Detalle de Eros y Psique, de Antonio Canova |
Pronto permitirán que reciba visitas. Los martes y jueves, de cuatro a seis, en el patio interior de un pabellón del Pere Mata.
Daniel había trabajado duro en su botijo de cerámica, hasta
dar con una forma de trabajar la arcilla que, tras pasar por un horno especial
que había mejorado con sus propias manos, consiguió emocionarle.
Animado por el efecto de la presentación de la obra, en la
que tras poner agua por el orificio mayor, ésta se convirtió en una hilera de
pañuelos anudados unos a otros, de variopintos colores, decidió concentrase en
su obra maestra, largamente soñada.
En primer lugar atacó
la mole de arcilla, con la magia de sus manos amorosas, remarcando y
delimitando las caderas y el vientre. Posteriormente le llevó días acertar con
la forma, tamaño y textura de los pechos, para
darse al fin una noche de respiro antes de acometer el cincelado
de la cabeza de esa mujer.
Cuando al fin, tras trabajar sin descanso por dos días, puso
sus labios sobre los de la estatua yaciente en una la tarima improvisada con
palets, la cara se le iluminó con una sonrisa amplia, se desabrochó la camisa y abrió hasta arriba
la persiana del balconcillo de su estudio, para ofrecer su pecho al sol.
Sujetándose a la barandilla, con el pelo enmarañado, desafiando
a dos palmeras y a la ley de la gravedad, le vieron dar saltitos, le escucharon reír como un loco, entrando y saliendo de un quinto piso, cada vez más agitado. Cuando se puso a gritar
repetidamente,- “la encontré, la encontré”, el señor de bar de abajo llamó a la
guardia urbana.
Los policías le encontraron, tras forzar la puerta, a cuyas llamadas no
atendió, acariciando sonriente a una mujer oscura, que dos agentes vestidos de azul
juraron, en privado, haber visto estremecerse.
Dice la prensa que en el edificio llevan días escuchando sonidos en el ático que habitara un estudiante de tercero de Bellas Artes. Ese joven que se ganaba unos euros haciendo juegos de prestidigitador en estaciones de tren, y retratos rápidos en el paseo marítimo de Calafell. La noticia añade que las dos palomas blancas que hallaron en el piso, ya están en el Refugi de animales abandonados del Baix Camp,
En el barrio hay quien afirma que ven sombras en la noche. Unos dicen que de una mujer desnuda, y otros que de aves volando. En el bar de abajo nadie cree que sea otra cosa que el ulular del viento sobre la cortina de un balcón entreabierto.
Y es que otoño es una estación de desvaríos, la mayoría de los cuales, sin causa concreta y sin espacio en noticiario alguno.
Dice la prensa que en el edificio llevan días escuchando sonidos en el ático que habitara un estudiante de tercero de Bellas Artes. Ese joven que se ganaba unos euros haciendo juegos de prestidigitador en estaciones de tren, y retratos rápidos en el paseo marítimo de Calafell. La noticia añade que las dos palomas blancas que hallaron en el piso, ya están en el Refugi de animales abandonados del Baix Camp,
En el barrio hay quien afirma que ven sombras en la noche. Unos dicen que de una mujer desnuda, y otros que de aves volando. En el bar de abajo nadie cree que sea otra cosa que el ulular del viento sobre la cortina de un balcón entreabierto.
Y es que otoño es una estación de desvaríos, la mayoría de los cuales, sin causa concreta y sin espacio en noticiario alguno.
Que tendrá el otoño que nos trae melancolía, haceres locos, poetas tristes y artistas eufóricos que devienen carne de sanatorio.
ResponderEliminarUn beso.
Es que el otoño tiene esa temperatura intermedia donde todo es posible, y uno, sin querer, se aferra a los momentos vividos, de euforia o locura, que igual van unidas, quién sabe
EliminarUn beso
Fabuloso relato. De antología.
ResponderEliminarTe felicito
Abrazos
Eres muy amable y benévola con tus comentarios. Es, tal vez, que ponga unas pizcas de sentimientos y sueños a los textos, en general. Porque los hago bastante bestias también :-)
EliminarUn abrazo
Bello
ResponderEliminarGracias, disfruté mucho escribiendo
EliminarUn abrazo