Imagen de Bic naranja
Cuando me ascendieron a comisario,
el día en el que cumplía cuarenta, poco podía pensar que mi primer caso fuera
una suicida. No quise ver el cuerpo hasta saber un mínimo de datos. El forense
tardaría una hora como mínimo.
─Una señora duerme en el agua─
había dicho la nena que dio la voz de alarma.
Dijeron que se alojó con un
nombre que resultó falso, que la recepcionista de esa tarde estaba estresada y
no le pidió el pasaporte, ni una tarjeta bancaria. Contaron que llevaba tres
días hospedada, y que salió poco de su habitación durante la estancia. Las
señoras de la habitación contigua chismorrearon que creían haber visto a un
hombre que entraba en la habitación de la finada, si bien en el interrogatorio
manifestaron demasiadas contracciones y dudas sobre el hecho.
Olga Smith, nombre con el que se
registró, parecía ser del este de Alemania por su acento. Los informáticos
pudieron confirmar que la última llamada recibida era de un teléfono prepago y
que el resto de comunicaciones eran a una docena de números, ninguno de alguien
que pudiera decir nada importante. No tenía familia alguna, según se dedujo.
Tampoco amigos, o novio, o esposo, o amante.
Cuando miré su rostro me quedé
helado. Era Helena, la rubia de mi verano en Madrid en un postgrado de la
Complutense. La imaginé sentada en la cama, con la ventana abierta,
contemplando el precioso paisaje suizo con el lago reverberando destellos de un
sol estival. Le supuse una vida solitaria. Recordaba perfectamente que
hablaba poco, por miedo, según me dijo, a “La Stasi”, donde su padre trabajara
durante décadas. Siempre pensé que era producto de su fantasía, aunque no pude
conseguir localizarla cuando me dejó.
Recordé su mirada ensimismada, su
español de academia y sus muslos de alabastro. Lo último que supe de ella, hace
veinte años, es que se fue precípitadamente, rompiéndome el corazón. Ahora, al verla inerte, volvieron a mi mente
las noches de luna y vinos, de caricias rompiendo los miedos de ella y mi
propia impericia. No comenté a nadie que la conocía, si es que la conocí alguna vez.
Una tumba con un nombre ajeno,
sin nadie que la acompañara, salvo yo, guarda su secreto para siempre. Qué
soledad de entierro, qué tristeza, me dije. Y mi vida siguió.
Esta vez no hay sonrisa y sí una reflexión con ese final. Felicidades por esa facilidad que tienes para el relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Grcais. La vida siguió, para él, para todos, menos para Helena, pero es lo que tiene vivir, eso de ir dejando gente por el camino
EliminarUn abrazo
Interesante relato. Te dejo un saludo.
ResponderEliminarGracias. Un abrazo
EliminarUn relato muy bien escrito,
ResponderEliminar-Una mujer duerme en el agua--
Una buena trama la que nos presentas...Y así es, uno desaparece de la vida , y el resto continua su vida ...
Albada, no somos nadie.
Un abrazo y feliz tarde noche de verano.
Así nos vamos, como durmientes, dejando alrededor a quienes nos amaron, y que siguen su vida.
EliminarPor un domingo hermoso para tí. Un abrazo
Gran relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Macondo. Un abrazo veraniego
EliminarUna mujer que duerme en el agua. Profundamente poético. Hace año se fue de la vida del personaje narrador. Y en el presente, se ha ido de la vida.
ResponderEliminarY el comisario, que pudo haber disipado su soledad, no podrá decir quien fue ella, por no saberlo.
Un abrazo.
Era la idea, que no estuviera seguro de quién era ella. Tal vez era Olga y le mintiera en el pasado. Quién sabe.
EliminarUn abrazo
Te ha salido toda un novela con cuatro pinceladas.
ResponderEliminarMe ha encantado. Un beso.
Podría ser una novela, desde primeros de siglo hasta el presente. El comisario habái vivido, pero ella, sin duda, también.
EliminarUn abrazo, y gracias
Qué gran relato, Albada! Me encanta el dominio que tienes para crear escenas tan reales. Un placer leerte, siempre. Ay, los recuerdos siempre vuelven.
