Translate

viernes, 21 de septiembre de 2012

Rabia en la altanería.

Tomado de Google

Abrió las puertas del armario, donde las polillas pertrechadas de antiguos enconos devoraban los ropajes de antepasados y modas trasnochadas, y empapada en la montaña rusa de sobresaltos intempestivos, se dejó caer en la cama de barrotes de hierro colado.

Logró soñar tan vívidamente su encuentro carnal entre sabanas de percal, que despertó entre polillas que revoloteaban sobre su pelo y su cuello sudado del deseo impúdico de encontrarse con él.

La rabia de su altanería al saludarla había conseguido sólo un deseo alocado, intenso e irresistible de verle entre sus brazos. Con la enajenación de saber que su desprecio había encendido la llama de buscarle a cualquier precio, diseñó la lucha cuerpo a cuerpo que pretendía ganar.

No podía calcular las pérdidas que pudiera dejar por el camino de su victoria, que no entendía si no como acabar por llevarle a una pasión amatoria tan cargada de goces  irrepetibles, que él jamás pudiera olvidar.

El deseo de provocar un placer difícil de olvidar la hizo aventurarse por lecturas de meretrices francesas, temario de geishas y visionados de masajes de alto poder evocador.
Llegó a la conclusión de que, para volverle loco, le debía ignorar lo justo, no pedir nada jamás y entregar la mitad de lo que él pudiera pedir.

Exploró el talento de rozar sin llegar a tocar, dejar entrever sin mostrar y provocar suaves corrientes de aire en soplos lentos en lugares precisos.

Cuando él accedió a discutir en una cena un presupuesto ya cerrado, pronto se hizo evidente que podría rozar el cielo sin haberla tocado ni un centímetro de piel.

Ella entonces supo que la primera batalla estaba ganada.


6 comentarios:

  1. Sugerente encuentro cargado de electricidad estática, esperando descargar al menor roce de los cuerpos, que no llega a suceder, quedando ambos electrificados por igual.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No sé si quedan electrificados por igual. Pero pudiera ser.

      Un abrazo.

      Eliminar
  2. Eso es tener las ideas claras y no dejarse llevar por la pasión. Seguirá ganando batallas, seguro.
    Un beso y gracias por ti visita.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tu lectura. La teoría esa mujer la tenía muy clara. Lo que no sabemos es si llegó a poder gestionar con tanta frialdad la relación. Creo que una mujer despechada puede ser hábil en estrategias de devolver el agravio, pero ese juego yo en particular no lo jugaría.

      Un abrazo

      Eliminar
  3. No sé si me equivoco o no, pero creo que tratas el arte de la seducción con un uso de vocabulario totalmente elegido y bien pensado. Creo que este micro no es de los rápidos, de los que surgen en un pis pas y se escriben sobre una servilleta ¿me equivoco?.

    ¡Buena interpretación del susodicho arte!.

    Un abrazo Albada, y un aplauso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Seguro. El arte de la seducción aplicado en una mujer que cree haber sido tratada con altanería o infravalorada.

      Me dio por pensar si un comportamiento posible sería ese precisamente, la estrategia de seducción. Gracias.

      Un abrazo Laura.

      Eliminar

Ponen un gramo de humanidad. Gracias por leer.