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viernes, 15 de enero de 2016

La novicia

Monasterio de Vallbona de les Monges

Siempre he identificado lo de ser novicio con juventud. Con ese iniciar en un futurible, en un deseo a materializar dando un primer paso.

Hoy, sin embargo, he conocido a una novicia de sesenta años. Me resistí a creer que ese velo blanco obedeciera a tal condición, pero en una congregación de ocho monjas, sólo dos llevaban tal atavío, siendo negro el velo de las demás monjas.
Mi curiosidad me ha llevado a preguntar, si tal vez ese color obedecía a otra etapa, además del noviciado, pero la abadesa me ha dicho que no. En efecto, María Pilar, ahora la madre Misericordia, en homenaje a una Virgen policromada que guarda el monasterio desde el siglo XIII, es novicia.

La única hija de una mujer de enraizadas creencias, mirada limpia y dolores tempranos de artritis, ya tenía vocación religiosa desde la juventud. La vida, en esos vaivenes que trae el destino, siempre en aras de unos designios divinos que los hombres, a veces, ignoramos, la llevó a estudiar Magisterio, y ser una profesora de Primaria feliz con su trabajo y la dedicación a su madre enferma.

La vida también le trajo a hombres que traían mensajes de amor, e incluso uno de ellos materializó un noviazgo con su objeto de deseo, en este caso, esa mujer de ojos de gacela y melena de azabache, pero Dios, que todo lo puede, y todo lo sabe, hizo empeorar a doña Leonor, dejando al novio a merced del tiempo de espera a que la madre amada diera un respiro a María Pilar.

Resignada  con sus niños en las mañanas en el aula, y las tardes con su madre y sus potingues, la vida la llevó a la tibia y monocorde vida de cuidadora perpetua. Un día, cuando los calendarios marcaban los noventa años de doña Leonor, ésta no despertó. 

María Pilar, entonces, dispuso todo para arreglar sus pocas pertenencias, despedirse del colegio, de las calles, de ese barrio donde se sentía en casa antes de llegar a la suya y dejar las llaves del caserón del siglo XVII en la Notaría.


Con sus sesenta abriles, una maleta con libros, dos pañuelos que su único novio le regaló y miles de recogimientos postergados, llamaba a la puerta de la congregación de  monjas de Vallbona de les Monges, para cumplir con su vocación. 

En el claustro, caminando con cierta cojera, entre sus hermanas, la vi pasar ante la capilla de una Virgen policromada con un inmenso manto.  

Claustro donde románico y gótico se encuentran.

6 comentarios:

  1. El padre de un compañero mío de curso, cuando enviudó, una vez sacados adelante sus seis o siete hijos, se ordenó sacerdote y se fue misionero. Murió hace unos años en un accidente, en su misión.
    Un abrazo.

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    1. En tanto que la mejor vocación es vivir, entiendo que no hay edad para seguirla, cuando uno la siente con intensidad, en este caso, con fe. Pena ese final,pero, seguramente,estaba entre los destino que ese novicio tardío había contemplado.

      Un abrazo

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  2. No hay edad cuando la vocación te llama, el señor en su infinita misericordia, acepta en su rebaño, las almas puras que por su quehacer diario,no han podido presentarse antes a su redil.
    Un beso piadoso, esperó que tu retiró espiritual en el monasterio, haya cumplido con todas tus expectativas de paz y oración.

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    1. La hospedería está en obras, pero no descarto un retiro espiritual y espirituoso en algún momento, pero recibo tu beso, deseando que tus expectativas de tu actual aventura se cumplan con creces.

      Un beso te envío, desde mi placidez moral :-)

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  3. Tantas veces he pensado en lo bien que se debe estar apartado del día a día en el que estamos inmersos... pero claro... si no hay vocación sería un fraude.

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    1. Amén de aburrido...sería un fraude. Lo que aguantaríamos...no sé tú, yo en mi humildad, así alejada del mundanal mundo, creo que poquito :-)

      Un beso

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Ponen un gramo de humanidad. Gracias por leer.