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Las botellas seguían llegando,
con cada ola, para aterrizar suavemente en la arena de la playa. Un
cangrejo vio, patidifuso, cómo un
rodillo de vidrio le perseguía con saña mientras él, de costado, aceleraba, con
pasión de superviviente, su paseo
matinal. La luna llena aún iluminaba la aurora, cuando empezaron a llegar, de
dos en dos primero, de cinco en cinco después, grupos de botellas. Con cada ola
llegaban, más y más, desde las entrañas del mar. La luna, aturdida, creyéndose beoda por el espectávulo creado, decidió irse a la cama.
A las diez de la mañana no cabía ni una más.
Toda la playa, del este al oeste de los
sueños, rebosaba de botellas.
Muchas transparentes, otras verdes,
algunas marrones y pocas, como
inadaptadas, eran pequeñas y azules, pero todas contenían un mensaje dentro. Llegué a tiempo de ver cómo la
última ola henchida de mensajes por abrir, lamía la arena. La quietud posterior
me dejó ante un espectáculo absurdo. No podía caminar por la maraña de vidrio y
declaraciones de amor, por entre llamadas de socorro añejas de tiempos de piratas. No podía deambular, sumergiendo mis pies entre cartas a los
Reyes Magos y oraciones a un Dios con hipoacusia. El peso de tantas palabras
con destinatario errado me abrumó.
El sol debió de ser más intenso de lo que
había supuesto, o llevaba muchas horas sin comer. No lo sé. Pero debí dormirme
acunada por el arrullo del mar. Desperté de noche, sin hambre, y con la
felicidad de saber que todos los mensajes habían llegado a su destino. Supe que
el amor soñado había acudido al lado del amante, que el náufrago había sido
recatado, que el camión de bomberos había llegado a los zapatos del niño y que
Dios había escuchado y sanado a una madre moribunda. Luego, una mano inmensa me sujetó
por las axilas, para introducirme después
en un cilindro transparente y ahora vivo en el mar, con un tapón en mi
cielo y esperando que la luna y el oleaje me
permitan llegar a la playa de tus sueños.
Cuántas soledades encapsuladas, cuántos anhelos duermen, sin saber que al lado, sin tocarse, hay otras miles, formando un mar de gritos y soledades que no se oyen, por multitudes que nos rodeen.
Cuántas soledades encapsuladas, cuántos anhelos duermen, sin saber que al lado, sin tocarse, hay otras miles, formando un mar de gritos y soledades que no se oyen, por multitudes que nos rodeen.
La imagen de botellas con mensaje me la ha prestado Buscador. Gracias.
Muy buena esa imagen de las botellas y las soledades.
ResponderEliminarEn un mundo lleno de redes sociales cada vez estamos más solos.
Qué terrible paradoja!!!
Besos.
Creo que nos acercamos a esa comunicación tan extensa y variopinta que no garantiza salir de la soledad.
EliminarUn beso.
Qué bonito tema, la verdad es que da para más juego, sobre todo contigo dentro de la botella. Inténtalo como segunda parte. Solo pasando lo que otros pasan podríamos comprender el mundo.
ResponderEliminarPude que lo haga, porque desde dentro de la botella, puede que visite playas donde me dejen salir , o donde no. No te digo que no.
EliminarUn abrazo
Me has dejado tocada, Albada. Magistral relato.
ResponderEliminarBellas imágenes las que evocas con tus palabras.
Besos
La imagen de la playa ahíta de botellas sin abrir resultada tentadora, así que exprimí el jugo de las peticiones y las soledades.
EliminarMuchas gracias. Un abrazo, Maite
Has hecho un magnífico uso del préstamo de Buscador.
ResponderEliminarBuen relato.
Un abrazo.
Si bien a imagen era de lo más tentador, suele tener flashes muy buenos, era prometedor sacar un poco de jugo a esa playa sin mar de soledades.
EliminarUn abrazo y feliz día.
Voy a escribir mi mensaje y metido en una botella y lo lanzaré al mar, puede que te llegue, el destino es caprichoso. ¡Has abierto la veda!
ResponderEliminarAbrazucos y conchas de nácar.
Pues si le veo, te contesto. Sería una maravilla que fuera un buzón inmenso donde pedir los deseos, ¿verdad?
EliminarUn abrazo, Ester
Este relato lo escribí hace unos años.
