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martes, 22 de diciembre de 2015

Soñando en colores

Tomado de Google

Estreno invierno, con ojos de otoño. Anoche soñé en una bufanda, de mil colores, que abrigara el alma. Con una aguja muy gruesa, para manos inexpertas, me hice con siete ovillos. Uno por cada color y el blanco, porque lo usé como base, simbolizando la  amistad, y es el que me sirvió para montar los puntos. Cupieron cincuenta a falta de mayores dimensiones en el artefacto con visos de asesino. Como las puntas afiladas de los lápices. 

Seis madejas ya montadas en ovillos salieron de la caja de los sueños. Ovillos risueños, saltarines, y explosivamente listos para dejarse tejer rodaban o guardaban equilibrio a los pies de mi balancín de arrullos,  con Bach de fondo  y la luz entrando por la ventana a hurtadillas de la realidad.

El rojo, como el color de mi sangre y el olor a pólvora aterrizó en mis manos y con él tejí el afán de las tardes en paz y el alborozo de pieles.

El naranja quiso seguirlo, aliñando con su fragancia a luz mediterránea la cantinela de mis dedos novicios en el arte de tricotar.

El amarillo de los tulipanes en verano siguió su camino. Tan afanoso, tan terco, tan vivo como el sol del mediodía inundando la casa de ese intenso aroma a risa de limonero de patio andaluz.

Le siguió el verde, con la frescura de un césped gozoso de pies descalzos y ávido de agua y hierbabuena. Pero estaba juguetón con los rayos de sol que entraban de través por la tarde en retirada y quiso discutirse un poco con la hebra del amarillo, entrando en un baile agarrado sin medida que hizo que el ovillo  azul entrase circunspecto en el proyecto de bufanda., sin pedir permiso alguno. Sintiéndose con derecho propio. Con razón.

Ahí, mis manos se entretuvieron con el aroma a mar de su tono. Con la calma azul de mis desvelos y con el sabor a cielo pintado de nubes de la mirada infantil tumbados en el campo. En la era de la finca de mis tíos, en los veranos de asueto y regaliz.

Lo reconozco, el fragmento del entramado azul se ha dilatado, pero es que me llegaba un aroma a rosa azul y sabor a salitre con olas., tan evocadores que no pude controlar las dimensiones del tejido, ni los relojes.

La gran suerte es que el ovillo de color índigo esperaba paciente, por su costumbre de tener que armarse de paciencia. Con ese olor a   ruptura y rebelión, a libertad sexual y respeto para la mujer, puse unas notas, puntos del derecho sin revés, en mi diario ficticio: Todos saben que los colores nunca han sido siete, pero este número, gusta mucho más que el seis. 

Mi despertar, envuelta en una manta de medida de carpa de circo ha sido de las mejores que pude soñar. Y si quieren que les cuente más…ya me lo dirán. Sin colores ni coloretes, pintando con letras los amaneceres.

2 comentarios:

  1. Con una bufanda así, te resguardarás de los fríos invernales y las inclemencias de la vida, que siempre nos traen situaciones incomodas con las que hay que lidiar. Unidos por el blanco de la amistad, los colores te irán proporcionando el bienestar merecido para tu espíritu.
    Besos

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    Respuestas
    1. El blanco de la amistad creo que es el color que más me llama, aunque el azul me encanta, pero qué belleza ese níveo color para dejar letritas de afecto a los buenos amigos.

      Gracias, siempre. Un beso

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Ponen un gramo de humanidad. Gracias por leer.