Siempre sostuvo ser de natural enamoradizo, alegre de modo propio y con un ligero déficit auditivo que conllevó más de una situación incómoda y unas docenas de jocosas.
Cuando Eva entró en su vida, las palomas se mudaron del granero, porque ella llenaba el aire de gritos desaforados que inundaban primero su boca, luego su vientre y acababa desbordándose por toda la casa, el viejo establo y hasta el bosquecillo circundante, a cualquier hora. Cuando los pequeños alaridos de Juan se unían al vaivén de sus acordes venusianos, el sosiego de las ramas se quebrantaba, las hojas se enrojecían y las avutardas salían en busca de acomodo entre sus alas y una quietud imposible, conformando nidos de equilibristas cada vez más lejos de la masía, y de la vida exultante que Eva dejaba ir en amorosos cantos a la muerte por vivir.
Los idus de Marzo se llevaron a Eva por donde había llegado, esa carretera secundaria de un valle perdido en Ourense, y él emprendió la afición de coleccionar piropos. Llorando quedo.
Por atraer a la luna a su rincón encantado del cuarto de arriba, para cobijarla entre la niebla verde pasto, que olía a cielo azul en su agonía.
Llegó María. Por la misma carretera comarcal sin asfalto ni salida. María de sus pecados y sus absoluciones, con sus ojos azules y místicos de novela post-romántica. Su rotundidad a la hora de evocar con desdén los arrumacos más suaves y tiernos, le llevó en volandas a paraísos prohibidos de aroma a mar sin arrecifes ni corales. Sin brisa ni levedad de olas antes de atracar en muelle inventado de fuego y llamas.
María de Todos los Santos Pecadores, María cual meretriz sin alcancía, María destrozando las colchas en sus juegos sin cortapisas, sin poder impedir que Juan buscase a Eva tras sus pestañas y su cintura. Persiguiendo la locura de escapar para escaparse de un abrazo opresivo que le devoraba sin medida.
Eva se llevó el corazón de Juan con ella.
ResponderEliminarBesos.
Mucho me temo que así fue. María no tenía opción alguna.
EliminarQuiero pensar que Juan encontrará, seguramente lejos de su masía aislada, otra Eva que llene sus noches de vida.
Un abrazo.
Me ha gustado este puro relato del hombre solitario, mirando, esperando el camino por donde aparezca el antídoto de su soledad. La soledad, en mi opinión, cría pasiones y dependencias que se desearían eternas. Pero la soledad, a veces, solo engendra de nuevo soledad y el recuerdo vagaroso y perfumado de cuanto no fue así. Pero yo siempre vibro , como en este relato, tan bien contado, con una buena historia de amor y desamor. Un abrazo.
ResponderEliminarLa soledad buscada, y en tiempos concretos, yo creo que es la mejor aliada de la cordura. Junto al silencio.
EliminarDe forma impuesta, o auto-impuesta, resulta desoladora, fabrica monstruos, nostalgias, psicosis y malestar. Pero Juan es joven. Creo que emigrará y encontrará una Eva donde anidar en paz.
Un abrazo.