ResponderEliminarMil besitos y feliz finde, bonita ♥
Eres muy amable, son relatos, a veces como un resumen de una trama más amplia, que, en este caso, duraría veinte años.
EliminarUn abrazo,y feliz domingo
Parabéns por nos contar uma história rica e interessante.
ResponderEliminarGracias, Luiz. Un abrazo
Eliminarnunca se sabe lo que puede pasar por la mente de una persona que se suicida...
ResponderEliminary por cierto, me has hecho pensar en la época en que alemania estaba dividida. la gente de la antigua alemania oriental, seguro que no era tan espartana como nos hacían pensar. tendrían sus alegrías y sus penas, sus amores y sus desamores...
abrazos!
Era espartana. La Stasi llevaba décadas funcionando, y por supuesto no pudo desaparecer de la noche a la mañana, como el muro. Creo que hay miles de "espías" que se reinventaron, cuyas vidas son apasionantes.
EliminarUn abrazo
Pues no es broma ni ficción del todo tu texto. A medida que avanza la vida hay una pérdida paulatina -a veces precipitada en poco tiempo- de vidas de padres, de amigos, de amantes o novias. Y todas esas desapariciones, con su casuística sentimental o emocional, afectan mucho. Solo pensar en lo compartido con unos y con otros y saberlos muertos estremece un poco. A veces hago el ejercicio de recordar con precisión encuentros y camaraderías y acabo siempre emitiendo una sonrisa burlesca. La vida es siempre, también, la muerte. Sigue escribiendo en esa dirección. Gracias.
ResponderEliminarEs ficción pero pudiera ser real. Hay hijos de espias de la Stasi que habrán vivido vidas extrañas. Por el camino de la vida van quedando amigos, familiares, personas que un día fueron importantes para nosotros. Hasta los recuerdos tienen como un halo de fantasía, y al final no sabemos qué fue real.
EliminarUn abrazo, y gracias
El recuerdo de una persona, revivido en su último instante.
ResponderEliminarQuizás sí se lo proporcionó "La Stasi"
Un beso.
Juraría que fue un suicidio inducido, fíjate qué te digo :-)
EliminarUn beso
L0s investigadores en el campo policial, también se llevan sus sorpresas, porque también tiene su vida íntima, donde jugó el amor. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarClaro, son de carne y hueso, y puede pasar que un día miren un cadáver, y resulte ser alguien conocido.
EliminarPor el amor, pasado o presente. Un abrazo
Muy buen relato, tanto que al leerlo uno lo hace desde la perspectiva del protagonista, eso solo se logra con una buena historia.
ResponderEliminarUn beso dulce y dulce fin de semana.
Muchas gracias. El comisario acabó siendo el único asistente del entierro, y así quise dejar constancia de lo que imaginé. De la enorme soledad de la mujer.
EliminarUn abrazo, Dulce
¡Hola, Albada!
ResponderEliminarApasionante y misterioso relato; con un final trágico y triste, de un amor que fue en algún momento bonito.
Me gustó.
Un abrazo.
Gracias, me quedé con la imagen de un comisario ante una tumba, y de ahí salió el texto.
EliminarUn abrazo, y por un domingo estupendo
Aquí había un sospechoso, el único que la conocía, y móvil. Y el hecho de que en el relato en primera persona, no haya una confesión, solo indica que tenía miedo a que el escritollegara a manos de alguien y lo publicará. Esa sería una posible cómplice😜
ResponderEliminarBesosss, amiga
No puedo ocultar que me encomendaron ayudarla a caerse al lago. Eso sí, me pagaron bien;-)
EliminarUn abrazo grande, amigo
Una muerte. Asesinato? Suicidio? Lo dejas a gusto del lector en este intrigante, melancólico y triste relato que genera espectación y al mismo tiempo trágico, pero bien pergeñado y bien contado. Buen relato acorde con esta época del año.
ResponderEliminarAbrazos.
ASí cada quien se monta su historia. Yo creo que fue suicidio inducido, ya ves.
