Ayer me percaté de que habían pintado al lado de mi timbre, un simbolito.
Creí que un niño juguetón había hecho bromas con su lápiz, y me desentendí. Pero el
azar tiene esos caprichos tan curiosos, que leí poco después, que son mensajes entre cacos, y até cabos.
Con que era casa de vieja sola? Me sentí furiosa y humillada, lo segundo
porque quien sea quien sea quien investiga lo que hay en los pisos, no ha considerado a mis
mascotas como un peligro, pero además, verme vieja cuando con mis setenta años
ando más que conservada de maravilla, me
ha llegado al alma de mi poquita soberbia y coquetería.
He llamado a un viejo conocido, quien ha instalado puntos de detección para
encender luces en el pasillo, y una cámara filmadora redondita y azul apuntando
a la puerta. Me llevé la tarde en ocultar, por si acaso, los objetos que considero
valiosos. Digo objetos, que son pocos, que tendrían tal vez cierto interés en
la reventa, porque mis tesoros, es decir, mis recuerdos o mis fotos, no creo que
sean objetivos de caco alguno. Mis cajones de congelador son ahora para
imaginar:bolsitas con esas poquitas joyas, y el
segundo cajón de mi mesita de noche con una mezcolanza extraña, ya que alberga,
entre medias panty y fajas que no aprietan, unas tarjetas de crédito sin crédito,
unas piezas de marfil, herencia de mi abuelo, y un reloj con una pluma de escribir que ya no uso. Ni uno ni otra.
He cerrado la puerta como siempre, sin doble vuelta de llave, y las ventanas como siempre, porque los
árboles dudo que sean el acceso previsto, y he dormido estupendamente. Vestida con un chándal del mercadillo, que es abrigador y cómodo.
Cené muy ligero, como es costumbre en mí, y acariciando el espray que me
trajo Margarita, de aquella excursión a Andorra, me ha despertado el
alboroto de la silla que apoyé en la puerta de mi cuarto.
Si no hubiera sido tan bruto ese moreno de ojos grises, no habría sacado mi
pistola del cajón superior de la mesita, pero cuando quise darme cuenta, el
estruendo había sonado, y mil manchas de sangre pringaban toda la habitación.
Las mascotas se han asustado un poco, así que veré de tranquilizarlas antes de que algún vecino aporree la puerta, pero son las cuatro y veinte de la noche, así que, será cosa de pocos minutos que yo me empiece a asustar.
Las mascotas se han asustado un poco, así que veré de tranquilizarlas antes de que algún vecino aporree la puerta, pero son las cuatro y veinte de la noche, así que, será cosa de pocos minutos que yo me empiece a asustar.
Son peligrosas estas abuelas coquetas, celosas de su tranquilidad, incapaces de contrariar a sus mascotas, pero de saltarle la tapa delos sesos a un tipo malcarado, diciendo ¡Y las sábanas eran limpias!
ResponderEliminarUn beso.
Para un día que la anciana llevaba el chándal a juego con la ropa de cama, va y entra el caco, dando un susto de muerte....ya no hay modales!
Eliminar<un beso
Está bueno el relato, en este mundo actual todo tiene dientes y garras, incluso las abuelas...
ResponderEliminarEs que los tiempos están duros, hasta para dejarse robar.
EliminarUn abrazo
Habrá que cambiar el dibujo y pintar dos ovarios bien puestos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Creo que a la abuela se le llegó al punto de saturación, y ni fue consciente de que disparaba a un tipo!. La Ley ya dirá...lo que que sea.
EliminarUn abrazo
¡Qué buena historia! En vilo me ha tenido ahsta el final.
ResponderEliminarBueno, son tiempos en que uno ve de todo.
EliminarUn abrazo