Playa de Comarruga, antes de tomar el tren que pude tomar |
Trump es un perro grande, negro y mimoso como pocos. Viaja cada viernes en un tren que le lleva a Calafell desde Barcelona, donde convive el fin de semana con tres perras. Él es de Alba, y las perritas (Lala, Lola y Lila) son las perritas de Laia, la amiga de Alba, la dueña del can y compañera de asiento en el tren de cercanías de ayer tarde.
Es de cercanías, sí, de esos
que permiten perros con cadena, y bicicletas, y que intento coger poco porque
como para en todas las estaciones y apeaderos del recorrido, para llegar a Reus
parece que se me hace muy pesado eso de tanto parar para cien kilómetros y poco
más de trayecto, pero ayer había vaga de Renfe. Ignoro si de personal de
máquinas, de tierra o de aire, pero la situación era que de una a tres de
mediodía circulaba uno de cada tres trenes. Era imposible para mí llegar a hacer
rehabilitación a una hora prudente con el que había, único, en el periodo del mediodía,
así que me llegué hasta una estación de tren más cerca de Barcelona, y que sé
que es nudo de trenes, Comarruga en la mirada, para bien siempre.
En Barcelona la tarde se
escapó de prisa, entre rehabilitación y el café, té para él, con mi mejor
amigo. Con esas complicidades de libros y lecturas, cotidianidades y aprecio
franco sin asomo de grisuras.
Zapatillas en rehabilitación |
El regreso, por la segunda franja
de vaga, de siete a diez de la noche, me pillaba de pleno nuevamente, sí que
tomé el tren tranvía casi, y me pareció un viaje de los mejores que he hecho en
estos meses.
No tiene comodidades, pero sí dos pisos, y tiene na variedad de usuarios
que me permitió conocer a Alba y a Laia. Laia suele ir en coche, pero ayer
había estado buscando la carta certificada que había recibido, de Tráfico según la cual ha de hacer un examen para
recobrar su carnet. Puede conducir hasta la fecha de ese examen, pero llevando
el papel consigo…y lo ha perdido, o cuanto menos no sabe dónde estará. Aprovechaba a regresar a su casa en tren, coincidiendo con su amiga.
Tren expreso, pocas paradas, y no dejan entrar perros sin transportín |
Hemos hablado de perros, y de la dentadura de los canes , de los juegos de estas mascotas y esas cosas que compartimos los amantes de estos animales caseros y casi de la familia. Todo iba bien hasta que Alba recordaba a Laia que el fin de semana pasado las perritas jugaban con una bola de papel, que le pareció que tenía un sello estampado en tinta azul.
Se han bajado del tren el
perro, las mujeres y el temor de haber hecho desaparecer un papel importante,
cuando, con la temperatura bastante fresca, se han cerrado las puertas del
vagón en su estación de tren y me que quedado leyendo en el piso superior de un
tren de cercanías ante el mar. Lego me esperaba, y Tat también. Ahora duermen en mi cama, pero me haré sitio entre sus cariños :-).
Tart, catorce añitos, y Lego, un año, sobre mi cama...claro! |
Un viaje con una buena compañía canina de lo más afable, lo que hace la pérdida de un papel y la concentración de convoyes.
ResponderEliminarUn beso.
Es que cada escenario te deja anécdotas que te hacen sonreír, o pensar.
EliminarUn beso
Un placer leerte de nuevo. Hacía algún tiempo que no lo hacía. Estos momentos ferroviarios y caninos tienen su punto. Que tú sabes describir con pausa y prosa. Un abrazo y recuerdos.
ResponderEliminarUn placer saludarte por estos recovecos de los caminos de letritas hilvanadas en las correrías de un bog de medio pelo.
EliminarHe tenido el gusto, y la conveniencia de usar metro y trenes con asiduidad durante el verano. Como las bicicletas en otros tiempos, Y ha sido un ejercicio magnífico de observación sociológica, en un estilo casero de alpargatas, y sí, esos viajes de hora y media tienen su punto. Y hasta sus puntos suspensivos :-), Un fuerte abrazo y todos los éxitos que mereces