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sábado, 9 de enero de 2016

Música en el metro


El metro de Barcelona, como otro cualquiera, alberga en trayectos precisos a usuarios casi diarios. A las once de la mañana, los convoyes van casi vacíos, y eso permite a los músicos que viven de los donativos de viajeros, imagino, poder mover sus amplificadores con ruedas, o si van su sólo instrumento, un desplazamiento por vagones sin molestar a los viajeros. Hay también pedigüeños que explican su situación difícil, sin ofrecer más que su pena a los viajeros, pero este tipo de petición de ayuda no lo tocaré, al menos hoy.

En tres días he coincidido con cinco “artistas” de la música, dos de los cuales he escuchado en las tres ocasiones, y me parece sensacional el hecho de que ambos sean de una edad muy superior a la cincuentena. No se han rendido, me digo. Llevan su edad y falta de trabajo aún con dignidad,

El primero lleva un artefacto que hace de karaote. Se apuntala él, enciende el cacharro y canta, con muy buena voz, temas de the Boss y de Bob Dylan. El segundo es un sudamericano que con un acordeón, que no bandoneón, nos deleita con temas atemporales, no sólo tangos sino corridos, o boleros en su tema musical, que no canta este señor.


Tengo por costumbre, si llevo monedas, darles un par de ellas. Nadie, hasta hoy me había hecho notar esta costumbre, ni como buena ni como condenable, hasta hoy, ya  ven, cuando mu vecina de asiento, mujer de unos treinta, que creí concentrada sólo en su móvil se ha dirigido a mí.

- Perdone...¿Por qué le da?
- Porque ofrecen alegría
- Con poco arte
- Con el que tienen- dije.

Me quedé pensando, pero poco, en el futuro de esa mujer, tan pragmática como bien vestida, tan joven aún para no entender la vergüenza que seguramente pasaron esos hombres la primera vez que, comiéndose su orgullo, se animaron al fin a destilar música por los vagones de un metro de una gran ciudad.  

En parte pensé muy poco, porque tres niñas, cerca de una puerta, bailaron con la música, una de ellas, cual princesa que creía ser. Me llevaron a la realidad de los posibles futuros e inventados pasados, para volar, como la niña, por un sendero de inocencia ante una canción. Como las bolsas rosas de los vagones, que inundan de alegría los opacos mundos de quienes no pueden ver más que lo que ven.



6 comentarios:

  1. He recorrido los túneles del metro y los convoyes, donde una variopinta multitud de gente, pues son muchos y variados, ofrecen su arte, con mejor o peor suerte y calidad, a todos ellos hay que mostrarles el respeto debido, a quién intenta distraer, enriquecer y deleitar a sus semejantes a cambio de una monedas, que algunos desaprensivos intentan ningunearles, en aras de un pragmatismo al que molesta este tipo de actividades no reguladas.
    Dejando a parte los que se limitan a pedir sin más, o los que venden todo tipo de artículos, como manteros o paseando por los convoyes, que eso es otra historia.
    Un beso.

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    1. Es un mundo interminable, variopinto y fascinante. Conozco a dos mujeres y un hombre, que enseñando un papel plastificado de unos niños, empiezan pidiendo perdón por molestar y acabando por desear que tengamos un buen día. Conozco, como tú y tantos usuarios de transportes públicos, la cara poco amable de la vida, que algunos les ofrece la espalda, de manera machacona y obstinada, así como a otros que no saben ni desean saber lo que es trabajar, deslomándose.

      Tras cada persona que sobrevive a la caridad, sin duda hay una historia, alguna de las cuales nos dejarían cargados de pesadumbre.

      Un beso

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  2. Conste que yo habitualmente no doy, pero la postura de esa chica me parece como la del perro del hortelano, que ni come ni deja comer.
    Un abrazo.

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    1. No creo que vuelva a toparme con ella. Que igual sí que tiene más que razones para no dar donativo a cambio de unas actuaciones más que dudosas, pero yo valoro lo que intentan ofrecer a cambio de su arte, aunque sea escaso.

      La vida, que cada uno lo ve desde sus propios ojos. Un abrazo

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  3. Cuántas historias de vida encontramos en los transportes públicos. Ahora también es común en algunas ciudades, que donde están los semáforos en rojo, aparecen unos payasos y hacen malabares. Y lo mejor de todo, que la gente les arroja lo que pueda para que ellos sigan dando esa nota de color en la calle, que algún día quizá lleguen hasta los teatros!!Te deseo a ti y a tus lectores un muy feliz año !!

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    1. En verdad no sabemos ni pasado ni futuro de lo que nos rodea. Son personas, que como dices, con sus malabares, o artes escénicas o ´musicales, tal vez puedan llegar a una escenario más digno, si en verdad tienen talento, o a veces suerte.

      te deseo lo mejor para este año ya estrenado. Que tus anhelos, sueños y deseos, se materialicen, y lo podamos celebrar.

      Un fuerte abrazo y muy espléndido año 2016

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Ponen un gramo de humanidad. Gracias por leer.