En el contexto de la guerra de Cuba y su fracaso para España, intento rendir un homenaje a una pequeña gran mujer y a tantos supervivientes de esa derrota.
Juan Fernández Palomero había sido reclutado para el servicio militar del ultramar. Al ser
hijo de campesinos no había podido pagar para evitarlo. Era noviembre del año
1895 y les habían hecho una despedida por todo lo alto. Su batallón partía de Badajoz
hacia Cádiz , dejando atrás a novias, a madres y tal vez a un futuro. Les habían embarcado en un
vapor, y llegaban a La Habana con más miedo que fe en ganar unas batallas imposibles. Los mosquitos se les comían, el clima era
insoportable, las marchas agotadoras y el rancho incomible. Intentaban deglutir esas
galletas que "Ni las mastica un tiburón, ni las digiere un grullo", como
había escrito el médico del campo, justificando cómo hacían mella las enfermedades
en esos jóvenes.
Los meses fueron derritiendo los sueños, borrando las esperanzas, consumiendo las carnes y dejando
cicatrices, en el cuerpo, y en el alma. El joven había sobrevivido, como otros, haciendo de tripas corazón, apretando los
dientes y sudando fiebres, y en los ratos sin batallas, pensando en la mocita de ojos negros de su pueblo, y en los guisos de su casa.
Llegó el ansiado día del retorno, tres años más tarde. En su caso, con quince quilos de
menos y una humillación de más. Él, y lo que quedaba de su batallón, con aspecto de vagabundos, recababan en Vigo,
donde les trataron bien. Se había
corrido la voz de que regresaban enfermos y de que eran contagiosos, así que no
les sorprendió enterarse que en muchos apeaderos no les dejarían parar. Cargados
en un tren, casi como ganado, hasta llegar a Salamanca no les dieron de comer. Las horas
pasaban y la sed iba haciendo mella en los desastrados. El tren de los fracasos
se detuvo a las afueras de Plasencia,
lugar donde Juan pudo sonreír al fin.
Isabel Perez Martin
tenía cuarenta y ocho años años, ocho hijos y aún había de parir un último a
la edad insólita de los cincuenta. Su oficio era de lechera, lo que le obligaba a caminar mucho, para trajinar y vender la leche de sus cabras. Una tarde, cerca de las vías del tren, escuchó
quejidos, peticiones de agua, y llantos
sordos. El aire olía a desamparo. Sin dudarlo, se acercó y les ofreció los cántaros que llevaba.
Juan creyó ver en sus ojos, pequeñillos y profundos, la mirada inquieta de su
madre. La mujer, vivaracha, se restregó las lágrimas con el dorso de
su mano y se acomodó el moño, dejando que una onda se marcara sobre su frente.
Respiró hondo, ahuyentando la tristeza, y, contemplando el número de
repatriados, regresó a su calle. Animó a otras mujeres a que llevaran
comida, o agua con anís, o vendas de sábanas rotas, o mantas, o una mano amiga. Lo que fuera,
porque esos hombres necesitaban el calor humano que se les había escamoteado.
Anochecía
bajo las estrellas, y Juan soñaba con su madre, quien en sueños, le acariciaba
el hombro. Entretanto, una mujer de pueblo, sintiendo un latido de sus
entrañas, le despertaba, mostrándole unas migas con chorizo que olían a regreso. La odisea de uno
acababa, o más o menos, mientras el halo
de coraje se iba formando alrededor de unas mujeres, animadas sin duda, por la
ternura de ser madres, y por el ánimo de una espléndida mujer.
PD. Una prima insiste en que esto no es una biografía. Para biografías futuras es bueno saber que aunque los nietos vivos la recuerdan siempre sentada en el balcón de la calle Ancha, no sería muy menuda, sino más bien grande. A mí me gusta la valentía y el coraje en los humildes, aunque ella llegara a tener unas ocho fincas, trabajando como una mula, imagino. Por ella. Por las valientes.
