María la Camestortes , corta de mollera, rica en amores y pobre de
solemnidad, vivía con su hijo en una fábrica abandonada, donde, sin embargo,
conservaba una línea de electricidad. Escuchaba la radio, pendiente de todo lo
que fuera bueno para su hijo. Desde que su Jesús María cumpliera cinco años,
cada día del mundo le preparaba alitas de pollo asadas, porque en un
programa de una nutricionista, había escuchado las bondades de tal alimento
para que los niños crecieran fuertes y listos. A los seis, como primer plato,
le empezó a preparar un batido de mariposas y saltamontes. Parecía que los
asiáticos, tan listos y libres, comían tales cosas, y por supuesto, siendo
gratis, qué mejor que darle al niño. Le quería fuerte, y listo, y libre, para
que pudiera, un día, alejarse de ese pueblo que nunca la valoró, ni se apiadó
de ellos cuando quedó preñada de uno de los señoritos de la región.
Su vida era sencilla, y amorosa hacia su chaval, con quien jugaba a mirar estrellas, o a imaginar formas y palabras en las nubes, o a correr en pos de insectos que cazaban para cocinarle. Iba al pueblo a por las alitas, que una pollería le reservaba, así como las cabezas de pescado que le separaban en la pescadería del pueblo. Patatas chonchas, frutas y verdura medio pasadas cumplimentaban su dieta. Con los nuevos regidores, tras las elecciones, llegó su ruina. Una pareja de policías municipales se presentó en su casa, con la asistente social, y vieron lo que usaba por cocina, donde es cierto que el olor no era apetitoso, pero que mantenía limpia.
No entendió nada, porque el niño, feliz con ella, se negaba a irse con esos extraños. Sus llantos se unieron a los de la Camestortes, quien suplicaba y rezaba a la vez, porque dejaran que su hijo se quedara en su casa, con su madre, pero todo fue inútil. Se llevaron al niño, para escolarizarle, dijeron, para que comiera decentemente, apostillaron, para que tuviera un techo y las comodidades que todo niño merece, sentenciaron.
Cuando la han encontrado muerta en un claro del bosque, rodeada de mariposas y saltamontes, con la piel en los huesos y la mirada extraviada y opaca como un pez fuera del agua, la han enterrado en la fosa común, sin informar a Jesús María. No fuera que recordase sus condiciones de vida antes de ser salvado.
Imgen de Aguirrefotox
Triste realidad de los sin techo, o con inhóspitos lugares donde mal vivir, donde las reglamentaciones de los bien pensantes se limita a la destrucción de vínculos familiares.
ResponderEliminarUn beso.
Les damos tulea estatal, pero a pesar de que hay madres que les animaron a venir buscando una vida mejor, qué añoranzas no tendrán.
EliminarUn beso
¡Qué cruel puede llegar a ser la vida y ya no digamos los humanos!
ResponderEliminarBesines utópicos.-
El fin puede ser bueno, los medios son muy discutibles, pero es el juego de la vida.
EliminarUn abrazo
Ese niño. arrancado de los brazos de su madre, tendrá todo tipo de comodidades e incluso de oportunidades, pero lo que nunca tendrá es el amor de su madre.
ResponderEliminarUn relato precioso, a la par que dramático.
Un abrazo.
No podrá tenerlo. Chavales de diecisésis años los hay a centenaes deambulando por Barcelona. No sé qué futuro tendrán, no serén reclamados por sus padres, y qué tristeza.
EliminarUn abrazo, y feliz día
Cuán mejor sería socorrer a la madre para que pudiera cuidar de su hijo en lugar de arrebatarselo para meterlo en una casa de acogida con extraños. El amor alimenta la tutela desquicia. Un abrazo
ResponderEliminarClaro, pueden ser hijos de madres asesinadas por los padres, críos de madres con problemas de adicciones...y esos chavalillos del Magreb, qje en pespecial me parecen merecedores de algo mejor de lo que les damos. Porque a los dieciocho les dejamos, sin papeles, a que se busquen la vida.
EliminarUn abrazo
Hay mucho redentor suelto.
ResponderEliminarSiempre me gustan tus escritos, pero el de hoy especialmente.
Un abrazo.
Sentirse salvador es muy apetecible, y la intención no es mala, pero ojo, a qué precio lo es a veces.
EliminarUn abrazo
Madre mía, este relato sí que es de serie negra negrísima, pero lo he seguido con fruición.
ResponderEliminarEs muy negro, y común, no te creas, hay demasiados niños tutelados, y no sé si es lo mejor para ellos
EliminarUn abrazo
Texto intenso y profundo que disfruté mucho leyendo. Hay vidas duras y crueles para vivir.
