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domingo, 21 de septiembre de 2014

Dormir, tal vez soñar


Elena había adoptado algunas costumbres a lo largo de los años. No por creer en supercherías, sino porque le parecieron, a medida que se hacía mayor, que tenían un cierto sentido de ser.

Trabajamos juntas unos meses, y en esos ratos de desayuno nos contamos cosas. Hablamos. Son esas conversaciones banales, de desconectar de los quehaceres. Sin pretensiones. Se habla de los gustos, o fobias…lo normal con quien no se convive demasiado. Me explicó entre otras cosas, algunas manías.

Desde los treinta intentaba poner el pie derecho, en primer lugar, al bajar de la cama. No, supersticiosa no era, pero como dormía en el lado izquierdo de la cama, se incorporaba mirando hacia la ventana. Y ya que usaba la mano derecha para abrir la persiana, era de lo más práctico apoyarse en esa pierna al mismo tiempo, aunque no fuera lo más ergonómico.

La otra costumbre adoptada, sobre los cuarenta, según me dijo, era la de mirar debajo de la cama todas las noches, antes de acostarse. No se conformaba entonces con pasar el palo de una escoba como hasta entonces, ya que el tiempo de agacharse hasta dejar su cara adosada al suelo, la dejaba más tranquila.

Parece ser que fue a raíz  de la noche en que, con el palo, se llevó un susto de muerte al tocar un bulto. Había resultado ser una maleta olvidada la noche anterior tras llegar de un viaje, pero el bulto en el trayecto, casi la mata. Ahora se agachaba, invariablemente, justo antes de desmaquillarse en el lavabo. Tras esa ceremonia se extendía la crema nocturna.

Nos despedimos hace unos meses, cuando su contrato la llevó a otro centro. Ayer coincidimos en la cola de un supermercado. Elena me explicó que duerme bajo la cama, y que le resulta muy cómodo para no pensar con qué pie se levanta.

Una noche, hace unos meses, sorprendió a un hombre que se acomodaba, buscando postura, y que no se inmutó al verla. Estaba bajo su lado de  la cama, el lado bueno, para más abuso del desconocido.
Le vio tan tranquilo buscando dormirse, que se limitó a dormir sobre el polizón. En su lado, el de siempre. A sabiendas de que ese extraño lo hacía bajo su colchón, como en una litera improvisada. Parece ser que por la mañana puso su pie derecho sobre los azulejos fríos, sin recordar el episodio anterior. Y, según me ha dicho, llegó la noche, y cuando volvió a ver al desconocido, le pasó una cojín y una manta, que ese invitado sin invitar agradeció, y que le permitió dormirse de manera instantánea.

Dice que no se ven, ni se hablan, ni conviven…simplemente que ella se ha mudado a dormir bajo la cama. Eso sí, en el otro lado, el derecho, que ahora es el lado bueno.


16 comentarios:

  1. Elena es un hada buena.
    Cualquier día voy a dormir a su casa.

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    1. Te paso la dirección por si donde caben dos duermen tres!

      Un beso.

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  2. Has vuelto con las pilar recargadas. Muy bien recargadas.
    Un abrazo.

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    1. Vamos a ir viendo...no te fíes... O fíate y no corras!

      Un abrazo

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  3. Hola, Albada.
    Me gusta este relato por la fantasía que tiene. No sé si cogeré la costumbre de mirar debajo de la cama, por lo pronto coincido con Helena en que cuando me levanto pongo el pie derecho primero.

    Hasta el próximo relato.

    Un abrazo

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    1. Uno puede ir cargando con costumbres, con rituales, pero si son poco molestos, pues están bien.

      Nos vemos Fanny. Un beso.

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  4. Hay costumbres y fobias algo extrañas, pero cada persona es un mundo y sus circunstancias.

    Muy bonito tu relato.

    Un beso.

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    1. Las hay curiosas, sin dudarlo. Yo lo mirar bajo la cama sí lo recuerdo de pequeñaja, cuando los miedos esos tan raros!.

      Un beso.

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  5. Supongo que ahora Elena, antes de dormir, estira sus brazos sopesando el colchón, que es el nuevo suelo, no sea que note en su esfuerzo, el sobrepeso que le indicara que algo hay allí arriba.
    Un besote a ras de suelo.

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    1. Eres el primero en advertir que ahora mi amiga duerme tranquila, pero no sin antes pasar la mano por el colchón de muelles, con su edredón que acaba de poner, por el cambio de temperatura!.

      Como encuentre un bulto...ya te digo, otro susto que se llevaría!. Un beso grande.

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  6. Buenísimo tu cuento. Surrealista. Muy surrealista.

    Lo tomo como una alegoría

    Besos y enhorabuena

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    1. Pues es alegoría de lo que nos atemoriza, o nos atemoriza cuanto menos, puede acabar siendo un algo natural.

      Gracias, mis cuentos parecen gustarte, Ana. Y me alegra. Un abrazo

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  7. Interesante alegoría de la vida.

    Un beso grande

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  8. Es que quién sabe si tenemos un tipo bajo la cama, y no lo sabemos :-)

    Un abrazo

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  9. Vuelvo a leer este cuento. Es misterioso, desde luego...

    Un beso enorme

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Ponen un gramo de humanidad. Gracias por leer.