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Sebastián llevaba años mirando de refilón el neceser de Mónica, y su armario de tres cuerpos. Un día se atrevió a pintarse los labios con su rouge, y al ver su marca sobre un vaso de whisky, sintió que algo en él se había despertado. Con el ánimo henchido de un placer extraño, se animó con el rimel, dando por bueno el resultado, a pesar de pelearse con el pincel redondo sobre sus pestañas. Aprovechó que ella estaba con sus amigas, y se puso abrir cajones. Las medias con blonda no se le resistieron en absoluto, el sujetador lo rellenó con unos calcetines, y la braguita a juego le sentaba de maravilla, una vez acomodados sus atributos. Los zapatos de tacón de aguja no le cabían, ya que su pie era dos números más grandes, pero bastó con elevar sus talones para darse una idea del aspecto general.
Pasaron meses, de dudas, de pruebas, pero un día, sacando los zapatos de su talla de la caja escondida, pudo verse reflejado en un espejo. Éste le susurraba qué tan cómodo se sentía así vestido, y hasta qué punto era la vestimenta en la que se sentía en su salsa Decidió comentarlo con su mujer. Mónica, no daba crédito a ese capricho, sin embargo, a su hija Laura le pareció bien. Pensó en la hermana que nunca tuvo y las posibilidades de ampliar su fondo de armario, añadiendo más vestidos a los que ya requisaba de la madre. Duró poco la convivencia con esa premisa. La plancha del pelo empezó a ser un motivo de discordia. También lo era el trozo de armario, y los tiempos del lavabo compartido, y los suavizantes capilares, y la maquinilla de depilar, entre otras cosas. Era una decisión madurada y no un capricho, y nadie es quién para juzgar el aspecto de nadie. Lo que pasó es que la familia de Mónica no aceptaba la nueva imagen ni la compresión de ella, y en realidad, a Mónica le empezó a cansar dar explicaciones. Se separaron, como era de esperar, de mutuo acuerdo, sin tragedias ni rencores.
Fue la hija quien se fijó, meses después, en el nuevo amigo de su padre. El novio se parecía al Sebastián de siempre, haciendo una linda pareja yendo, tomados de la mano, por el Paseo de Gracia.
Despertares tardíos, visto desde lejos desear buena vida a todos los protagonistas, y felicitarte a ti por tratar con tanta frescura un drama familiar, una separación siempre lo es. Abrazucos
ResponderEliminarMe honro de respetar todas las opciones personales. Conozco un sólo caso, pero la realidad de la imagen y la sexualidad es lago muy personal, por eso puse humor, por supuesto
EliminarUn abrazo
Los caminos del amor son insondables... y los de la sexualidad, también.
ResponderEliminarBesos.
Es que nunca es tarde para ser uno mismo. Eso es lo importante.
EliminarBesos
Le costó pero al final se liberó.
ResponderEliminarBien por él.
Besos.
Nunca es tarde si la dicha es buena. A mí me parece muy bien.
EliminarUn beso
Aunque sea tarde, al fin consiguió sentirse a gusto consigo mismo.
ResponderEliminarUn beso.
No hay nada como estar a gusto con uno mismo. El tiempo invertido vale la pena siempre.
EliminarUn beso
Lo importante es saber encontrar la felicidad, nunca es tarde para ello.
ResponderEliminarMe encanta tu originalidad en cada microrrelato, manejas una variedad de temas para hacer relatos es grande tu inspiración y la verdad es que me dejas maravillada, te felicito por ello.
Besos enormes y feliz tarde.
Bueno, es que la realidad da pie a pensar en ella desde cualquier ángulo. La imaginación también es un pozo sin fondo, pero suelo tomar una nimiedad y jugar con ella.
EliminarGracias preciosa por tu lectura. Un beso grande y feliz domingo