EliminarMuchas gracias. Un abrazo
Los Seres solemos reconocer nuestros límites. En algunos casos puede tratarse de suicidios. En otros la muerte llega tratando de salvar una vida, como lo fue el caso de la francesa ANNE DUFOURMANTELLE, Profesora de Filosofía y autora de "ELOGIO DEL RIESGO".
ResponderEliminarDe hecho el ser humano tien los más avanzados gestos de salvar, de altruismo, peor también los más agraves deseos de destrucción, incluso a sí mismo.
EliminarMuchas gracias, ahora veo ese Elogio del Riesgo. Un abrazo
Por contar en primera persona la historia, el único sospechoso es el comisario que obstruye un procedimiento policial. Saludos dejo.
ResponderEliminarTenía motivos muy turbios motivos para llegar el primero, eso sí.
EliminarUn abrazo, amigo
Estupendo relato Albada. La vida sigue, siempre, pobre Helena, que sola esta en su sepulcro...... Saludos amiga.
ResponderEliminarSiempre sigue, y no para por una muerte, es verdad
EliminarUn abrazo, Sandra
Mi bella Albada, eres única mi amiga,
ResponderEliminarte admiro en todos tus relatos y en esa
respuesta que dices ayudaste a caerse
y ademas hubo buena paga, jaaaa, buena
tu respuesta y todo lo que escribes.
Besitos dulces
Siby
jaja, es que como comisario impostado no parecía que debiera ayudar en la investigación :-)
EliminarUn abrazo
Un relato precioso jugando con esa mujer del agua en uno de los elementos propicios para muchas cosas, tanto poéticos como de investigación. En fin este tipo de relatos me encantan y como dejas al lector siempre atrapado en tus letras. Felicidades por ello, Albada !!!
ResponderEliminarUn abrazo y buen comienzo de semana.
Si alguien queda atrapado, es un elogio tremendo. Son cápsulas de una historia, bastante abierta casi siempre, me alegra que te gusten
EliminarUn abrazo, Joaquín
Qué lago más bonito, madre mia!
ResponderEliminarbsss
No sé dónde es, lo situé en Suiza, como lugar clásico.
EliminarUn abrazo
Es prestada, pero me encantó, la verdad
ResponderEliminarUn abrazo
Una maravilla de romanticismo.
ResponderEliminarLa tristeza que deslumbra.
Besos.
Esa mirada tuya buscaba yo, Toro
EliminarUn beso
Bello relato... Y si, la vida sigue...
ResponderEliminarPaz
Isaac
Siempre sigue, de hecho. Por mucho que nos empeñemso en magnificar nuestras tragedias.
EliminarUn abrazo, Isaac
Buenísimo relato.
ResponderEliminarTe deja con la intriga de qué pasó en realidad. Por otro lado, para el recién nombrado comisario, menuda sorpresa.
Al final él fue el único en despedirla. Triste... muy trite.
Es muy triste, porque tal vez él estuvo implicado. Pero sobre todo porque ella se va muy sola.
EliminarUn abrazo, y a por un bonito día
Uy aquí hay gato encerrado.
ResponderEliminarBesines utópicos.-
Capaz;-). Un abrazo grande
EliminarMuchas gracias por tu aportacion en el blog
ResponderEliminarQue lago mas bonito
cuidate mucho
Besos
Un abrazo.
Eliminarel conocio' a alguien que hace mucho tiempo habito' ese cuerpo pero no era ella ,hoy contempla el cuerpo sin vida pero el recuerdo vive para siempre en su memoria, hermoso relato, Un abrazo
ResponderEliminarEsa mujer de su memoria ni envejece, ni muere, por mucho que el mundo siguió girando.
EliminarUn abrazo
Un relato buenísimo, Albada:
ResponderEliminarNos hace reflexionar sobre la vida y la muerte. La gente que hemos conocido y después hemos dejado de ver.
Hay mucho misterio en tu narración.
Podría ser que la mujer no se suicidara sino que la "suicidaran".
Felicidades
Un beso
Podría ser. Una mujer misteriosa, y tal vez con instinto de desaparecer. O con las fuerzas o informaciones suficientes como para desear hacerla desaparecer.
EliminarUn abrazo, y gracias, Ana