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lunes, 18 de febrero de 2013

El premio deseado


Pasó por delante de una Administración de lotería y un cartel, que anunciaba un " bote" suculento, le hizo entrar. No creía en presentimientos ni en el azar, pero hoy era hoy y no mañana. Puso unas cruces aspadas sobre seis números de un papel: edades de sus hijos, números que asoció a cosas gratas y el trece, éste porque sí.

Planeó un hipotético reparto del bote, porque soñar es gratis. Contempló la mitad para su exmujer y con su parte rebuscó posibles  fuentes de placer que alegraran este tramo de su vida.

Concluyó que sin ella, nada valía la pena. Si él no podía hacerla feliz, el único premio que podría alegrarle era que ella sí lo fuera. Que aunque no estuviera a su lado, la supiera sonriendo, jugando, alimentándose de luz y de alegría. Manando vida como lluvia de Abril sobre los campos.

Sin pretenderlo, había seguido el hilo de una madeja cuyo volumen  no había sospechado. Se reconocía falible en el desarrollo de un personaje. Esa actuación en la película que hubo de contemplar desde fuera de la pantalla.

Le costó reconocerse en los personajes que se movían por el film. Ante el espejo se hubo de ir quitando capas de maquillaje y excusas. Quedaron a la vista actitudes de opereta y egos sobredimensionados, palabras en voz baja y  silencios devastadores, mareas de fondo bajo la mar en calma, y un abismo hecho a cucharaditas de café, a través de los años.

Del largo visionado se quedó con la única verdad que machaconamente pudo encontrar en todos y cada uno de los fotogramas. Por eso, cuando la vio llorar de nuevo, le entregó el boleto, escuchó su tristeza y hubiera dado la vida, sin dudarlo un segundo,  por verla feliz.



6 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Dejó el boleto ganador en el buzón. Ese es el final. El de verdad.
      Un abrazo.

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  2. Va subiendo de intensidad poética, de intensidad, en definitiva. El penúltimo párrafo es demoledor. Y esos extras de la película en los que nunca nos reconocemos... No diré más. O sí, que tus líneas son como arañazos, duelen, pero dejan la sensación de que se curarán mañana. Un abrazo.

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    1. Dices mucho. El "cura sana, culito de rana, que si no curas hoy curarás mañana" Todo lo puede, hasta reconocerse donde uno no pensó que era el actor principal, dar la vuela al calcetín, y dejar que ella fuera feliz.

      Un abrazo.

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  3. Las películas tienen el don de la inoportunidad, sobre todo conforme han hecho presa del personaje e imposible escapar de su dominio.
    De todos modos (él) aún está a tiempo de quedarse con la única verdad de dar la vida, siquiera por verla feliz.

    Impactante el final

    Abrazos

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    1. Esa película que apenas reconoce como su propia vida. Siempre puede retomarse, aunque sea por verla feliz, como bien dices.

      Un abrazo.

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Ponen un gramo de humanidad. Gracias por leer.