Ellos entraron a la hora convenida. Un lugar insólito, sacado del medievo, de esa Tarragona siempre viva. Para llegar habían tenido que deambular por callejones solitarios, pero luego reconocieron que había valido la pena.
Degustaron como diez entrantes, en dosis pequeñas pero suficientes, donde las exquisitas salsas, la presentación de diseño y una comida de autor se habían acoplado a ese cumpleaños que, en pareja, celebraban junto a una luna menguante de Marzo. La cena estuvo regada con un vino del priorato, que, en contra de todo pronóstico, maridaba perfectamente con todos los platos, de variada hechura.
Degustaron como diez entrantes, en dosis pequeñas pero suficientes, donde las exquisitas salsas, la presentación de diseño y una comida de autor se habían acoplado a ese cumpleaños que, en pareja, celebraban junto a una luna menguante de Marzo. La cena estuvo regada con un vino del priorato, que, en contra de todo pronóstico, maridaba perfectamente con todos los platos, de variada hechura.
Todos los clientes hicieron alabanzas del lugar, y sobre todo del menú de gustación de la casa. Un acierto total. Una pareja discutía, sin embargo, poco después de tomar asiento. Apenas probaron bocado, aunque se sirvieron más de una vez sus copas. Una botella de don Perignon presidió su mesa mientras estuvieron en el restaurante.
Pedro, criado en el barrio, entró en la cocina. Se preparó unos exquisitos canapés con un paté apenas tocado, otro con los restos de una bomba de calamar, y alguno más con un trozo de lomo de merluza intacto, y de un tartar de atún inacabado. Regó su cena con una copa de champagne y otra de un vino muy suave en boca, un priorato atípico. Tenía que esperar para limpiar la sala, y mientras hacía tiempo, reflexionaba sobre lo injusto que resulta que algunos vivan de los restos de los demás. Luego sacudió la cabeza y cogió la escoba, se puso los auriculares y, siguiendo la música de su móvil, comenzó a barrer la sala, abovedada, empezando por un rincón.
¡Como para dejarse el tartar del Arcs, por favor! Y, ¿un Llopart Clos dels Fóssils Chardonnay?
ResponderEliminarLes tenía que haber partido la escoba en las costillas, si es que el que tiene lo que no merece no aprecia lo que tiene.
Saludos.
Esa pareja estaba para pocos festejos, pero como dices, es un pecado dejarse casi intacto un tartar dels Arcs. Me temo que yo, como Pedro, habría disfrutado enormemente de los cuidados manjares de ese restaurante, pero la ficción es así de caprichosa. :-)
EliminarUn saludo
Lo había descubierto deambulando sin rumbo fijo por la ciudad, perdido entre piedras y callejones sin más brújula que la que le marcaba una insaciable sed de curiosidad. No supo por qué, pero se detuvo, le echó un vistazo e intuyó que que detrás de aquella puerta se encontraba el paraíso. La casualidad, que no la fortuna, seguía estando de su parte, una pareja de alegres y distendidos vecinos abandonaba su morada en ese instante.
ResponderEliminar-Perdonen que les moleste, pero me gustaría hacerles una pregunta un poco idiota: ¿Entrarían ustedes ahí?
Una sonrisa iluminó su rostro y hubo una escueta y rápida respuesta
- No se lo piense dos veces, mañana cuando abra vuelva.
Y el solitario viajero por el tiempo y el espacio regresó para no poder irse jamás. Los arcos se cerrraron y completaron el círculo, pasado y presente, el ayer y el hoy, el eterno placer de los sentidos y del gusto por el detalle y la exquistez tejen unos finísimos e invisibles hilos que impulsan a volver. El paraíso existe entre arcos del Medioevo y un Anfitrión moderno.
O tres, porque el asunto es trilogía y trilogía que te pierde.
Los viajeros descubren un rincón de sabores, por puro azar. Es la magia de los callejones, del rumor de las olas de esa ciudad. Los autóctonos reconocen las estrellas polares de los buenos guisos, los mimados productos y la atención exquisita de un tarraconense con buen paladar.
EliminarUn fuerte abrazo
El eterno desvario, los que tienen no aprecian y los que no pueden, aprovechan la menor oportunidad.
ResponderEliminarUn beso.
Hay quienes pueden saborear todo lo que quieren, y no lo valoran. La pena es que hay muchos que ni en broma pueden comer si no van al banco de alimentos, pero la vida, por desgracia, es así
EliminarUn beso
Unos tanto y otros tan poco... y va a peor.
ResponderEliminarBesos.
Va a peor. Es la realidad aqui y ahora. Ya ni ni trabajando se sale de pobre. Una pena.
EliminarUn beso
Es injusto que unos vivan de los restos de los demás y más injusto si ni siquiera hay restos. No somos capaces de acabar con esas injusticias a las que casi nos hemos acostumbrado.
ResponderEliminarBesos
Es una realidad. El número de millonarios en España se ha duplicado y las familias que no pueden poner calefacción o que no llegan a fin de mes se han multiplicado por tres. Sin embargo, poderse dar un capricho, cada uno a nivel de sus posibilidades, siempre es grato.
EliminarUn beso
El verano pasado estuve comiendo en ese restaurante, los alrededores son idílicos. Un relato para reflexionar. Abrazos
ResponderEliminarEstá cerca de la catedral. Y en verdad es un liglu especial. Siempre ha habido quien aprovecha los restos en buen estado de los restaurantes. Lo que aquí planteaba era que el limpiador reflexionaba sobre las injusticias, y luego seguia su trabajo.
EliminarUn abrazo
Algunos de los mejores restaurantes cocinan a diario (por turnos) para los comedores de caridad y además reparten con sus propios medios las sobras para asilos. No es caridad, que también, es una manera de no tirar comida y darle un buen uso.
EliminarNo tengo yo mucha sensibilidad para matizar las delicatesen de esos restaurantes de comida escasa perdida en plato grande, vinos caros, facturas de crédito e irremediable bocadillo de chorizo al llegar a casa, para terminar de llenar el semivacío estómago.
ResponderEliminarUn abrazo.
Jajaja. No soy mucho de restaurantes, y de hecho, como muy desordenadamente, porque no disfruto cocinando. Cuando algo lo encuentro rico, me da igual que sea de confección sencilla. Hay un punto de sorpresa en el paladar en algunos platos, que juegan con sabores o texturas y ese era el caso.
EliminarYo soy una de esas que con un bocata de cualquier cosa disfruto. Un abrazo
Es lo que pasa en esta vida, el desequilibrio económico, el que unos tengan tanto y les sobre, y a otros no les llegue ni para la mitad del mes, teniendo que pasar frío en invierno y hasta hambre. Qué mal que no den soluciones los gobiernos.
ResponderEliminarBesos enormes y feliz noche.
Hay extremos que nos llegan al alma. Esa franja inmensa de clase media que teníamos se ha convertido en pequeña, porque muchos españoles rondan ya el riesgo de pobreza. Aquí hay una extensa red social, con la familia como eje, que esta solucionando, en parte, muchas situaciones que, sin ella, creo que habría provocado una revolución.
EliminarUn beso y un martes bonito para ti.
Cuando alguien puede ser feliz, con las sobras de los demás, hay que preguntarse en que clase de país vive y que clase de gobernantes tiene.
ResponderEliminarBesos.
La felicidad es un sentir de estar agusto con lo que uno es y uno tiene. Hay que reflexionar quizá en manos de que gobernantes estamos, porque si bien es cierto que los pueblos tienen a los presidentes que merecen por votarles, yo creo que los españoles o los amerucaame merecen algo mejor.
EliminarBesos y feliz martes