ResponderEliminarAquel marinero ahogaba su llanto en una botella de ron. Los ojos se perdían en la nada asfixiados por el humo de los cigarrillos y del alcohol; hacía que el sentimiento se hiciera tan espeso que el corazón martilleaba en sus sienes. Era noche de principios de Febrero en una posada de malas compañías. Todo rastro de razón le convertía en un ser pensante desvanecido por el trágico embiste de la vida. Sólo quedaban sus sentimientos, sentimientos encadenados al alcohol y tan oscuros que le oprimían el pecho hasta dolerle.
Bebía para olvidar aquella chica que conoció en el mar del Japón; frágil de osamenta así como implacable en el arte de amar. Con el paso del tiempo vinieron muchos abriles y muchos puertos, muchas mujeres de mala vida y borracheras que terminaban en cualquier callejón lejos de los guardias del puerto pero aquella musa del Oriente, le dejó una indeleble huella en lo más profundo del corazón. Ni el tiempo, ni aquellas mujeres que eran tan voluptuosamente bellas así como otras que rayaban la vulgaridad en la miseria, pudieron ocupar tan preciado lugar.
Cada amanecer, cuando el sol despuntaba en el oriente, su cuerpo temblaba pidiendo un nuevo trago de alcohol como si su destino se viera marcado al fracaso desde aquel día en que se separó de ella. El sol venía cargado de recuerdos y aquella cálida luz hacía hervir la sangre de su cuerpo maltrecho. Ese sol no era el de la esperanza de un marino en alta mar sino, el rayo del poderoso Júpiter atravesándole el corazón para matarlo de nostalgia.
Estaba echado sobre su propio vómito en el puerto de una ciudad que ahora no recordaba su nombre. Aquel día el mar estaba en calma y su brisa atravesaba la piel más curtida. Dejó caer la botella de aquel ron añejo que fue rodando hasta caer al mar...allá donde estaba su porvenir...allá donde chocó con otra botella que contenía un mensaje del mar del Japón: Era la voz de Erin buscándolo en ninguna parte desde el otro confín del mundo. Las dos botellas se rompieron y ahora, mecida por las olas del mar, una hoja de papel llora tinta azul.
Un texto precioso, la verdad. El final de ese papel llorando tinta como encuentro de un imposible. Hay amores sentenciados a no encontrarse jamás.
EliminarUn abrazo
Que lindo relato donde la esperanza esta presente , todos tenemos una botella perdida en el mar esperando que llegue a nuestros manos ..y es cierto que la soledad no es cosa de uno sino de muchos unos que uniéndose dejaría de serlo .
ResponderEliminarMe gusto mucho la forma en que plasmaste tanta esperanza ..
Un abrazote y muy feliz día.
La esperanza del que ora, del que ama, de quien en un botella escribe sus cuitas y deseos. Era tentador.
EliminarUn abrazo y feliz tarde
Cuánta realidad encierra tu relato, bonita. Un dios con hipoacusia... Me ha llegado hondo esa frase. Y qué final tan bonito... Ensoñador.
ResponderEliminarTe felicito.
Mil besitos con cariño y feliz día ❤️
Tal vez no pueda escuchar a tantos, pero parece sordo muchas veces, quién sabe si el sistema de las botellas fuera un buen sistema.
EliminarUn abrazo y tarde bonita para ti.
La soledad tambien puede arreglarse leyendo tu magistral relato. Lanzo una botella al mar con el deseo de poder escribir algo parecido.
ResponderEliminarBesos.
Escribes de maravilla. Es que la imagen en mi mente me daba mucho juego, Juan L.
EliminarUn abrazo y feliz tarde, de deseos cumplidos
Ojalá todas las llamadas de auxilio y todos los deseos pedidos fueran atendidos y hallaran un final feliz. Aunque la eperanza es lo último que se pierde, muchas veces nuestros deseos se pierden en ese mar de incertidumbre y soledad.
ResponderEliminarQué bonito que escribes, convirtiendo las palabras en arte.
Un abrazo.
Las llamadas de auxilio deberían ser escuchadas y atendidas siempre, pero la vida nos dice que no siempre es así. Quise que todos los mensajes hubieran sido atendidos, porque con la sletras todo es posible.
EliminarMuchas gracias. Un abrazo
Supongo que a todos nos gustaría poder enviar esas "botellas" con mil mensajes, como en tu relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo coleccionaría botellitas con tapón sólo por gusto de mandar al mar textos imposibles, y que quien los leyera, soñara en colores.