Parece que nadie quería saber nada de los derrotados. La victoria enseguida tiene patrocinio pero lo que huele a derrota se aparta sin miramientos. Suerte de esas mujeres que atendieron a los desamparados.
ResponderEliminarUn beso Albada y feliz semana.
Lo que sabe a derrota nadie lo quiere, y fíjate en Vietnam, los oriundos sabían moverse sin ser vistos, cosa similar a lo que hicieron en Cuba. Poco podían hacer esos españolitos mal comidos
EliminarUn beso y por una semana sensacional
Muy bonita historia, no la conocía, y el caso de los soldados derrotados en una constante en la historia española: las guerras del XIX, la de Cuba, la de Marrueco, la de la insurrección de 1936, etc., todas ellas han generado multitud de episodios domésticos, ya no belicistas, de reencuentros y solidaridades que apenas se suelen contar. Por cierto, ¿recuerdas que la manera que tuvo EEUU de justificar y declarar la guerra a España por lo de Cuba fue acusar a España de haber torpedeado un navío de la Marina yanqui, el Maine, que España siempre negó? Pues estos días me vengo acordando de la anécdota por lo de los petroleros del Golfo Pérsico. ¿No tiene una retorcida semejanza?
ResponderEliminarEl acorzado Maine, ya se sabe que la explosión fue en las calderas, sin más, pero claro, así nos quedábamos sin excusa. El el link del principio explica mejor lo acaecido en la guerra perdida.
EliminarUn abrazo grande
Me has emocionado con esta historia. ¡Qué bonita! Y lo mejor de todo es que tiene un final feliz aunque todo apuntaba a lo contrario. El nombre de esas mujeres debe ser honrado por siempre.¡Lástima que no se pueda hacer con todas las personas anónimas que pusieron su vida y seguridad en riesgo para ofrecer ayuda a los demás! Como siempre las clases más pobres son las que pagan el pato de todo. ¡Qué injusticia!
ResponderEliminarFeliz tarde, Aldaba. Un beso
Son honradas, no sé si tras demasiadas décadas de olvido imperdonable. Mujeres valientes, de las que ya nacen pocas.
EliminarSí, a las guerras van los pobres, no nos engañemos. Un abrazo y feliz noche
Una historia Muy emotiva. Siempre hay un alma caritativa que solo sabe de humanidad.
ResponderEliminarMe ha encantado leerte, mi querida amiga.
Mil besitos con cariño y feliz día ❤️
Me alegro que te haya gustado. Ha sido un gusto recorrer una vía muerta de tren, por recoger el recuerdo de una bisabuela como hay pocas
EliminarUn abrazo grande
Qué historia... dónde estaban los ricos patriotas que pagaban para que sus hijos no fueran a la guerra?... no tenían ni tienen hoy tampoco la más mínima vergüenza, mucha banderita en la muñeca y en el cuello del polo y son todos unos cagones sinvergüenzas.
ResponderEliminarMe ha recordado a los soldados norteamericanos que volvieron de Vietnam...
Besos.
Los patriotas llevan, o llevaban a sus hijas a abortar a Landres, y los dineros a Suiza, Andorra u otro paraísos fiscales. Como siempre
EliminarSí, pobres esos excombatientes del Vietnam, qué pena de vidas, qué malgasto de vidas. Un beso
Hay que ver lo grande que han sido y seguimos siendo las mujeres ..ellas dieron cobijo , comida y cariño a esos hombre abnegados y vencidos , ellas al menos calmaron sus heridas así pues esa placa es el mérito merecido a la generosidad de las gentes más plebeyas ..Una historia muy bonita ..muchas gracias por compartirla , cuanto se aprende ajjaja es un placer leerte -Abrazos y feliz tarde .
ResponderEliminarLa placa es merecida, sin duda. Mujeres que se distribuyeron tareas, unas de ellas fueron a hablar con los ricos, por recoger vendas, sábanas vaya, y otros enseres y comida
EliminarLos hombres son muy valientes en las épicas, pero las mujeres lo somos en la cotidiana batalla de la vida. Un abrazo grande
Aprendo tanto leyéndote..