ResponderEliminar.
saludos poéticos
.
Pensamientos poéticos y ensoñaciones
Hay vidas, sin saber qué pasó con ese niño, que darían para diez novelas, y son duras, y reales.
EliminarUn abrazo, y gracias
estoy completamente de acuerdo
Eliminar.
saludos poéticos
Y para muchas novelas más. Son dramas, lamentablemente.
EliminarUn abrazo
Una historia cruel, nadie tiene la potestad de quitar a un hijo de su madre máxime cuando la criatura es feliz. Que manía tenemos los humanos de controlar lo que esta bien o mal y, no fijarnos en la felicidad de las personas. Besos y abrazos.
ResponderEliminarQueremos controlar todo, pero todo. Imaginé a un crío feliz, que absorbe el sistema, como muchos que hay, y que no sé si luego vomita, fíjate.
EliminarUn abrazo
Un duro relato del que se escapa un hilo sutil de ternura, a pesar de todo.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz día.
Sin ternura o humor la vida es nada. La mente y el corazón son nada.
EliminarUn abrazo
Triste realidad de la vida, nada existe más allá del amor de una madre por su hijo. Una narración espeluznante de las muchas que se dan a diario y desconocemos.
ResponderEliminarUn gran abrazo Albada.
Hay a centenares, muchos niños los acoge el Sistema, por incompetencia paterna, pero no sabemos si eso les ayuda en realidad, por muy buenas intenciones que se tengan.
EliminarUn abrazo, y feliz día
No siempre es la solución... tal vez la salvación no está en la separación del niño cuando la pobreza es el principal problema, pero nos cegamos con lo que se ve y no con lo que hay. Una realidad muy penosa. Otras veces el abandono y la violencia pasa desapercibida.
ResponderEliminarMuy buen relato, Albada, toca fibra.
Mil besitos para ti, guapísima ♥
Es penoso y real. Ls obreza ya les eliminará del Sistema, no me cabe dufa, y no hace falta que los acoja nadie si se ayuda a esas madres. Pero es pesado, y duro, y caro.
EliminarUn abrazo
Qué tremendo! Ya podían haberles procurado un hogar a los dos juntos... Ese niño y esa madre se necesitaban mutuamente
ResponderEliminarDesgraciadamente así puede ser la realidad...
Buen miércoles
Abrazo
La realidad suele ser cruda, y cruel, pero a veces es el sistema quien lo provoca.
EliminarUn abrazo, y feliz tarde
Que triste final para esta historia que nos cuentas. No se ataca el problema principal y además se crean otros problemas, más aún, se destruyen familias.
ResponderEliminarUn beso dulce.
Se crean, hay especialistas en crearlos, además, en aras de un orden. Lo que olvidan es que los niños no volverán a serlo, y no sabemos qué pasará con ellos.
EliminarUn abrazo, Dulce
La de fallos q tiene el sistema y q mirando a otro lado pensamos q se arreglaran solos
ResponderEliminarDemasiados fallos. Sin malicia, estoy segura.
EliminarUn abrazo
A mí todo ésto me da mucha pena, es una de las injusticias más duras de la vida y que por cierto también lo hay en el mundo animal.
ResponderEliminarQue tengas buena tarde.
En el mundo animal hay poca protección aún, si bien se va interiorizando que son seres vivos con derecho a ser felices. Los niños realmente sí que duelen.
EliminarUn abrazo
Hola guapa, yo ahora solo pienso en las niñas tuteladas que habían en la comunidad Valenciana y Baleares, que el ex de marido de Mónica oltra lo descubrieron que tenía relaciones con una niña tutelada.
ResponderEliminarEl sistema algunas veces mete la pata hasta el fondo.
Besos de flor.
Bueno, es en todas las comunidades, son chavales incómodos, nadie les quiere, de hecho los magrebíes vienen porque sus familias les mandan aquí a que sobrevivan. Y si acaso, les manden algo de dinero.
EliminarUna lacra. Un abrazo
Quiero creer que el sistema, intenta hacer lo mejor que puede. Otra cosa son los métodos que en muchas ocasiones rompen los lazos familiares, a cualquier precio.
ResponderEliminarUn relato que toca el corazón dejando rastros de tristeza e impotencia.
Besos, guapísima.
Claro, la intención es buena siempre, hay protocolos y protocolos, y más protocolos, todos en pos del bienestar del menor.
EliminarUn abrazo, y por una bonita tarde