. 

De lo que más me alegro es de formar parte de los balcones y ventanas. Adorno y soy  útil, así que me plantan en tiestos, desde donde miro la calle, y las mariposas, y los gorriones, pero también, ahora  a una mujer que no se percata de mi presencia, y que me riega cuando se acuerda. No lo comenten, pero ahora acaba de escribir sobre mí. Qué locura, lo que yo podría contar de ella,  de sus ensimismamientos entre palabras saltarinas, de su fragancia a vainilla y hierbabuena. Podría hablar de Albada, pero lo dejo para mis sueños de lluvia y amapolas.




martes, 21 de mayo de 2019

Versos en la boca

Tomado de Google

Jugar por jugar, yo juego 
a poner palabritas en hilera
que adornen el blanco de azucena
con luces, con olores o con fuego.


Y hoy, por qué no, con piel de soneto


Yo cabalgo la savia de tu cuerpo,
como bajo una lluvia de amapolas.
Dejando atrás el frío que me devora,
entre témpanos grises de otros puertos.

Decid a las manzanas de los valles
que se ha roto la luna de mis sueños.
Esos de sangre, musgo, agua y huerto.
Los que yo destejiera por las tardes.

Diseco mariposas incendiarias
Huidas de antiguos aposentos
Para adornar el aire que reclaman.

Dejo baldíos, por llenos, los recuerdos,
de amaneceres secos en al alma,
trastocando tu luz, en mi alimento.

jueves, 16 de mayo de 2019

Despiste por jueves

Tomado de Internet, Sukot.com
Siguiendo una iniciativa de desgranando momentos, un despiste.

El mando a distancia funcionó perfectamente, y su utilitario cupo, con dos maniobras, en el lugar que le correspondía. Que no era el mismo que había usado la señorita de la inmobiliaria. Abrió la puerta que daba a la planta subterránea de su casa, cuya apertura no requería llave, y tomó el ascensor, hasta ponerse ante la puerta del primero primera. Laura estaba contenta, y con sus dos juegos de llaves, metió la correcta en la cerradura, pero no giraba. Luego probó la del otro juego, y entraba perfectamente, pero no giraba tampoco.

Una señora, de otro primero primera, volvía del mercado y el dolor de las rodillas le estaba matando. Sentada en la cama se aplicó una crema de esas para el dolor que huelen fuerte, y se subía los pantys cuando escuchó un sonido en su puerta. Recordó que habían dicho que había robos por la zona y se afanó en subir la cinturilla de las medias, pero el sonido insistía. No había duda, alguien estaba intentando entrar en su casa. Sofía pensó en buscar el teléfono de la guardia municipal

Laura, asombrada y molesta se percató del felpudo, tras tres intentos frustrados por entrar en su nuevo piso. Este era semicircular y el de su nuevo piso era rectangular. Qué despiste, estaba en un primero primera, pero de otro número de la calle. Ese garaje tan enorme daba a cuatro números, con sus correspondientes puertas de acceso, todas sin llave. Sigilosamente bajó hasta la calle y salió, para entrar luego en su número.

Sofía escuchaba tras la puerta, sin atreverse a mirar por la mirilla, y puso el cerrojo ese de la cadena de seguridad. Cuando se atrevió a mirar por la mirilla, el rellano estaba vacío, pero el temblor de piernas le recordó lo  vulnerable y torpe que se estaba volviendo. Se colocó la falda, y tuvo se sentarse a tomar un vaso de agua.

Laura oyó decir que la policía había estado rondando por su edificio el día anterior, pero supo enseguida que la llamada había sido por su despiste. No había habido ningún intento de robo, pero mejor no decir nada, cuanto menos a la señora del otro primero primera.

sábado, 4 de mayo de 2019

Lorca, muerto de amor

Escuchaba, hace un momento, un tema de Lorca, en voz de  Ana Belén.



El texto, de  Federico, es muy corto, pocos versos son, y forman parte de una obra de teatro. Pero qué grandes

Amor, amor 
que está herido. 
Herido de amor huido ; 
herido, 
muerto de amor. 
Decid a todos que ha sido 
el ruiseñor.
Bisturí de cuatro filos, 
garganta rota y olvido. 
Cógeme la mano, amor, 
que vengo muy mal herido, 
herido de amor huido, 
¡herido ! 


Lorca intercala este poema en su farsa Amor de Don Perlimplin una de esas historias de un viejo casado con una bella, que le es infiel, con un amante joven. Perlimplín, solterón viejo, se casa con una joven Belisa, traspasado por su belleza. Le dice estos versos, de aliento místico, a lo Valle Inclán, como farsa poética y de comicidad de títeres. Qué candor  e ironía estética rezuman estos versos en su contexto. 
Serrat pone música al poema, para una Ana Belén espléndida.

