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miércoles, 27 de marzo de 2013

Llueve sobre la ciudad de los silencios




Llegaba un sonido entre metálico y acuoso, con un olor a asfalto remojado
                                                            y a hojas queriendo caer de las ramas más livianas.


Abrí el paraguas, por no ver tus ojos, mirándome. 
           Desde el sillón, con tu libro en el regazo y esas gafas sobre la nariz, 
               ese color a caramelo de tu mirada, me produjo un agujero que no pude resistir.


La ventanas resonaban con la alegría del agua en alborozo. 
                                      El silencio se había hecho brecha insondable entre  dos almas.

Bajé la persiana de mis temores y cerré, antes de salir, las contraventanas del desvencijado apeadero.
Se había hecho de noche cuando la lluvia seguía impertérrita en su melodía, y me paré en la acera.

Bajo el paraguas vi la luz que en ese momento encendías. Imaginé qué pijama te pondrías, y qué sueños te regarían, como lluvia, en las noches de luna clara, cuando descubrieras que yo ya no iba a volver.

Aún llueve en la calle, vistiendo de charcos las avenidas, con los proyectos de los pasos por andar, abriendo sendas... mojadas.

10 comentarios:

  1. La lluvia es una gran fuente inspiradora para escribir relatos o poesía, veo que a tí te ha inspirado un bellísimo relato, Albada, hoy las gotas de lluvia también caen por cada sílaba de tus palabras, muy bello tu texto.

    Un beso.

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    1. Me alegra te gustara.
      La lluvia va dejando una retahíla de sonidos, que a veces lucen acompasados y te llevan de la mano por las palabras, como escaleras es mi caso.

      Un abrazo

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  2. Llueve en la calle, pero en los silencios del desamor, las granizadas -que con tanto hondura has descrito- son de silencios. Magnífico, para mi gusto. Lo aseguro, sinceramente, mientras veo llover fuera, nunca se sabe si también dentro.
    Abrazos penitentes

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    1. La lluvia interna, cuando las goteras no tiene fácil apaño, seguramente suenan sin ritmo que nos lleve a una narrativa en cascada, como la que salió de mi pluma al oír llover tras los cristales.
      Derivó en despedida, pero ojalá otro día llegue a la calle en busca de un café con churros, por ejemplo.

      Abrazos sin pecado.

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  3. Tu relato invita a ser releído, para captar nuevos matices. Y termina calando, como la lluvia.
    Un abrazo.

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    1. Gracias. Le decía a Amando que a ver si otro día acaba en una búsqueda de alguna chuchería para compartir, pero salió, como escalones en descenso, hacia un silencio atronador. Los textos, que a veces salen como quieren.

      Un abrazo de Pascua.

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  4. Refugiado en casa, en un atardecer lluvioso, reconfortado en el calor hogareño, y con la perspectiva de una tranquila sesión de buena lectura, observo, mientras miro por la ventana la intensidad de la lluvia, como un paraguas, desconcertadamente se abre y se cierra, como una seña de despedida, a la cual no presto más atención, que la que el destino imponga.

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    1. Se abrió dos veces el paraguas azul. Era la señal de que ella quedaba sola, y la convenida para que los asaltantes entrasen a por crucifijo de esmeraldas que reposaba en el tocador.

      Desde el otro lado de la calle, un observador aburrido, entre página y página de Ulises, miraba llover en la avenida.

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    2. Tengo el libro entre las manos, lo acaricio como al perro fiel que siempre me acompaña, cien veces lo he cogido para retomar su lectura y otras cien, lo he dejado como hoja marchita, encima de la cómoda.
      Ahora observando unos haces de luces irregulares en la casa de enfrente, recuerdo una película, que va de algo sobre unos bombones, en que el protagonista descubre un caso de espionaje muy sonado, y se me ocurre llamar a la policía.

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    3. Cuando los sicarios se percataron de que la ventana contigua estaba con luz, y de que un tipo sujetaba un libro de dimensiones notables, interpretaron que estaba buscando en la guía telefónica el número de la Polícía Local y con sigilo, se alejaron del portal, se metieron en un coche seat marengo y el ávido lector vió alejarse en punto muerto a un coche silencioso, bajo la lluvia de la ciudad.

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Ponen un gramo de humanidad. Gracias por leer.