Translate

martes, 1 de noviembre de 2016

El abrazo


El abrazo, acrílico de Olga Marciano
Ella lleva una mochila azul y unos libros sobre el antebrazo. Tendrá no más de veinte años y una melena color rojizo en retirada. Se dirige hacia Fabra i Puig. Él es joven, con coleta y deportivas, y se dirige a Plaza España, en dirección contraria, por lo tanto.
Cuando él se acerca a ella se para en seco, y sonríe desde lejos. Cuando llega a su altura, mientras ella mira que alguien se le acerca, sospechosamente, con los brazos abiertos, se queda quieto, con las dos piernas bien apoyadas, y extiende aún más sus manos. Ella se deja abrazar, a pesar de que su cara manifiesta incomodidad. Casi se le caen los libros, y el botón del puño de la cazadora de él se ha enredado en el cabello panocha de la joven.

Habiendo llegado a una posición más normal, o cuanto menos, más estable, él sigue sonriendo tras el abrazo. Ambos plantados, cara a cara, él sigue sonriendo mientras ella hace mohines de incredulidad.

-Qué gustazo verte. A ver si coincidimos otra tarde en el MEAM-dice él
-Lo mismo digo. Un gusto haberte visto.
-¿Sigues yendo por allá?, porque yo empecé las clases y los viernes me va fatal.
- Yo tampoco voy por allá. Ni sé de qué lugar me hablas-añade ella en voz muy baja.

Él se excusa, mirando el reloj, y sigue su camino, acelerando el paso, hasta que se pierde de vista cuando gira hacia el andén.

Ella recompone tranquilamente el peinado, la mochila y los libros. Luego echa a andar, y se gira, una y otra vez,  a mirar por donde se ha alejado el joven de la coleta.

Le ha pasado otras veces. Desde que posó para un pintor, de cara y de espalda, en ocasiones, alguien cree reconocerla. La primera vez casi sale huyendo, pero ahora, más experta en “posar” para fotógrafos amateurs y pintores en alza, se lo toma más filosóficamente. Poco sabe de la censura por la que algunos de sus “artistas” pasan para poder exponer al gran público su obra.

7 comentarios:

  1. Yo no he posado para ningún pintor, pero debo tener una cara muy corriente porque frecuentemente me confunden con alguien. Será que hay gente que se cree que todos los pelados somos el mismo.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. jajaja. A mí me pasó, así de abrazo ceñido una sola vez. Saludarme sin sabe quién era la otra persona me pasa mucho. Pero he aprendido a saludar, pelín tarde claro, y todos tan contentos


      Un abrazo

      Eliminar
  2. El precio de la fama eh...

    Muy ingeniosa.

    Besos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No es fama Toro, es que mi trabajo es cara el público, por lo que ellos sí recuerdan a esa persona, que ven bastante, pero ESA persona no. Mis hijos siempre preguntaban...quién es esa señora mamá...Y yo decía...Ni idea cielo.

      Un beso y feliz miércoles

      Eliminar
  3. Esos abrazos perdidos, que desconciertan al receptor pero dejan satisfecho al donante, convencido de haberse dado una vez más.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es, fíjate, una estupidez que no es tal. Como oficio digo...ser abrazador de abrazos acunados, ceñidos, alimentadores, reconfortantes...

      Un abrazo bien ceñido.

      Eliminar
  4. Igual ella ha sido abrazada demasiado. Pero, en mi opinión, nunca sobra un abrazo, y ser abrazador anónimo me sigue pareciendo un bue oficio. Para seres angelicales y para más terrenales también. :-)

    Un saludo

    ResponderEliminar

Ponen un gramo de humanidad. Gracias por leer.