EliminarUn abrazo
Que buen relato, y tema amiga Albada, la soledad abunda, pero la impuesta esa si que duele y nos hace enfermar. La culpa la tiene la tecnológia, y los que se lucran de ella, los nuevos ricos van a acabar con todo, hasta con aquellas conversaciones en el salon, ya no se habla, se mensajea. El final es excelente.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz día amiga.
La soledad se me ocurrió cuando pensé en ese ser que a pesar de estar rodeado de mucha gente, está solo. Que no puede confundirse con vivir solo.
EliminarUn abrazo.
Hay demasiadas botellas lanzadas esperando respuesta. Demasiadas soledades injustas y demasiads impuestas. Si tu botella choca con la mía tendré tus manos cerca.
ResponderEliminarMuy bonito.
Demasiadas, sin duda, que pueden chocar en apariencia, con otras y que siguen ahí aisladas. Es el mal de la excesiva comunicación en teoría, porque en la práctica se habla poco, muy poco.
EliminarUn abrazo y feliz tarde
Muy bello relato... la playa es un lugar donde definitivamente te puedes relajar y olvidarte de tanta tensión de la vida diaria... la soledad en algunas ocasiones es necesaria ayuda a limpiar nuestra alma a estar con nosotros mismos ...
ResponderEliminarLa playa para mí es mi oasis, mi refugio, mi lugar de pensar. Si es que pienso :-) . Es un lugar qu nos remonta a la génesis de los tiempos, y nos acuna siempre.
EliminarUn abrazo, Susy.
el enviar un mensaje dentro de una botella era una inteligente solución para un náufrago. el mar la puede arrastrar hasta una orilla o hasta un barco, y que alguien la vea. la necesidad despierta el ingenio. es una metáfora de la vida. a veces la soledad o la desesperación te hacen sentir ganas de enviar un s.o.s.
ResponderEliminarabrazos!
Sin duda, era un sistema más que bien ideado. La desesperación es un agran maestra, si te fijas. La soledad y la enfermedad mental será el futuro, por el abuso de los imputs que nos bombardean, pero que no llevan afecto alguno.
EliminarUn abrazo
Un texto potente mostrando las esperanzas individuales que navegan en un mismo mar.
ResponderEliminarUn beso.
Me alegro que te guste, Alfred. Es un poco eso lo que visualizaba, la verdad.
EliminarUn beso
Un gran texto pleno de esperanzas y deseos...yo me enconté una en Cádiz, hacía 72 años que escibieron el mensaje, por el tiempo transcurrido su autor ya no viviría, pero su mensaje, sigue dentro de la botella en mi casa de veraneo.
ResponderEliminarHe disfrutado leyendo, mil gracias.
Un beso.
Mágica tu historia. Sería una posible historia a contar, imaginando que su anhelo quedó dormido, y congelado en el tiempo.
EliminarUn abrazo
¡Qué relato más bonito!¡Cuántas ilusiones, miedos, desesperanzas, tristezas, preocupaciones...hay en el mundo!Todos podíamos llenar una botellita con un mensaje, ¿verdad? Lo bueno es que alguien lo descubra alguna vez. Me encantó leerte, como siempre. Un beso.
ResponderEliminarSería formidable, que la botella llevase nuestro anhelo, la ilusión de la espera, las palabras que cobran vida
EliminarUn abrazo y feliz día
Es una muy acertada metáfora la de las botellas que buscan llegar a una orilla, en el fondo es lo que somos todos.
ResponderEliminarUn beso dulce y dulce fin de semana.
Tal vez nuestro envoltorio, de piel, es un cristal opaco, que espera, como el mensaje, ser leído.
EliminarUn abrazo, Dulce
Me encanta el despliege de imaginación, un relato hermoso. Saludos.
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado. Igual sigo desde la botella y mi cielo de tapón de corcho :-)
EliminarUn abrazo
Es curioso como un texto produce sensaciones diferentes según quien lo lea, para muestra los comentarios. A mí me ha dejado profundamente triste, aunque es un texto precioso.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es cierto. Un aire de tristeza sí que tiene.
EliminarUn abrazo
Bellísimo y lleno de potencia tu cuento, Albada:
ResponderEliminarEs cierto lo que dices. Tantas soledades. Tantas botellas con mensaje en el mar y ¿quién abre esas botellas para leer el mensaje?
La verdad es este cuento vale su peso en oro.
Te dejo un abrazo y mi enhorabuena
Ana
Me alegro te haya gustado. Somos islas, a veces involuntariamente. Con tantos medios técnicos, la soledad parece que se anda instalando en los corazones de los habitantes de este siglo mágico.
EliminarUn abrazo