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sábado, 18 de abril de 2015

Mercadillo de la vida

Disculpen la funda, alberga mis gafas, y un cable para cargar el móvil prehistórico con el que me muevo

Fui con un hermano a un mercadillo semanal, de brocanters y artesanías, que resultó ser de buhoneros, en su mayoría, y con algunos puestos o paradas de objetos, ropa, e incluso calzado de segunda mano. No vimos ninguna de las dos bicis que le han quitado a él, pero había algunas también. . De origen similar a las que podíamos haber hallado. En resumen, en nada me recordó un mercado dominical que tuve ocasión de ver hace un par de semanas, pero he de reconocer que me ha impactado.

Hemos montado la mesa de terraza plegable, sobre ella un fulard, y con una silla, también plegable, hemos desplegado algunos atriles, algunos sujeta- libros y unos pocos  imanes de figuras de ajedrez, que apenas se podían ver.

A nuestra izquierda, un hombre de unos cincuenta años , acompañado de su madre, disponía juegos de ordenador y consolas, un pinocho de madrea,  tres ipods, unos smartphones, unas cámaras de fotos de bolsillo y algunas cosillas más. Entre ellas, como protagonista a admirar, yacía una cámara réflex De marca indefinida Ninguna "Leica" que llamar tesoro por descubrir. A nuestra izquierda un joven magrebí ha llegado con un hatillo y luego colocado, sobre un cartón extendido, ropa variada, y nosotros,  y la parada, parecíamos unos hippies perdidos en una mar de abalorios viejunos y, a mi entender,  con poca personalidad. Nada pintábamos allí. Éramos un toque de color en un mar de grisuras.

Relacionarse ha sido extremadamente aleccionador, y es una experiencia que no hubiera cambiado por nada. Conocer las historias que guardan estas personas de la calle, en cuyos pasados nunca estuvo lo de ser mercadillero, es una aventura que deberían vivir todos lo políticos. Y digo todos.  

Vi dos cojines, uno de ganchillo, y otro de un tejano cortado las perneras y luego cosido y rellenado para hacer el almohadón, que se ofrecían. Junto a toallas, dos pantalones, unas lamparitas,  y una olla a presión. Ese batiburrillo, entre otros otros cachivaches domésticos, conformaban la imagen que en México llaman hacer “garaje” más  o menos, y que consiste en que cuando uno se  muda, pone a la venta todo lo que no se lleva consigo, a veces a miles de kilómetros. Otras veces se hace por vaciar la casa de trastos no usados. Variopinta parada de enseres vanos, como  restos de naufragios. 




La señora ha dicho que al verme llegar, hoy con muleta, y a pesar de ese artefacto, le he recordado a una hermana suya, que acababa de fallecer hace un mes. Por esclerosis múltiple. 

Le pedí que me guardara el cojín del tejano, porque la medida me pareció genial para poner bajo mi rodilla, pero que el cinturón que llevaba, aderezo que a ella le había parecido una idea fantástica, podía quedárselo, porque la hebilla y en sí la idea, para el uso que le he de dar me era un estorbo. Lo usará para otra idea. Me parece estupendo.

He regresado al mediodía, ya equipada con una gorra y unas gafas de sol, porque el calor ha ido subiendo durante la mañana. El pinocho iba  a caer, sí o sí, porque me gustó desde el segundo cero, y me ha bajado el precio de señor de madre incorporada, cuya historia es como la de miles de españoles en paro y pasados los cincuenta. Su esposa, que tampoco cobra ya el paro hace relojes usando vinilos de 33 rpm, ¿recuerdan?, pero por encargo, únicamente. Según nos han informado madre e hijo.

Mi Pinocho articulado, yendo a la escuela, presupongo, observen su mochila

La historia de los cojines, porque compré los dos a la señora del "garaje", merece un post aparte, pero sepan, que no era un espejismo lo que sucedió al final de la mañana.

Mientras esperaba a mi hermano, para sacar la mochila y el utillaje de la experiencia mercadilleril, he visto, apoyado en un contenedor, un maniquí agrietado y desnudo. Una mujer flaca como yo, con la cara alargada y barbilla pequeña, y con los ojos pequeños, estaba mirando al cielo. La peluca, algo torcida, y de un rubio ensortijado, relucía al sol. El por qué no puedo decirlo, pero tuve la tentación de quitarme la camisa, consciente de que llevaba camiseta debajo, para vestirla.

La simple la certeza de que era inanimada, y que ni para ese mercadillo era válida, me hizo desistir del ademán iniciado de quitarme la ropa oliendo a suavizante, mientras un escalofrío recorría mi espalda, bajo un sol implacable, esperando el ciclo de la vida de las cosas, con la cajuela de mi auto abierta. Lo dejo en la imagen del maletero abriendo la boca a otras sensaciones, que descubrí más tarde.


10 comentarios:

  1. La gente se organiza para seguir subsistiendo, o bien venden parte de sus recuerdos y pertenencias, o rebuscan en contenedores y en la calle, los días que ayuntamiento tiene programado pasar a recoger trastos.
    Como bien dices, los rato de turno tendrían que pasar a ver esta experiencias.
    Un beso

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    1. Rato y la corte celestial entera de seres que viven en algún lugar de las galaxias, porque la calle no la pisan, el metro no lo cogen, viajan en primera...qué sabrán de la realidad de su país, me pregunto?. Pues nada, es natural!

      Un beso

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  2. Aquí existe un "mercado de las pulgas", que se arma durante los fines de semana, ocupa cuadras y cuadras con gente que vende de todo. Me gusta recorrerlo, aunque hay que caminar mucho, pero se pueden encontrar cosas interesantes a veces. Allí se puedem encontrar muchas de las cosas que se "pierden", claro, pero también cosas que la gente vende por necesidad o porque ya no les son necesarias. Yo tengo muchas cosas innecesarias en casa, y ya se donde irán a parar cuando yo no esté.

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    1. Ya veo que hablamos de lo mismo. Le marché du puce parisino o el Rastro madrileño, por decir.
      Yo hoy empiezo a mirar cajones rebosantes de tonterías que igual viajan a una segunda mano, a una segunda vida

      Un abrazo

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  3. Me encanta ir a los mercadillos de todo tipo, artesanales, bisuteria, gastronomía,medievales etc y aunque no compre nada me gusta mirar todo lo que hay, es uno de mis hobbies, me gusta ojear todo lo que hay y el ambiente que se crea.

    Un besazo.

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    1. Es un ambiente de mercadeo muy chulo. Yo disfruto mucho con ellos, pero este en especial me dio mucha pena. Por todos los artefactos y sentimientos de segunda mano que mueren en él.

      Un beso

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  4. Ese maniquí me ha enternecido.
    Tú también.

    Besos.

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    1. Llegar al corazón, sólo un maniquí puede hacerlo, desde el lugar donde estaba.

      Un beso

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  5. Cuantas historias se podrían contar si todos esos objetos de decidieran a hablar.
    Un abrazo.

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    1. Quiero inventar la de mi Pinocho, pero todos los objetos tienen su historia, sin dudarlo

      Un abrazo

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Ponen un gramo de humanidad. Gracias por leer.