ResponderEliminarUn verdadero placer sumergirme en tus letras!
Un beso!
Pues muchas gracias. Un gusto que te haya enseñado, aunque este post está basado en la realidad pero, por supuesto, está vestido de mi voz
EliminarUn abrazo grande
Una historia con final feliz, se lo merecen los soldados que regresan a su casa, lo cierto es que merecían una bienvenida mejor pero tampoco estaba la cosa para fiestas en aquellos entonces. me ha gustado la manera de narrarlo, como si hubieras estado presente, Abrazos
ResponderEliminarEs que ponerse en la piel de esos desgraciados, en el sentido de desgracia, abandono, tristeza, era importante, para describirla valentía de mi bisabuela
EliminarMe alegra te haya gustado, Ester. Un abrazo y feliz noche
Un fragmento de la historia...
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo es, literalmente, un trienio horrible, con un precio en vidas, de la mitad de los que llegaron, poca broma
EliminarUn abrazo y por una noche sin historias bélicas
Qué gesto conmovedor, qué mujeres humildes y magníficas. Me encantó leerlo porque no conozco esa parte de la historia. Gracias por divulgarla con tu prosa siempre estupenda.
ResponderEliminarBesos, Albada.
Pues muchas gracias, Mirella. Los tiempos a veces se parecen, quizás con buques diferentes pero las excusas para declarar una guerra pueden ser variadas
EliminarUn abrazo grande y por noches épicas en las lecturas
en los libros de historia se cuentan los acontecimientos de una manera muy impersonal, distanciada, aséptica... estas historias de héroes anónimos (en este caso una heroína) son una buena manera de ver los hechos históricos desde una perspectiva más emotiva y humana.
ResponderEliminarabrazos!
No conozco otra manera que acerca la historia a sus personajes, y que éstos parezcan plausibles. En este caso ella es real, y él pudiera haberlo sido.
EliminarUn abrazo grande, Chema. Feliz noche
Escribes con el sabor de la realidad en tus manos. Relatas con sumo detalle cosas que quizá no has vivido directamente y eso me llena de admiración. Una vez más me has sorprendido.
ResponderEliminarGracias
Me alegra que te haya gustado. Pretendía ponerme en esas pieles de hace más de un siglo, y si lo he conseguido en parte, ya me siento feliz. Muchas gracias, Buscador.
EliminarUn abrazo grande y gracias a ti
Muchas gracias.... Me ha gustado mucho leerte
ResponderEliminarMe alegro, Trini. Por esa mujeres valientes
EliminarUn abrazo
Los verdaderos héroes no siempre ganan. A veces, son los que pierden. Pero siguen luchando, y siguen aguantando. No se rinden. Eso es lo que los convierte en héroes. Pero también hay heroínas, esas mujeres anónimas que de sus cocinas pasan a la primera línea de los acontecimientos y sin disparar más que su valentía, son las verdaderas baluartes de históricas confrontaciones donde los humildes tienen más que perder que ganar, menos su honor.
ResponderEliminarGracias por esa bonita historia, aquí tenemos otro digno ejemplo: Manuela Beltrán.
Con el cariño de siempre,
Guillermo.
Me encanta que saques ese tema. Los pobres tiene poco que perder ene apariencia, pero luchas y no se rinden, por no perder el honor, lo poco que vale la pena. Sí, las mujeres en las trincheras de la logística son las heroínas de todas las guerras
EliminarPor Manuela Beltrán, colombiana e Isabel La Cabrera, brindo a su salud. Un abrazo grande, Guillermo
En lo inhumano de las guerras también se ve la humanidad y de ella surgen los verdaderos héroes. Un excelente relato Albada.
ResponderEliminarUn beso dulce y dulce semana.
Qué verdad, las guerras sacan lo mejor de algunas gentes, aunque casi siempre nos queda en la memoria lo peor de alguna otra. Nadie gana en la guerra, por bien que los países ganen tierras y con ellas sus tesoros.
