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jueves, 10 de noviembre de 2011

Desconectado.

La música en los auriculares le conducía por derroteros animados y en su mente el ritmo le llevaba y traía por un tranvía prefijado en su móvil. No se percató de que en la parada de Sol subió el amor de su vida. No vio el tímido arcoiris en el escaparate del super. No apreció que la misma marca de cereales de siempre había cambiado de envase y creyó comprar otro. No reparó en que la cajera tenía una voz preciosa ni de que un coche negro tocó el claxon cuando salió con su bolsa de plástico biodegradable que pagó con unos céntimos y que llevaba colgando en su mano.

Cuando la sirena del SAMUR se iba acercando, no pudo confirmar que aún vivía, pero sonreía feliz con las últimas notas de su canción favorita a 85 decibelios.

3 comentarios:

  1. Envidiable felicidad, poder sustraerse a todo lo que nos rodea, ¿o quizá era consciente pero lo veía todo bajo el color de la música?. Según escribo esto, de repente me asalta un temor por esta generación de jóvenes que... no sé si son muy conscientes de lo que se les avecina.
    Un abrazo, Albada

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  2. Vengo recomendada por Luis, y me he entretenido leyendo esta entrada un rato. La pobre no oyó el claxon por culpa de sus auriculares, y puedo decirte que esa realidad ocurre y es muy cierta.

    El atropello puede venir de un tranvía, o de un coche, pero lo cierto es que muchos jóvenes viajan por la vida ensimismados en sus acordes sin ver con quién tropiezan o hacia dónde van. Tu micro viene a decir que : son felices, ¿no?.

    Me quedo por aquí, Albada.

    Un beso des -
    demispalabrasylasvuestras.

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  3. Gracias Luis y Laura por vuestra lectura. Me parece imprescindible un mínimo espacio para aislarse. Esta caricatura, asociada a un joven, podría ser un retrato de algunos de ellos.
    Un fuerte abrazo.

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Ponen un gramo de humanidad. Gracias por leer.