Ahí estaban. Alineados, bajo las
mantas de cuarta mano y segunda generación. La comandante y jefe del ejército
de ratas grises hizo un gesto a sus compañeras.
Se acercaron al primero de los bultos,
desorientadas por el olor a pelo sucio que sobresalía del revoltijo de colores
y trapos.
En las bolsas que yacían cercanas
a las cabezas de algunos, o incluso como almohadas, había restos de bocadillos
resecos, víveres en estado precario, y papeles grasientos cual féretros de
alimentos ahogados en frituras.
Mordisquearon unas briznas de
queso con un sabor extraño, pero de delicioso perfume. La botella de Bacardí
dormía, al lado de un hombre de una edad indefinible. Éste tenía enrollada en su cabeza una bufanda
de cuadros escoceses. Roncaba con tal estrépito que las dejó mareadas.
Ellas,
ignorantes del alcohol, decidieron sortear algunos cuerpos, haciendo eses, en una danza alegre al calor de
la oscuridad. La ciudad era suya. La miseria también. Y hasta las pulgas saltaban
a mayor altura sobre sus pelajes, por ese calorcillo de unos subterráneos
hechos para ganar velocidad a la opulencia.
Cuando algún coche las
deslumbraba, se detenían curiosas mirando a la luz, para proseguir luego en su
excursión sobre los cuerpos.
Los bultos más pequeños olían
algo mejor. Una rata, aún muy joven, se animó a dar un pequeño bocado en el
trozo de oreja que sobresalía de un gorro de lana, que llevaba un Pato Donald bordado.
El grito las hizo huir. No
pudieron ver cómo hicieron callar al crío de un manotazo. Mis faros las vieron
alejarse, por el arcén del túnel de Plaza España hacia una salida.
No sé ahora por dónde andan. Las vi
alejarse. Me las imagino cantando, al ritmo de cualquier cabaret, hacia la
cubierta de cualquier barco, a la conquista de la miseria de cualquier otra ciudad.
Me ha encantado la descripción, Albada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ojalá fuera pura ficción, Macondo.
EliminarUn fuerte abrazo, y Feliz Navidad..
Muchas penalidades, que en estas épocas nos resultan más crudas, pero el devenir de la sociedad produce estas situaciones, cada vez más angustiosas y lo peor es cada vez, compartidas por más ciudadanos.
ResponderEliminarLas ratas a su aire, siguen dominando el subsuelo, y las alturas.
Un saludo,
Demasiadas penalidades.
EliminarLas ratas me las imagino por las alturas, buscando sobre un mapa lugares donde sentar sus reinos.
Un abrazo Alfred, y Bon Nadal.
Hermoso (y sobre todo) tierno relato navideño, solo te faltan unas estrellitas y el villancico.
ResponderEliminarPor cierto, sé dónde están las ratas, esta noche se ponen traje de fiesta y brindan junto a su elegante familia con las copas que friega su asistenta ecuatoriana.
Abrazos, navideños o no
Las estrellitas yo creo que hasta uno se las puede imaginar. Los villancicos fueron con menor alegría que otros años, pero en estas fechas, aún con ratas en las ciudades, la ternura soma por la ciudad.
EliminarUna fuerte abrazo, con el espíritu de la Navidad, Que siempre da un extra de calidez. Felices fiestas.
Pobrecillas, se tienen que buscar la vida, para comer...Son seres nacidos ya miserables. Hasta el nombre lo tienen feo. El trato hacia ellas es vejatorío, carecen de derechos. Extraña similitud, cada día nos comparan más con ellas. Aries
ResponderEliminarLas asociamos a la basura, y la noche. A la peste, y a las alcantarillas.
EliminarBueno...el nombre no es feo, ni es bonito.
Hay mamíferos con los que tenemos mayores similitudes, pero con ellas voy encontrando yo también, .No sé si sólo es casualidad. :-)
Un abrazo de estreno de año. genial 2014 para ti, Aries.