EliminarUn abrazo y porque no haya guerras. .Ni una. Un abrazo, Dulce y feliz martes
Hace unas semanas, leyendo "Una historia de España" de Arturo Pérez Reverte, me encontre con este capítulo, uno más de la descomposición de aquél imperio. Los protagonistas merecerían las mismas medallas y homenajes que los de las exitosas batallas, sin embargo la historia pasa bastante de puntillas por los acontecimientos que no aportan gloria. Son estos humanos recuerdos, escritos con la objetividad que de el paso del tiempo y tu sensibilidad, los que aportan un reconocimiento injustamente arrebatado a personas que dejan su vida, o parte de ella, defendiendo en nombre del país en que han nacido una bandera que les han puesto en las manos porque a otros les quemaba.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es un capítulo injustamente silenciado, cargado de exitosas batallas, como dices, si bien las condiciones para los españoles eran penosas. De la gloria se habla y se entregan medallas, pero de las derrotas cuánto se calla de esas heroicidades que también conllevaron.
EliminarUn abrazo y por la historia, que quien hable de las batallas, intente ser objetivo y ponerse en la piel de los que las vivieron. Feliz martes
Emotiva historia que en parte desconocía. Ojala hubiera mas mujeres como ellas, las que ayudan al caído sin esperar nada y aqui les rindes un bello homenaje. Saludos amiga.
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado, Sandra. Faltan mujeres valientes, y como en este caso me pilla realmente de cerca, no querido dejar pasar la ocasión
EliminarUn abrazo y feliz día
Los verdaderos héroes no suelen ser los que tienen estatuas en las plazas, sino personas anónimas (afortunadamente algunas no tanto) que actúan desde el corazón.
ResponderEliminar¡Qué bien se te da esto de novelar la historia! Te admiro
Un abrazo grande
Los héroes no suelen acapara portadas, como bien ices, y de hecho tardaron casi un siglo en homenajear es estas mujeres lideradas por mi bisabuela. Los perdedores de esa guerra, en Vigo sí tienen una escultura con bandera, pero creo que es la única
EliminarGracias, Alis. La historia mirada con ojos más humanos y menos de historiador, se vuelve más cálida y cercana. Un abrazo grande
¡MAgnifico!
ResponderEliminarConocía los datos, pero tú, con la magia de tus manos la has ampliado y me dejas absolutamente emocionada y agradecida por esta insuperable aportación, ejemplo de sentimientos, valor y dignidad.
Besos.
Pues me encanta que te haya gustado, porque es un episodio poco valorado. Es cierto que de los perdedores de una guerra hay pocos homenajes, pero estos los merecían, a pesar de haber perdido. También ocurre que estado con los únicos nietos vivos de Isabel, mi bisabuela, y eso ha sido acicate para informarme
EliminarUn abrazo y feliz tarde, Mari Carmen
Has hecho un relato muy emotivo, como lo fue el comportamiento valiente y humano de esas mujeres que acudieron a la llamada de Isabel Pérez "la cabrera". Cuánta injusticia al tratar a unos pobres muchachos supervivientes de una guerra como apestados. Las guerras siempre sacan lo peor y lo mejor de las gentes.
ResponderEliminarUn relato magnífico. Me ha encantado.
Un abrazo.
Me alegra te gustase. Piensa en cómo vivieron, y los supervivientes, cómo regresaron, y da para hacer miles, más de cien mil historias de superación y un poquito de honra entre tanto aroma a fracaso
EliminarMuchas gracias, Josep Mª. Por una tarde sin recuerdos de guerras perdidas, ni ganadas.
Una historia preciosa, Albada.
ResponderEliminarPor esas mujeres. La verdad es que las abuelas de antaño, las madres, las mujeres eran especialmente fuertes y valientes.
Siempre hay alguna historia que contar.
