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Viajar solo era su pasión. Nada de ir con un amigo. Menos aún con pariente alguno. Eso de cacarear unos cortos, pero intensos viajes en su caso, era para gente que alardeaba por las redes sociales de poder darse pequeños caprichos. Él, precisamente, huía de dar información sobre sus salidas.
Aprovechó una oferta invernal. Con sus pasos amortiguados por las botas de montaña, anduvo callejeando, al azar. Cruzó velados puentes, colonizados por la densa niebla. Bordeó estrechos canales, atravesó plazas desiertas y al fin acabó apoyado sobre el pozo tapiado de una plazuela. No se cruzó con nadie, mientras la noche se teñía de un algodón gris, cada vez más denso. Veía a duras penas la punta de sus botas. Recordó una frase. "Miremos arriba hacia las estrellas y no abajo hacia nuestros pies." de Stephen Hawding , y sonrió.
En el laberinto ciego de una niebla densa, miraba a su alrededor, sin lograr distinguir la silueta de ninguna esquina. Se acomodó, a la espera de que mejorase la visibilidad. En un estado de duerme vela creyó fundirse con la niebla. Fue lo último que pudo recordar. Desde entonces, una sombra con anorak y botas marrones vaga, mirando al cielo, en los brumosos
inviernos venecianos. Por el campus, desde hace tiempo, corre el rumor de que el viejo y antipático profesor de física de la Complutense se tomó un año sabático muy largo.
Mi pequeño homenaje a una estrella con luz propia que se fue
Un recuerdo, un homenaje con señorío, y un relato precioso que he enlazado con el anterior. Venecia es un buen lugar para perderse y quedarse. Abrazos
ResponderEliminarExactamente. Venecia es un lugar para perderse, para mirar a las estrellar, para encontrarse y para permanecer, de alguna manera, allí.
EliminarUn abrazo y feliz jueves
Bellísimo homenaje que le has dedicado a este genio, que en paz descanse, todo un maestro que no muere porque queda su recuerdo perdurable.
ResponderEliminarY esa frase suya para enmarcar es preciosa.
***Miremos arriba hacia las estrellas y no abajo hacia nuestros pie***.
Miremos a las estrellas caminando con los pasos que deseemos dar.
Besos y feliz día.
Al hilo de una de sus frases, me pareció, hilvanando con el previo post, un pequeñísimo homenaje a quien, desde un cuerpo de barro, nos llevó a un cielo de infinitas posibilidades.
EliminarHay nieblas densas, donde uno sólo mira sus pies, y así quise hacer el relato con la imagen exacta de integrarse en una, y perecer en ella, pero es ficción, creo :-).
Un fuerte abrazo, dulce Maríaa
Vaya relato más sugerente.
ResponderEliminarGracias.
Muchas gracias. Me alegro te haya gustado.
EliminarUn abrazo
Me ha sucedido como a Ester… He viajado al relato anterior, para sentir esa atmósfera y escenarios de Venecia, perdiéndome en ellos en ese misterio de sombras y adoquines que te envuelven… En este caso, como precioso homenaje a un gran genio, que ahora estará allí, donde tantas veces viajó…
ResponderEliminarMagnífico, querida amiga…
Bsoss enormes, y feliz tarde.
No tenía intención de escribir hoy, pero una casa ha llevado a la otra y me alegro de que te haya gustado.
EliminarMuchas gracias y un beso grande
Un homenaje precioso.
ResponderEliminarMe ha gustado muchísimo.
Te felicito.
Suspiro al final del relato.
Besos.
Muchas gracias, hay estrellas que con algunas frase provoca un post.
EliminarUn beso
Bonito homenaje, lleno de sensibilidad.
ResponderEliminarUn beso
Me alegra que te haya gustado.
EliminarUn fuerte abrazo, Ambar
Un homenaje cálido, cómo esa niebla espesa que lo envuelve todo, tierno como el algodón que se adueña del lugar, mágico cómo esas estrellas que contemplan calladas la escena.
ResponderEliminarChapeau!
Un beso.
Esa visión me ha encantado. Las estrellas, invisibles en la noche densa, son testigos de cómo un ser humano se funde en un todo.
EliminarGracias. Un beso
Precioso homenaje.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Macondo. Seres como él se dan poco, y que puedan superar ese handicap físico con esa alegría y esa mentalidad tan sin límites, aún menos.
EliminarUn abrazo
Con la limitación física del astro, no me sorprendería que uno de sus sueños fuese perderse por callejones. El sueño de la ingravidez sí tuvo la suerte de hacerlo realidad, ese sentirse tan libre, tan sin destino como un meteorito, por ejemplo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu lectura. Un abrazo
Me enorgullecen tus textos. Éste no es la excepción. Es excepcional. Lindo homenaje para quien encontró en las estrellas su propia luz, su propia conciencia de ser.
ResponderEliminarMi abrazo te cubra.
Muchas gracias, Guillermo. El universo, tan inmenso, nos recuerda lo diminutos que somos en el cosmos. Él, quizá por su físico tan vulnerable, nos remite a soñar a lo grande.
EliminarUn abrazo de vuelta