No recordaba que, en su momento, e inspirada por esos versos, compuse otros. Complemento tal vez, de los lorquianos

Espero les guste

Desátame ese nudo que me abraza. Con tus dedos de calcio y amapola Aflójame los cabos que me amarran A esta vigilia espesa que me asola. Tú dijiste- “no me dejes”. En mitad de aquella noche, y sembraste en mi parterre tu ruego de.-“no te alejes”. Incendiaria por quererte, entre la noche y la aurora. Huí, dejando mi alma rota Oscura, negra y honda. Desátame ese nudo que me ata.
Deshojándome. Margarita herida. Devuélveme la paz que me arrebata el alma de mi mar, tan consentida.

jueves, 2 de mayo de 2019

500 años sin Da Vinci

Retrato de Leonardo hecho por Francesco Melzi (después de 1510). Realizado en tiza roja en el papel Dimensiones 275 mm x 190 mm. Ubicación actual Biblioteca Real, Windsor.
Me llamo Melzi, y fui discípulo de da Vinci. Casi nadie me conoce. Bueno, ahora un poco, según leo en la prensa, porque fui yo quien realicé la Gioconda del Prado y a mí se debe que que podamos conservar mucho de su legado y de los códices del maestro.
Giorgio Vasari, un desconocido que sin embargo acuñó el término Renacimiento (“rinascita”), está considerado uno de los primeros historiadores del arte y se refiere a mí en la biografía que escribió de Leonardo a mediados del siglo XVI como “(…) bellisimo faanciullo molto amato da Leonardo”.
Esos apelativos se interpretaron como que mantuve alguna relación con Leonardo,  ya que le acompañé en algunos de sus viajes, y por el hecho de que desplazase a  Salai, su discípulo preferido hasta conocerme, pero no se engañen, tras la muerte, tal como día como hoy, de Leonardo, me casé y tuve diez hijos. Hoy quiero hablar de su estrabismo,  sí, era bizco intermitente, y de ahí las miradas de alguna de sus obras, la Gioconda entre otras.
Cuando se fue de Milán por la peste, que Leonardo relacionó con la hacinación, hizo planos para canalizaciones, pero acabó por trabajar en un encargo de Ludovico: Un caballo enorme, que no llegaría a llevar a cabo. En su etapa milanesa se forma "un grupo de fieles aprendices y alumnos: Giovanni Boltraffio, Ambrogio de Predis, Andrea Solari y su inseparable Salai. ", y en 1500, tras veinte años, regresa a Florencia. Cuando le conocí era un cuarentón bien conservado aún y me miró. Le había pedido ser un discípulo más, y él me había dado la espalda, y había seguido caminando hacia Francesco de Giocondo. Justo antes de saludarle a él se volvió hacia mí, y mirándome descentradamente me dijo "te acepto, pero no me molestes". Así fue como, cada uno con su caballete y pinturas al óleo, moda reciente, hicimos retrato de la esposa, Lisa Gherardini. 
Tomado de la red El pais.com

Yo sí sé quién encargó el cuadro, y no fue su marido, sino el amante milanés de Lisa, pero nunca olvidaré cómo, Leonardo y yo, fuimos cargando con sendos cuadros en nuestra peregrinación hasta París. El rey Francisco  compró el suyo por cuatro mil piezas de oro. El mío acabó en el sótano del Prado, pero eso ya es otra historia.
Leonardo murió, como es bien sabido, en Cloux, un dos de mayo, y en su testamento me legó libros, manuscritos y dibujos, que hice retornar a Italia. Vasari pretende que Leonardo se confesara antes de morir, pero no es así. Con su estrabismo agudizado y su mano derecha lesionada, estaba para pocas renuncias de su comportamiento, para nulos arrepentimientos. Una y otra vez, mirándome a su manera e  intensamente, me pidió que le mostrará su dibujo del Vitruvio    y al fin expiró, sonriendo, mirando su obra, con un ojo o con el otro.

  

miércoles, 1 de mayo de 2019

Escalera de versos en jueves

Más poemas
De Internet, Avanzapormas.com
Siguiendo una iniciativa de jueves, de Dorotea, primaveral y erótica, aporto un poema.

Subí, púber y tenso,
la línea de tu cintura. 
sin norte, hacia tu pecho, 
e inspeccioné tus abismos, 
como camino a un deshielo.

En la oquedad de tu cuello,. 
tu sima con arrecifes,
y tu piel de terciopelo,
y esa mirada de niña, 
presagiaron mi desvelo.

Me hundí, como un loco cuerdo,
en las dudas y los miedos,
de mis entrañas sin credo, 
como un cachorro perdido,
en el mar de mis deseos

El vértigo ante tu sexo
hizo que cayera en tí 
como un funámbulo necio,
torpe y sin experiencia,
ante las rachas del viento

Con mi escalera de versos,
pisé la delgada línea
que va del infierno al cielo
y volví a caer mil veces
tropezando en mis anhelos