Besos
Me alegro te gustase. Sí, hay miles de historias de mujeres luchadores, y ahora pienso en una madre, en las riadas del 69 en Barcelona, moviendo una escalera de unos cien quilos, de esas de madera, inmensas, por rescatar a su hijo, que fue mi primer novio, ya ves. Esa escalera entre dos hombres, luego no pudieron moverla. Historias que siguen pasando en todo el mundo y que raramente salen a la luz
EliminarUn abrazo y feliz tarde, Maite
La actitud de esas mujeres, ante la negligencia y el desprecio de todos, debería estar
ResponderEliminaresculpido a fuego en el insano corazón de todos aquellos que creen que la guerra es la única solución.
Besos.
Opino como tú. Fueron lideradas por una mujer especial, como puede entenderse, pero todas ellas llegaron donde ricos y hombres tal vez no habrían llegado.
EliminarNo hay guerra buena Ni una sola, por cierto, pero los excombatientes perdedores son la muestra de qué poco importa esa legión de defensores a la fuerza, de una patria que no les ha amado. Pienso en Vietnam y estos de Cuba en especial. Un abrazo y gracias, Juan L:
¡Qué emotivo homenaje a estas valientes mujeres!
ResponderEliminar¡Qué campeona, Isabel!, además, por parir a los 52
un bebe gestado a la vieja usanza ;-)
Besos, Albada
Claro, yo le escuchaba a mi padre, de su abuela que tuvo al final ocho hijos, el último, varón a esa edad tardía. No podía saber lo que significaba, porque yo era muy joven. Por cierto, a este último le mimó con a ninguno y no que fuera agricultor o ganadero, quiso que estudiara, y lo hizo. Bien es verdad que el resto se ganó la vida la mar de bien
EliminarUn abrazo
Las derrotas también se tiene que tomar en cuenta, se hizo lo que se pudo, mucho dejaron su vida por conseguir ideales. Me alegro que hayas hecho este homenaje a estas mujeres que lo dieron todo.
ResponderEliminarBesos.
En este caso se hizo más de lo que se pudo, pero comparar las armas y equipación de esos soldados con los americanos, era soñar imposibles. Fueron muy buenos soldados dadas las circunstancias. Gracias. Estas mujeres, en concreto mi bisabuela, tuvieron un coraje que ya quisieran paar sí muchos hombres
EliminarUn beso y feliz día
Muy emotiva la historia y tu homenaje a estas mujeres desconocidas, me encanta que se reivindique el papel que han tenido y que se ha silenciado tantas veces. Gracias a esas mujeres valientes, calladas y que no se rendían nunca.
ResponderEliminarBesos
Superar el miedo, en este caso a contagiarse, es algo que siempre impone, cuando son las mujeres quienes toman las riendas de lo que sea, en este caso ayudar a los soldados repatriados, casi seguro que lo consiguen.
EliminarEran, son, las mujeres, quienes lideran las figuras de héroes, auqnue casi nunca se reconoce. Un abrazo grande
Un bonito homenaje a esas mujeres valientes que como tú protagonista acudieron en ayuda de aquellos que fueron a un guerra obligados por no tener dinero para pagar. Había oído hablar a mi abuelo de eso de pagar para no ir a la guerra , otros escapaban a Brasil como lo hizo mi abuelo para no ir a al guerra.
ResponderEliminarHeroínas como tu protagonista deberían ser mas conocidas por todos.
Un abrazo Albada
Puri
Como ves, esa historia es aterradora y bastante reciente. Los que escaparon, pudieron hacer si vida, imagino, pero los derrotados quedaron heridos, heridos en su corazón. Por las mujeres valientes, las que escaparon junto a sus hombres y estas de hoy en mi post, que obviaron el miedo al contagio, Inexistente por cierto, y que casi siempre son olvidadas
EliminarUn abrazo, Puri y feliz tarde
Mujeres valientes.
ResponderEliminarMujeres ilustres.
Mujeres luchadoras.
¡Qué mujeres!
Ya lo creo. Muchas de ellas, sin ir ala guerra, padecen la misma, no sólo en falta de brazos parar trabajar, sino en la miseria que siempre rodea a toda guerra
EliminarQué mujeres!, ya lo creo. Un abrazo, Manuel