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miércoles, 28 de octubre de 2015

Reinventarse o morir

Imagen de un parque de Nou Barris


Por sexta vez se le había caído un plato de la bandeja en ese domingo. En esta ocasión había sido uno pequeño, con sus aceitunas danzarinas, una a una resbalando, para rodar luego sobre la acera bordada con hojas, ante la tienda elitista del Paseo de Gracia. No me importó en absoluto que dos de ellas quedaran sobre mi regazo y una más hubiera hecho puntería en mi bolso colgado de la silla de aluminio, porque la leve humedad se secaría en un santiamén.

Le vi agacharse de inmediato para recoger los frutos verdosos, pero fue evidente que se sabía observado por Juan, el camarero jefe, quien había accedido de mala gana a que le contrataran para los fines de semana.

Anselmo había agotado la prestación del paro en 2013, y con sus cincuenta y cuatro años eso de reinventarse, que aconsejan como solución para encontrar nuevos trabajos, no le había funcionado. Si bien había podido trampear la situación los primeros meses con pequeñas chapuzas, ahora sabía que su futuro laboral no era incierto, sino de un color negruzco como las nubes que asomaban ese Octubre por encima de la ciudad, amenazando con un diluvio de agua que acabaría con los más pequeños sueños que aún guardaba, de remontar su situación.

Ignorándonos por completo, miraba de reojo donde estaba Juan continuamente, mientras se concentraba en la recogida de aceitunas, que acabó colocando junto a los fragmentos de plato en su bandeja, ya libre de nuestras cervezas, de unos bocadillos y de unas patatas bravas. Nada nos dijo para disculparse. Me pareció que murmuró un “perdone” en voz muy baja y con la mirada vidriosa, cuando saqué a manotazos las olivas de mi falda, pero no puedo afirmarlo.

Le vimos avanzar con la bandeja aún en alto por los restos del destrozo, con pasos muy cortos, hacia la barra de diseño. Le observamos luego con las espaldas encogidas, ante un tipo de una edad inferior a él, quien le señalaba y nos señalaba con ademanes bruscos, hablándole con un tono de voz que destacaba sobre el murmullo de la vida en el Paseo. Entretanto, el camarero empequeñecía segundo  a segundo, con sus manos aferrando el filo de la bandeja, ya vacía, ante sus piernas, mientras iba bajando la cabeza, y sin levantar la vista en ningún momento.

No había pasado ninguna tragedia, y estábamos dando cuenta del tentempié bajo el toldo amarillo en un domingo otoñal, cuando a los pocos minutos nos trajo otras aceitunas, en una bandeja más pequeña, donde además  portaba un café para prepararlo con hielo, para la mesa de nuestro lado.

El tintineo de la taza contra el platillo, del hielo contra el contorno del vaso largo, y de la cucharilla sobre el metal de la bandeja, me hizo pensar en qué música más discreta acompañaba su temblor de manos.

Escribo esto ante la aceituna casi seca que aterrizó al lado del libro que llevo, de Saramago, en mi bolso viajero de historias para no pensar.
  


8 comentarios:

  1. Estas historias para no pensar en lo duro que puede ser el día a día para quien solo le queda una leve desesperanza, en no acabar el día peor que el anterior, ni que sea recogiendo y pagando los platos rotos.
    Un beso.

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    1. Hay demasiadas historias, ficticias o literalmente reales, donde lo que queda en los corazones son resquicios cada vez más estrechos de esperanza en un futuro. Anselmo es uno de esos hombres que quieren despertar cada mañana, pensando que se acabó la pesadilla, pero que no logran despertar

      Un beso

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  2. Como Anselmo hay otros muchos y muchas con un futuro incierto e inseguro, reinventándose toda una vida.

    Un placer leerte , Albada.

    Un beso dulce de seda .

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    1. Creo, y lo digo ne serio, que un trabajo para toda la vida, digamos, limita el crecimiento de un apersona, porque al moverse en su zona de confort, no espabila, no inventa, no arriesga, no avanza.
      Pero moverse en la incertidumbre perpetua de un futuro donde moverse, ha de ser agotador y desesperante. También la edad sin duda juega un papel en el miedo la futuro, pero la incertidumbre continuada creo que ha de ser un factor desestabilizador para cualquiera. Está de moda eso de los contratos basura, y así nos vemos, y así nos va.

      Un beso, dulce María

      sese e

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  3. Qué bien descrita la sensación desangelada de quien está sufriendo las consecuencias de desempeñar un trabajo que no es de lo suyo, teniendo que soportar además las impertinencias de alguien que seguramente no sabe hacer otra cosa y es en lo único en que puede sentirse por encima de él.
    Un abrazo.

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    1. Imagino que es una situación común en estos años, donde, a falta de poder reinventarse, en ingenieros de la mercadotecnia, muchos trabajadores de la construcción, por ejemplo, se ven abocados a hacer oficios sin vocación y con temor a no poder alimentar a los suyos.

      El encargado experto en una labor, puede enseñar bien o puede aprovecharse de su superioridad, entrecomillada. Y vimos a uno de los segundos, imagino.

      Un abrazo

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  4. Has fotografiado con palabras la crueldad del mundo en que vivimos.
    Reinventarse?
    Ya está bien de tantas palabras vacías para enmascarar la tragedia.
    Me ha dolido el relato.

    Besos.

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    1. Se han pasado con la alegría de hablar de reinventarse ante la tragedia de un paro galopante.

      Me dolió ver el temblor que describo al final, que me hizo darle un principio inventado, haciendo un relato de un anécdota, pero muy posible. Un beso

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Ponen un gramo de humanidad. Gracias por leer.